• Cotizaciones
    domingo 16 de marzo de 2025

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    Olas y manguerazos

    Columnista de Búsqueda

    Nº 2260 - 18 al 24 de Enero de 2024

    , regenerado3

    Son olas, como las de calor o como las que llegan a la playa. Se levantan de golpe, al son de lo que fue craneado por alguna usina partidaria o como efecto colateral de eso que fue craneado. Llegan, se instalan, muestran la cara y de inmediato logran que comience el alineamiento de la ciudadanía. Las claques empiezan a activar la munición que se necesita para defender el castillo. O para atacarlo, que hay que estar en todo. La ola se levanta en los medios y en las redes con aires de tsunami japonés, aunque, allá en el fondo, casi todos sabemos que tiene la potencia y el alcance de una manguera de jardín. Como cuando se trata de política, somos mayoritariamente hooligans, incluso eso alcanza para que otro conflicto menor esté servido: durante unos días solo se hablará de esa ola en particular, olvidando la ola anterior y sin pensar ni conocer cuál será la próxima.

    La mecánica de lo que podemos llamar “conflicto político totalmente irrelevante y constante” opera siguiendo la lógica del Peñarol vs Nacional de toda la vida: no importa tanto que gane el cuadro propio como que el rival pierda. No importa si el eje de ese microconflicto en particular no sigue la lógica binaria del fobal. No importa si ese nuevo y pequeño lío es un anzuelo lanzado desde el poder. Todos picamos en él y dedicamos unas horitas a profundizar en su lógica, mientras nos preparamos para mirar una serie en Netflix o un partido de la Premier. Discutimos como si el destino del país y el de nuestra vida dependieran al 100% de ese asunto en particular, sin preocuparnos jamás por el fondo. En breve, nos tiran un hueso y, disciplinados, nos peleamos por él.

    Así, una semana podemos estar discutiendo sobre las virtudes o problemas de una ciclovía. Y una semana antes sobre la necesidad o no de los allanamientos nocturnos para convertirnos en un país de primera. Una semana después sobre la fecha de fundación de la capital uruguaya. Ahora, discutir sobre la necesidad de una renovación profunda de la movilidad en la ciudad, la necesidad de un plan de seguridad que no apele a recetas mágicas o discutir sobre el vínculo entre gobiernos y cultura, eso sí que no lo hacemos. Es demasiado complejo y como ningún partido se lo ha planteado seriamente en público, esas cosas no están en el menú. ¿Para qué, si al público se lo mantiene entretenido con las miguitas mediáticas de una torta que nadie ha delimitado aún?

    Las olas vienen, chocan y se disuelven. Y así quedamos listos para la siguiente. Que, otra vez, será breve, acotada y sin contexto. No sea que nos dé por pensar en serio estos asuntos. Para el marketing político los temas de agenda son más fácilmente manejables bajo la forma de olitas que pegan y se deshacen. Así, cada semana tenemos a los senadores (y en particular, una senadora) con mucho tiempo libre y dedos veloces sobre la pantalla, diciéndonos dónde debemos pararnos para ser los buenos, en oposición a los malos, que son siempre los otros. Ahorrándonos la molestia de tener que analizar de verdad los conflictos y, algo muy peligroso para el statu quo, quizá llegar a conclusiones propias.

    Como ciudadano me hubiera gustado una explicación de fondo, basada en datos y no en el nivel de hormonas del jerarca de turno, sobre por qué los allanamientos nocturnos son, de golpe, el Santo Grial de la seguridad nacional. O que alguien explicara qué sentido tiene la ciclovía realizada en el marco de un plan de movilidad que imagina la ciudad de determinada manera de acá a 20 o 30 años. Así no nos quedamos con la ficción de que una sola ciclovía, por más de que esté en el medio de la principal avenida de la ciudad, puede ser el centro de una revolución en la movilidad urbana.

    O alguien que explicara que cuando se dice que un evento es “gratis” significa que alguien ya lo pagó en algún punto de la cadena. O quien explicitara cuáles son los criterios de eficiencia social que se supone que están detrás de esas acciones “gratis”. O alguien que se cuestionara si esos eventos son o no competencia desleal con los privados, que tienen que salir a vender entradas, porque no son parte del canon de lo que es elegible para los eventos “gratis”. Pero esa ola no es la que tenemos golpeando la costa hoy. Hoy, estamos ocupados a full con unas fechas fundacionales que, aparentemente, son claves para nuestro futuro. Eso sí, ni se nos ocurra comentar que ponerse a modificar los datos del pasado para acomodarlos a un proyecto político de presente podría ser señal de un cierto talante totalitario. Eso ya sería meterse en otra ola y esa, en particular, a las usinas partidarias no les interesa. Ahí sí se aplica el viejo no hagan olas.

    Esas olas son la forma en que los partidos nos dicen que están vivos, que hacen cosas, que tienen agenda y que por eso deberíamos votarlos. El problema es que esas olas que hacen carecen por completo de espesor, densidad, proyección y contexto. O son, por lo general, mera plataforma para la proyección política personal de tal o cual político. Cuando tu objetivo como político es siempre estar en otra parte, es muy probable que los recursos de los que dispones en un cargo los veas como meras herramientas para esa proyección y no como un fin o un proceso en sí mismo. Esto es, dejás de verlos como recursos para una política pública al servicio del ciudadano.

    Así las cosas, en la medida en que, como ciudadanos, aceptemos esas olas espumosas y efímeras como sucedáneo de las políticas públicas: los gobiernos de todo signo tendrán los incentivos adecuados para limitarse a ellas. Sin un proyecto de fondo, todo serán golpes breves en la arena, una marca momentánea que será borrada por completo por la siguiente ola. Todo será ruido político de alta intensidad y bajo rendimiento. Sobre todo, para los ciudadanos, que dependen de los resultados de esas políticas públicas, chisporroteantes y de escasa proyección. Pero bueno, esos son los políticos que nosotros mismos nos hemos dado. Capaz que nuestro síndrome de Peñarol vs Nacional es más serio y complejo de lo que parece y estamos condenados a lo que ya tenemos y conocemos, sin posibilidad de ir más allá de una ciclovía, unos allanamientos nocturnos y las fechas fundacionales de Schrödinger.

    Las olas temáticas que nos propone el sistema político llegan y se van sin dejar marca en la arena. Sin los rastros que deberían dejar las acciones políticas serias, pareciera que de a poco nos vamos deslizando a una política del espectáculo momentáneo, casi como un fin en sí mismo. Si no se alude a un proyecto de fondo, si no se explicita el contexto de las acciones, nuestra política se parece cada vez más a una suerte de presente eterno. Uno en donde nadie parece ser responsable de las olas previas ni tener el orden mental (y político) necesario para que la energía de las olas se canalice en una dirección que nos haga mejores y se convierta en política con mayúsculas. A este tranquito, más que olas efímeras, lo que tendremos en este año electoral serán manguerazos sin dirección ni sentido.