Son nueve páginas que dejan una sensación de vértigo. Línea a línea se analizan fenómenos complejos que ya están en curso o que se avecinan. El avance de la concentración de la riqueza, la revolución tecnológica, la mundialización del capital y su asimetría de poder con las democracias nacionales, el cambio geopolítico, la economía de la región en declive, el ocaso de las “experiencias progresistas” en América Latina, y el año electoral en curso. El resultado del conjunto pinta un panorama incierto.
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La Mesa Representativa del PIT-CNT —el principal órgano de dirección, después del Congreso— empezó en las últimas semanas el debate para la aprobación de un documento de balance y perspectivas. La discusión continuará en próximas reuniones y luego deberá ser votada, pero un borrador ya recoge buena parte del intercambio hasta el momento.
El punto de partida del análisis es el incremento de la desigualdad, la concentración de la riqueza y la exclusión social. Basados en trabajos de la organización no gubernamental británica Oxfam, sostiene que en 2017 había 2.043 personas que concentraban US$ 762.000.000.000, cifra que permitiría terminar “siete veces” con el hambre en el planeta.
Para los dirigentes sindicales, esos “procesos escandalosos de concentración” no son casuales. “Millones de desocupados, de personas que viven con menos de un dólar diario, de niños que no llegan a vivir por la mortalidad infantil, son la trágica consecuencia de un sistema abyecto, antidemocrático, inhumano, cuyo leit motiv es la acumulación de capital”, escribieron.
Tres transiciones
El análisis pasa a centrarse después en lo que denomina una “triple transición histórica”. La primera transición es la de la revolución tecnológica. El avance tecnológico, aventuran, puede convertirse en un acelerador de “los procesos de exclusión y concentración”. Según su visión, “la investigación científica que produce nuevas tecnologías está diseñada para reproducir y profundizar la concentración”. Por eso, proponen centrar el abordaje de la revolución tecnológica en el marco de “la disputa entre el capital y el trabajo”.
Los dirigentes consideran fundamental “polemizar con la visión del autoequilibrio de la economía” porque aseguran que el resultado será “la expulsión de enormes contingentes de personas del mundo del trabajo”. La prioridad, concluyen entonces, debe ser instalar un debate sobre “las formas de apropiación de la riqueza generada por la revolución tecnológica”. En ese marco, ven necesario un Estado protagonista que estimule las inversiones generadoras de empleo y desestimule las que transfieren las ganancias por las mejoras de productividad al capital.
Los dirigentes consideran fundamental “polemizar con la visión del autoequilibrio de la economía” porque aseguran que el resultado será “la expulsión de enormes contingentes de personas del mundo del trabajo”.
En particular, proponen caminar en dos direcciones: “La instrumentación del impuesto al robot y simultáneamente impuestos a las empresas que sustituyen trabajo vivo por trabajo muerto”. Esas propuestas deberían ir acompañadas por medidas que garanticen condiciones de dignidad, como la renta universal, y también una reducción de la jornada de trabajo.
La segunda transición que describen es el pasaje de “la interestatalidad a la mundialización del capital”. Los dirigentes sugieren que el capital está “cuestionando la democracia”, con decisiones en el plano transnacional contra las que los Estados nación y los pueblos no tienen herramientas para pelear. Con la generación de cadenas globales de valor, el “poder fáctico” se traslada a entidades como “organismos multilaterales de crédito, calificadoras de riesgo y tribunales supranacionales”, entre otros.
En esta segunda transición, los trabajadores se detienen a analizar una debilidad propia y plantean la necesidad de superarla. “Las organizaciones de trabajadores restringimos nuestra acción y el alcance de nuestras medidas a la órbita de los Estados nacionales. Es necesario analizar respuestas desde nuestra clase de alcance global y regional”, escribieron.
La tercera y última transición es la del “cambio geopolítico”. El documento sostiene que China “pasó por arriba” a Estados Unidos en cuanto a producción industrial, y está en curso el tránsito “de un capitalismo relativamente unipolar a una multipolaridad”, en la que asoman Rusia, India y Brasil. “Cuando han existido en la humanidad transiciones de este tipo, lo que ha sucedido es el fenómeno de la guerra masiva”, auguran.
