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El sonido inconfundible de la guitarra de David Gilmour y los teclados de Rick Wright definen gran parte de aquello que nos emociona cuando pensamos en la música de Pink Floyd. Pero el alma de aquella poderosa máquina sensible que engendró obras maestras como The Dark Side of the Moon, Wish You Were Here y The Wall se llama Roger Waters. Y el bajista y compositor británico hacía 25 años que no editaba un disco nuevo. Después de las giras de Amused to Death, su disco de 1992, en el nuevo siglo se dedicó a producir gigantescos espectáculos para millones como las giras Dark Side… y The Wall Live, auténticas óperas rock que elevaron el formato rock de estadios a dimensiones nunca vistas ni oídas (nueve estadios de River en 2012).
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La fuerte impronta política sigue siendo el Norte: la alienación, la injusticia social y la guerra en la sociedad occidental. El título de Is This the Life We Really Want? (Sony, 2017), demasiado literal esta vez, está impreso en letra courier en una carilla de renglones tachados. En plena era de Wikileaks, Snowden y la big data, Waters ilustra la portada con un documento de inteligencia clasificado, de esos que solo vemos en las películas. La lírica predominante subraya la manida idea de que el poder ha pasado de ser algo exclusivamente relacionado a la fuerza militar e industrial a estar estrechamente ligado a la información y especialmente sobre la vida privada de las personas. Y que cada vez tenemos menos vida privada y cualquier cosa que hacemos —incluso ir al baño y dormir— genera datos, metadatos y megadatos que, indefectiblemente serán usados para vendernos algo. When We Were Young, Deja vu, The Last Refugee y Bird in a Gale no hablan de otra cosa que de lo mal que vamos. Con alguna pequeña rendija a la redención como Smell the Roses. Todo muy The Wall, ¿no? Es cierto, no hay sorpresas. Roger sigue con la misma y archirrepetida monserga… que para él es sumamente lucrativa. Pero no hay dudas de que es auténtica. Así sonó y sigue sonando su voz.
Y a nivel musical, hay total coherencia con la lírica, porque este disco no puede sonar más a The Wall. En la consola está Nigel Godrich, el productor y arreglador estrella de Radiohead (Ok Computer), McCartney, Beck y U2. Fraseos de guitarras, pianos, cellos y baterías, toques progresivos tipo Run Like Hell y baladas tipo Hey You y Mother funcionan como guiños constantes a aquel monumento sonoro. Imposible escapar a esa fuerza de gravedad. Sin embargo, queda la sensación de haber escuchado un buen disco, con la misma personalidad. Pero claro, sin Gilmour y Wright no es lo mismo.