—Hay varios. Uno es que, muchas veces, una variable cambia pero también lo hacen algunas otras en el margen. El Covid-19 es un buen ejemplo de tantas cosas cambiando a la vez. Es muy difícil distinguir qué es realmente el cambio principal que ocurrió en términos de este resultado particular que me interesa. ¿Cuál es la principal razón de la baja en las pruebas estandarizadas de los niños? ¿Es porque no fueron a la escuela o por motivos familiares? ¿Es porque no interactuaron con sus compañeros?
Un segundo problema es que muchas veces uno cree que tiene un experimento natural, pero no está totalmente claro que de verdad lo tengas. Por ejemplo, uno de mis alumnos está trabajando en su tesis de grado, está intentando estudiar un cambio en la legislación de California que afecta a los trabajadores rurales, y parece que mucho cambió y que la gente lo discutió, pero no podemos encontrar ningún efecto en los datos. Entonces no sabemos si es porque la ley no fue aplicada, porque las personas encontraron la forma de evadirla… En un experimento con medicamentos te aseguras de que el paciente lo tome: lo obligas a sentarse delante de ti y a tomarlo. Pero en un experimento natural tienes algunos problemas con eso.
Un tercer problema es que tu grupo de control no sea muy bueno. Habitualmente precisas mostrar que, previo al evento que estás estudiando, las dos unidades se comportaban más o menos igual.
—Respecto de la crisis por Covid-19, ¿cómo ve la recuperación económica?
—La recuperación de la pandemia será, con seguridad, frustrantemente larga. Sospecho que vamos a estar en una situación con un gran número de no vacunados, incluso en países con tasas de vacunación bastante altas, y entonces seguiremos avanzando y retrocediendo, con reinfecciones y nuevos picos. Va a ser difícil para países que dependen mucho del turismo, no es tanto el caso de Uruguay, supongo, pero Costa Rica o países así se van a ver lastimados.
También del lado negativo, creo que los políticos están usando al Covid-19 como una excusa para hacer cosas que probablemente no sean de tanta ayuda, como restringir la movilidad de las personas. Básicamente estamos haciendo muy difícil venir a Estados Unidos desde China, lo que probablemente es bastante estúpido. Y además estamos restringiendo la inmigración (en general). Probablemente la pandemia lleve a un estancamiento en las políticas, cuando hay una necesidad muy grande por actualizarlas y resolver qué hacer con los flujos migratorios.
También habrá disrupciones en la cadena de suministros, pero es difícil saber dónde terminará eso.
—¿Las políticas antiinmigración son equivocadas desde un punto de vista económico?
—No voy a juzgar si están bien o mal, pero creo que en general las llevan a cabo personas a las que no les gustan los extranjeros y se sienten incómodas con quienes hablan idiomas diferentes o tiene una religión diferente. Es muy claro: hice un estudio usando datos de distintos países europeos, y había una pequeña preocupación por temas económicos, pero la mayoría es porque mucha gente no quiere que su hija se case con un inmigrante. Esa es la clave.
—Algunos sectores en Uruguay argumentan que la inmigración podría traer problemas al mercado laboral —porque habría un exceso de oferta— y en materia de seguridad.
—El trabajo que hice sobre el éxodo de Mariel —la llegada de un gran número de cubanos a Estados Unidos en 1980— y otros experimentos estaban directamente focalizados en el impacto sobre el mercado de trabajo para los nativos, y los resultados casi siempre encontraron pequeños efectos sobre estos. A veces tienes un efecto negativo, pero muy chico, en comparación con todos los demás factores.
Lo que sí ves es una reacción muy fuerte contra lo que se percibe como amenazas de parte de los inmigrantes. Entonces cuando mencionas el crimen, no hice muchos trabajos sobre ese tema, pero algunos compañeros de mi doctorado sí. Lo que es necesario saber es que, comparado con el promedio de los estadounidenses, un inmigrante es una persona de muy-bajo-crimen, por lo que reducen en promedio las tasas. Eso es lo que siempre se encuentra, pero siempre puedes encontrar un narcotraficante colombiano o alguien al que puedas apuntar y decir: “ese es un mal tipo”.
—¿Qué otras conclusiones ha podido sacar sobre este fenómeno?
—Normalmente lo que se encuentra es que (…) los inmigrantes tienden a ir a donde las personas de su mismo país fueron en el pasado, que es exactamente lo que muestra el éxodo de Mariel, ¿verdad? Las personas de Cuba que entren a Estados Unidos irán a Miami principalmente, pero la gente de Polonia irá a Chicago, los del Líbano a Detroit y los filipinos a lugares donde hubo una base naval. Entonces, hay una historia muy interesante asociada en cada caso a cada uno de estos episodios, y lo que ocurre es que estas personas crean una especie de experimento natural.
