Nueva Zelanda, una democracia en la tormenta

El Poder Ejecutivo lo ejerce un gabinete de ministros liderado por la premier laborista Jacinda Ardern. Desde 1930, las elecciones han estado dominadas por dos partidos políticos, el Nacional y el Laborista. Rige un sistema definido como “representación proporcional mixta”, donde cada ciudadano tiene derecho a dos votos: uno define 65 bancas por sufragio directo y el segundo las 55 restantes, votando por partidos. Con la victoria en las últimas elecciones el laborismo logró 64 de 120 legisladores y podría gobernar sin alianzas, pero Ardern firmó un acuerdo de cooperación con el partido ecologista —10 diputados— y le cedió dos ministerios.

Nación próspera y libre

Nueva Zelanda tiene una economía próspera, con un PBI per cápita de 29.000 dólares. Los principales productos de exportación provienen de la agricultura, la horticultura y la pesca. Sus principales socios comerciales son China, Australia, EE.UU., Japón y el Reino Unido. El sector servicios es el más importante, seguido de la industria, la construcción y la agricultura. El turismo juega un papel clave, empleando al 10% de la población activa.

La exportación de productos lácteos aumentó hasta convertirse en una de las fuentes de ingresos más importante, seguido por la carne, lana, frutas y pescado. La mayoría del ganado es alimentado con pasto natural y rara vez vive bajo techo. La industria del vino por su parte ha despegado y el número de viñedos se duplicó en los últimos años.

NZ es un país urbano, el 70% de la población vive en ciudades, siendo las más importantes Wellington —la capital—, Aukland, Christchurch y Hamilton.

Pekín es el mayor socio comercial de Wellington, con un comercio bilateral de 23 mil millones de dólares en 2020, siendo NZ uno de los pocos países del mundo que tienen superávit comercial con China. Dicho intercambio representa un tercio de las exportaciones lácteas del Estado, el 60% de los productos forestales y más del 40% de la carne. En enero ambos países firmaron un acuerdo para mejorar su ya existente Tratado de Libre Comercio. A través del nuevo acuerdo Wellington ha ganado un mayor acceso al mercado chino, eliminando los aranceles sobre sus exportaciones. Los productos lácteos neozelandeses estarán libres de aranceles para 2024, mientras los productos de madera y papel recibirán una baja de aranceles que abarca el 99% de estos. Recientemente NZ fue la primera nación occidental en unirse al “Banco Asiático de Inversión”, proyecto liderado por China.

A pesar de las buenas relaciones, Nueva Zelanda adoptó decisiones parecidas —pero no iguales— a sus aliados democráticos. Ha prohibido a Huawei proporcionar infraestructura 5G para sus redes nacionales y ha criticado la violación de los derechos humanos por parte de China, aunque empleando un lenguaje cuidadoso. En mayo, el Parlamento condenó los abusos en la región autónoma de Xinjiang, pero evitó utilizar el término “genocidio” como otras naciones. Este enfoque contrasta con Australia, donde la tensión está aumentando con frecuentes cruces diplomáticos. Por tanto, a pesar de la similitud en las declaraciones, hay una variante clave que diferencia la posición neozelandesa de otros países: el tono. La apuesta hacia un método más diplomático para resolver las diferencias podría constituir un mejor camino para reducir la tensión. El tiempo dirá.

Un camino a tener en cuenta

El actual presupuesto nacional neozelandés posee un enfoque centrado en prioridades sociales como la salud, el bienestar infantil y el apoyo a la minoría maorí. El crecimiento económico ha sido el eje central de las políticas económicas en tiempos de pandemia, y en este contexto Nueva Zelandia llama la atención por relativizar el enfoque que prioriza el crecimiento, elaborando un presupuesto sustentado en el bienestar. El Banco Central mantuvo sin cambios las tasas de interés, pero espera una subida en 2022, siendo una de las primeras economías avanzadas en alejarse de las ayudas proporcionadas durante la pandemia.

Parte de esta visión ha sido incorporada en el “Presupuesto del Bienestar”, que comenzó a aplicarse en 2020 y tiene un enfoque que va más allá de la expansión y se centra en la calidad de vida, adoptando una mirada que fija un horizonte de acción a largo plazo. Existen también problemas serios, como la alta tasa de suicidios, la indigencia y la violencia familiar. Este cambio de prioridades supone un aumento del gasto, que llegará a 2.500 millones de dólares. Sin embargo, el gobierno debió reorientar el presupuesto para respaldar el funcionamiento de los servicios de salud.

Los sectores público y privado de Nueva Zelanda y Uruguay realizaron este año las “Jornadas Agroeficientes NZ+UY”, donde confirmaron el compromiso de trabajar por una producción de alimentos y productos forestales de calidad, con la incorporación de tecnología. También se trató la producción de carne, leche y lana. Allí se abordaron temas como la genética y su impacto en la cría y producción de leche; así como la investigación en la producción de carne y lana. Empresas neozelandesas, que ofrecen tecnología enfocadas a distintos rubros, exhibieron sus productos y dialogaron con los uruguayos interesados.

Nueva Zelanda y Uruguay tienen muchas similitudes, son democracias sólidas con un perfil netamente exportador, que producen 10 veces más alimento del que necesitan sus habitantes, y apuntan a los mercados de alto valor. En momentos que Uruguay intenta avanzar hacia un TLC con China, la experiencia y cooperación con los neozelandeses puede aportar una valiosa experiencia.