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Gloria es una mujer que llegó a los sesenta en buena forma y llena de optimismo. Con los hijos ya criados, un trabajo aburridamente estable y una relación armónica con su ex marido, está abierta a conocer a un hombre que la acompañe en el último tramo de su vida. No solo eso. Gloria (Paulina García) quiere creer en el amor, incluso contradiciendo las evidencias reales que indican que es esquivo, difícil y estúpido. El que cumple con esas condiciones en la película chilena Gloria es Rodolfo (Sergio Hernández), un tipo mayor con cara de bueno y un poco zonzo, que lleva al hombro a su ex mujer e hijas. Paulina “Pali” García estuvo en Montevideo para el ciclo de cine organizado por Aladi y Cinemateca, entre el 16 y el 24 de mayo.
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Gloria, dirigida por Sebastián Lelio, le calza perfecto a García, que construye un personaje fresco y simpático. Gloria es espontánea y tiene dos problemas: el odioso gato pelado del vecino que se instala en su casa, y el muchacho esquizofrénico que se descompensa en el piso de arriba. La película, que en 2013 representó a Chile en los Óscar y los Goya, la llevó a ganar el Oso de Plata a la mejor actuación femenina en el Festival de Berlín. Este año la actriz trabajará por primera vez en Estados Unidos, junto al director Ira Sachs, que en 2014 realizó El amor es extraño. Ahora rodará El pacto del silencio, interpretando a una latina.
La prueba tangible del éxito del personaje que usa lentes al estilo Tootsie, de Dustin Hoffman, es que al conocer a Pali García uno se prepara para volver a ver a Gloria, que parece tan real, tan cercana. Pero ella ya no está. Mientras cuenta que en la valija de vuelta a Chile se lleva a las uruguayas Whisky y Anina, Pali habla con Búsqueda.
—¿Qué opina de la búsqueda de pareja que hace Gloria como si se tratara de una tabla de salvación?
—No hay que andar con ideologías al momento del amor, es una pelotudez que no tiene nombre, la caga uno o la caga el otro. En ese sentido Gloria es audaz porque se la juega por algo diciendo “es lo que siento, a lo mejor no es el tipo que yo desearía tener pero me gusta él y punto”. Todo le dice que no, pero también es difícil llegar e irse cuando es el cuerpo el que te llama. Tiene un precio altísimo que ella paga. Al final, igual piensa: “me puedo vengar”. Y ahí está la autonomía: resuelve el problema y no se va llorando a la casa. Masculla dos días la mierda y luego toma una decisión: ella sube un peldaño. Yo no lo haría. El sentido del humor es una gran herramienta. Ella no hace lo que hace con tanto sentido del humor, aunque después se caga de risa. Cuando filmé esa escena, pensé: “Qué estupidez que acabo de filmar, este huevón que me hace hacer estas tonteras” (risas).
—¿Estaba preparada para recibir el Oso de Plata?
—Fue impresionante y no lo esperaba. Estaba con mi familia en Berlín y seguimos viaje a Italia. Sebastián me llamó y me dijo que tenía pasaje para que volviera y yo pregunté para qué, si él ganaría el premio. Era impensable porque competía con Juliette Binoche, Catherine Deneuve, la rumana extraordinaria de La mirada del hijo, que ganó el Oso de Oro. Después vi las películas llamadas a ganar y dije: “Pero si había unas actrices del tamaño de un elefante”. Me lo entregó el alemán Andreas Dresen, director de Nube nueve. Sebastián me había dicho: “Mira esta película porque vamos a hacer Gloria”, y fue muy inspiradora. Cuando subí al escenario le dije que la actriz de su película fue mi inspiración, y cuando nos abrazamos, él me dijo al oído que yo era la actriz más impresionante que había visto en muchos años. Al darme vuelta, bromeando, él me pisó la cola del vestido.
—¿Ahora en qué está trabajando?
—Acabo de terminar una película sobre el caso real del hijo de un senador chileno que atropelló a un campesino en un balneario. Ambos iban borrachos y el conductor lo abandonó y murió desangrado. Fue un caso muy bollado en Chile, este año salió libre el conductor. La película se llama Aquí no ha pasado nada, y es la historia de uno de los chicos que iba atrás en el auto. Son una de esas familias que subieron a puro esfuerzo y se convirtieron en unas bestias que culpan a ese cabro. Y el próximo semestre estreno la serie Narcos en Netflix, filmada en Colombia con actores latinoamericanos, españoles y norteamericanos.
—¿Qué opina acerca de las posibilidades actuales de ver películas por vías diferentes a las salas comerciales?
—Es todo un desastre, de verdad. Las películas europeas suenan en muchos circuitos y están presentes en festivales, pero las latinoamericanas no. No nos miramos entre nosotros. Es súper difícil saber lo que se está haciendo en otros países. Uno conoce a algunos directores en festivales que te dan algunos tips o buscas una película y el buscador te ofrece una alternativa. Pero es azaroso, es el caso de gente como nosotros, que vemos cine y vamos a festivales. ¿Qué hace el resto del público? Es cierto que hay un montón de gente que no está ni ahí con ver películas latinoamericanas y solo están listos para digerir palomitas de maíz y películas gringas. Hay otro nicho de gente que sí está interesada y que si se lo ofreces sin duda lo consume. Estaría bueno que hubiese por lo menos un canal de televisión que lo exhibiese. Países como Uruguay, Perú, Bolivia y Chile no alcanzan a tener una industria, todavía son películas de guerrilla, hechas con poco presupuesto, sin relación con el estándar argentino, mexicano o brasileño, que tienen otros números en cuanto a producción y otra capacidad para captar fondos.
—Ha trabajado en teatro como directora. ¿Se ha sentido a gusto? ¿Le ha resultado fácil siendo mujer?
—No siento que el problema sea genérico, sino que más bien a nivel de crítica no somos tratadas con la misma vara. Se nos trata con cierto desprecio, en Chile aminoran la capacidad de una directora. Siento que no hay una crítica culta respecto a las mujeres y que la dirección teatral masculina es súper considerada, hiper valorada y analizada. Y la femenina... te diría que hay solo un caso que es valorizado. No les interesa y la mirada es despectiva. Puede ser misoginia. La crítica en Chile es bastante mala, irrelevante, poco formadora y nunca comparada en relación al trabajo que hiciste antes.