—Entre otros efectos, la pandemia dio un impulso a la transición tecnológica y fomentó el teletrabajo. ¿Cómo cree que estos cambios pueden afectar en el futuro al mercado laboral, otro de sus temas de investigación?
—Es una muy buena pregunta que mucha gente se está haciendo. Creo que lo que ocurrirá es que seguiremos viendo muchas personas en teletrabajo. Lo que no está claro, y es objeto de un gran debate, es cuánto perdemos si todo el mundo se queda en casa. ¿Una compañía se volverá menos innovadora? ¿La enseñanza será menos efectiva? ¿La interacción entre los colegas será peor? Presumiblemente los efectos serán diferentes para distintas configuraciones.

El canadiense David Card, el israelí-estadounidense Joshua D. Angrist y el neerlandés-estadounidense Guido W. Imbens se adjudicaron el Premio Nobel de Economía 2021. Foto: AFP
—En entrevistas anteriores se mostró decepcionado por la interpretación que los políticos hacían de sus conclusiones, en particular sobre el salario mínimo. ¿Bajo qué condiciones se verifica que un aumento de esta variable no influya sobre el nivel de empleo?
—Algunas veces una suba del salario mínimo tiene un efecto muy modesto sobre los salarios. Solo algunas pocas personas se ven afectadas. Los efectos sobre el empleo son mucho más matizados, y creo que la regla general sería: si solo una pequeña fracción de las personas están recibiendo el salario mínimo y muchas otras —en puestos de baja calificación— están obteniendo más, entonces subir el salario mínimo probablemente no tendrá un efecto sobre el empleo. Esa es la situación en la que estamos ahora mismo en los Estados Unidos —hay muchas empresas anunciando trabajadores adicionales— y es la misma que hubo en New Jersey en 1992, cuando Alan Krueger y yo hicimos nuestro estudio, con un mercado laboral fuerte.
En esas circunstancias, podría decirse: “Pero entonces, si quieren más trabajadores, ¿por qué no suben el salario? Y la respuesta, por supuesto, es que no lo hacen porque están ahorrando dinero con los empleados que ya tienen. Entonces, si fuerzas al empleador a subir el sueldo, probablemente incrementen el empleo, porque lo que está ocurriendo es que valoran un nuevo empleado más que el salario actual. Ahora, eso no funciona por siempre, no puedes subir el salario a US$ 100 por hora.
—¿Diría, entonces, que en un período de recuperación económica sus conclusiones funcionarían?
—Sí, pero hay economías como su vecino Brasil que tienen un salario mínimo nacional bastante alto. Podrías tener un salario mínimo e incluso si estás en una economía fuerte, también podría pasar que la mayoría de las personas estén recibiendo el salario mínimo, y en ese caso, podrías tener efectos negativos, al menos en algunos casos.
—Los resultados de aquel estudio junto a Krueger eran para el caso de la industria de la comida rápida. ¿Podrían extenderse a otros sectores?
—Bueno, hice algunos otros estudios y encontramos algunos ejemplos más. Miramos los efectos en grupos más amplios de trabajadores adolescentes —o de bajos salarios—, y otros estudios más recientes también lo han hecho.
En Alemania nunca hubo salario mínimo hasta hace unos cinco años, cuando introdujeron uno. Entonces hay un estudio bastante interesante de cómo funcionó eso. Se pudo estudiar grandes sectores de la economía y no se encontró evidencia de pérdidas de trabajos reales. Algunas firmas se resienten y otras crecen, y los trabajadores se mueven entre trabajos y terminan en una mejor situación.
—¿La indexación salarial a la inflación es una buena idea?
—Lo creas o no, esto fue sobre lo que escribí mi tesis de doctorado. Fue hace mucho tiempo, cuando teníamos mucha más inflación y sindicatos. Lo que hice fue estudiar los convenios que tenían diferentes grados de indexación, y creo que en principio es una idea bastante buena. La dificultad es si todo el mundo quiere el mismo ajuste, si todos dicen “debería mantenerme en línea con la inflación”. Esto parecería natural, pero lamentablemente lo que ocurre es que en la economía los salarios de unos suben, los de otros bajan. Entonces, (si tienes indexación) por uno o dos años no pasa nada, pero si pasan 10 años en los que el sueldo de todo el mundo sube a la misma tasa, entonces las cosas se pueden ir un poquito de control.
- Recuadro de la entrevista
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