Los progresismos
En un apartado del documento, los dirigentes analizan los alcances y límites de los gobiernos progresistas en la región. Como parámetro de valoración establecen “la pugna entre un perspectiva de desarrollo productivo con justicia social o mayor dependencia”.
La conclusión de los dirigentes es que los gobiernos progresistas no consolidaron “formas de revertir la tendencia histórica a la primarización de las economías” ni de “superación de la dependencia”. De la misma manera, señalan que tampoco lograron “procesos de transformación democrática y popular del Estado para generar una institucionalidad adecuada a las transformaciones necesarias”.
“No se caracterizó este período por una confrontación con el capital”, afirman.
La conclusión de los dirigentes es que los gobiernos progresistas no consolidaron “formas de revertir la tendencia histórica a la primarización de las economías” ni de “superación de la dependencia”.
Los dirigentes ponen en contexto el marco en el que llegó la ola progresista a América Latina y los límites que ese contexto le imponía. En primer lugar ubican el “fracaso y/o derrota” de las experiencias socialistas del siglo XX y con ellas “la crisis de los paradigmas existentes para la superación del capital”. En segundo lugar, se refieren a la situación de “emergencia social” que dejó como resultado el “neoliberalismo”.
El documento reconoce avances notorios en la redistribución del ingreso. Sin embargo, también allí hacen una “valoración crítica” de su correlato “en el plano cultural”.
“Fenómenos como la expansión del consumismo y el individualismo, los retrasos en la construcción de una subjetividad superadora del capitalismo deben formar parte de nuestra lectura para comprender el papel de las capas medias y amplios sectores de trabajadores ante el estancamiento de las economías. A modo de ejemplo, puede mencionarse la falta de respuesta popular manifestada ante el golpe de Estado en Brasil”, plantean.
Perspectiva
Ante esa coyuntura enredada, los dirigentes ponen en claro algunas de sus orientaciones. La disputa central es “quién paga los costos del ajuste” económico que ya está en curso. Sobre ese punto, sostienen, “es clarísimo” que los gobiernos progresistas y los de derecha tienen “diferencias en la forma de enfrentar” el escenario. El documento sugiere que se está en una etapa que podría considerarse “de resistencia” y para atravesarla ven con buenos ojos “generar una plataforma mínima sindical a nivel regional” con “salario mínimo común, derechos laborales comunes, reducción de la jornada laboral y un diseño común de la seguridad social”.
A escala nacional, sostienen que está en curso un “ajuste amortiguado”, caracterizado por una disminución de inversión de las empresas públicas, crecimiento del desempleo y el estancamiento del crecimiento del salario real. La seguridad social y el rol de las empresas públicas serán, según su visión, los dos debates centrales.
“La discusión se centra en el papel del Estado en la distribución social del ajuste. No parece estar cerca el final del ciclo de caída de la economía. Desde el punto de vista técnico, Uruguay parece estar entrando en recesión y las previsiones para 2020 no parecen revertir la tendencia”, sostienen.
A escala nacional, sostienen que está en curso un “ajuste amortiguado”, caracterizado por una disminución de inversión de las empresas públicas, crecimiento del desempleo y el estancamiento del crecimiento del salario real.
En el cierre del documento borrador, los dirigentes se preguntan “qué está en juego este año”. Allí señalan que las patronales están implementando un “ajuste por la vía de los hechos” con incorporación de tecnología, recortes de derechos, precarización laboral, mientras impulsan “una campaña furibunda por liquidar los Consejos de Salarios”.
Para resistir el ajuste piensan en una “ofensiva programática” y para eso sostienen que necesitarán “una línea de acumulación de fuerzas que les permita revertir la correlación existente”, que tiende a promover recortes de derechos laborales.
La táctica a desarrollar, según el texto, debe partir del “bloque social de los cambios”. Esa figura provocó discordia en la interna del PIT-CNT en los últimos años, porque allí las corrientes sindicales mayoritarias —Articulación y el Partido Comunista— incluyen a otras organizaciones sociales y al Frente Amplio. La corriente En Lucha —entre otros— discrepa con esa posición que ubica a los sindicatos y al partido de gobierno en un mismo bloque.
Aún así, el documento indica que, “asumiendo” que dentro del bloque social de los cambios “existen contradicciones”, es necesario generar “una línea de acción centrada en la democracia plena, el trabajo, la defensa de la negociación colectiva y el enfrentamiento a las tercerizaciones”.