Por una vez, Fortunato eligió no irse al sillón a ver el informativo de cierre, después de cenar. Es que TV Ciudad había anunciado el programa que sustituiría al célebre La letra chica, el cual, tras una exitosa temporada de sesgos y encontronazos internos, había sido levantado al reconocerse que la medición de rating había resultado tan negativa como sus enfoques de la realidad: –0.1%. La primera vez que se registra un rating con menos que cero.
El presentador del nuevo programa, cuyo sugestivo título es el de La gran batidora, fue precedido del aviso del sponsor.
Presenta electrodomésticos El Enchufe Progre, con su línea de batidoras, licuadoras y picadoras de carne, las mejores de plaza Cuba y otras plazas compañeras. (Música de fondo, suena un cuplé de Falta y Resto).
Con el formato de la popular serie argentina El Gran Hermano, en una casa de gran amplitud aparecen decenas de militantes aplaudiendo, vociferando y brindando por la creación del último (hasta ahora) y más novedoso (hasta ahora) grupo político, en medio de lluvias de papel picado hecho con viejas listas del Frente Liber Seregni, de las elecciones en las que quedaron sin uso más de la mitad de las que se habían impreso en la ocasión, previo a la ruptura del grupo.
Un periodista se aproximó al senador Mario Berpara Crer, quien le contó la anécdota del retiro espiritual en el habían participado durante tres semanas varios de los dirigentes del nuevo grupo, con el fin de elegir un nombre para la nueva colectividad, lo cual no había resultado sencillo dadas las diversas versiones y propuestas sobre el uso de los apelativos seregnismo, progresistas, debido a los tira y aflojes de los democristianos, los fuerzarrenovadoristas, los asambleauruguayistas y los plataformistas.
“¿Cómo lo habrán nombrado al grupo? ¿Quiénes integrarán esta nueva ensalada?”, se preguntó para sus adentros Fortunato, pero su inquietud fue prontamente sosegada por la lectura a la que procedió el presentador destacando el nombre del grupo y detallando puntualmente la lista de sus integrantes.
La nueva agrupación se intitula Convocatoria Seregnista Progresistas, y la integran, les ruego tomar nota, Asamblea Uruguay, Fuerza Renovadora, el Partido Demócrata Cristiano, Plataforma, Claveles Rojos, Movimiento Humanista, Izquierda Cristiana, el Frente Río Negro y Magnolia.
Fortunato ya bostezaba, porque aquello le parecía somnífero y redundante. Todos estos ya fueron socios, se pelearon, formaron otros grupos con los que se aliaron y también se enemistaron, “¿qué será de ellos esta vez?”, pensó, para sus adentros mientras se le cerraban los ojos.
Acto seguido, Fortunato creyó escuchar, aunque no estaba seguro si era cierto o si ya soñaba, que no bien se habían calmado los aplausos había surgido la primera crisis interna.
En efecto, dijo el presentador, ya antes de que se retiraran los asistentes la dirigente de Fuerza Renovadora Ifigenia Latraicio Nera había presentado renuncia a su grupo, a la vez que denunciaba públicamente haber sido ninguneada e insultada por su correligionario Braulio Eldenun Ciante.
—Me llamó comadreja cabildante infiltrada —dijo la denunciante, aludiendo a que ella se había afiliado a Fuerza Renovadora tras la desilusión que había sufrido cuando era votante y militante de Cabildo Abierto—. Yo fui de Cabildo, pero me borré, y ahora soy de la izquierda moderada, pero esta violencia de género que sufro por el machirulo de mi excorreligionario porque soy mujer y ya no soy más de Fuerza, y les aclaro que me voy a afiliar al Partido Comunista o al MPP, todavía no sé, pero tengo que hablar con Castillo y con el Pepe porque yo tengo votos en mi barrio y los quiero hacer valer, voy a ver qué lugar me dan en las listas para las elecciones de diciembre —vociferó la compañera, mientras algunos asistentes procuraban calmarla.
Pero eso no fue todo.
En un rincón se pudo apreciar que dos asistentes se tomaban a golpes de puño, profiriéndose soeces calificativos. Se trataba de integrantes del mismo grupo, a saber: el Movimiento Humanista, quienes se increpaban recíprocamente por haberse tomado unas selfies con dirigentes del grupo Magnolio.
—Sos un chanta —le decía uno al otro—, no tenés vergüenza, lo que dijiste el otro día de ese vagabundo corrupto y arrastrado, ahora venís a sacarte fotos con él, sos igual que él, miserable.
A lo que su contrincante le decía:
—El arrastrado sos vos, idiota, además, no ves que así me lo conquisto para que me apoye en el gremio, una cosa es acá adentro y otra en el sindicato, yo sé cómo manejo las cosas, ahora todo va por la combinación de lo gremial y lo político y, si no, miralo a Pereira, que se pasó del PIT-CNT para el Frente. —Y acto seguido le propinó un puntapié en el trasero, a lo que su correligionario respondió con una puteada acompañada del vaciamiento de un vaso de cerveza en la cabeza de su interlocutor.
A esa altura el nuevo programa se parecía más a Titanes en el ring que a La gran batidora, y el presentador se afanaba por poner aceite y calma en la máquina partidaria que acababa de nacer.
—Como verán ustedes —decía el presentador—, la animación y el entusiasmo que despierta este nuevo grupo superan nuestras expectativas y les llevamos a vuestros hogares la alegría desbordante que genera la ilusión de un futuro progresista y seregnista moderado que le dispute a los dos grupos tradicionalmente poderosos como el PC y el MPP las mayorías que nos permitirán volver al triunfo electoral en el 2024.
En ese momento la transmisión se cortó abruptamente, y apareció en la pantalla un video con la grabación del desfile de llamadas del año 2016.
Cuando terminó el video, la pantalla quedó en negro.
Igual que Fortunato, que durmió toda la noche en su sillón, porque ni siquiera se despertó para decirle a su esposa que había terrible bolonqui adentro de otra nueva agrupación frentista ni ella lo llamó a dormir en su cama.
Es que para ambos casos se trataba de un final previsible.
