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Pandemia dejó en evidencia debilidad de vínculos entre actores clave dentro del sistema alimentario uruguayo
Estudio de la Universidad de la República analizó el impacto la emergencia sanitaria en el sistema alimentario uruguayo y determinó cambios en prácticas de comercialización y consumo
En uno de sus tantos efectos transversales, la pandemia del Covid-19 desnudó las vulnerabilidades y las deficiencias de los sistemas alimentarios en buena parte del mundo. Ese nombre —sistemas alimentarios— es empleado en ámbitos académicos para referirse a las actividades y procesos que afectan la producción, el procesamiento, el envasado, la distribución, la venta, el consumo y el desecho de los alimentos. Uruguay, con sus particularidades y algunas fortalezas, no estuvo exento a esta tendencia internacional.
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Así lo refleja un estudio elaborado por estudiantes y docentes de la Licenciatura en Gestión Ambiental del Centro Universitario Regional del Este (CURE), que concluyó que la emergencia sanitaria “evidenció fallas” en varios componentes del sistema uruguayo, así como “dificultades en el acceso a alimentos” de buena calidad por parte de poblaciones socioeconómicamente más vulnerables.
Al mismo tiempo, la pandemia generó una serie de “modificaciones en las prácticas de venta y consumo de alimentos”, especialmente durante los primeros meses, y mostró la relevancia que tomaron las estrategias sociales en ese contexto, detalla la investigación de la Universidad de la República a la que accedió Búsqueda.
El trabajo se basa en 647 encuestas realizadas a consumidores en general de todo el territorio nacional, de los cuales 72% eran mujeres, 52% residían en Montevideo y 76% tenían estudios de nivel terciario. También se consultó a 58 productores de alimentos, 41% de pequeña escala, y se recogió la opinión de diferentes referentes del área de distribución de alimentos (como el Mercado Modelo), ollas populares, organizaciones sociales y autoridades gubernamentales y municipales.
El 42% de los productores que se dedican al cultivo agroecológico dijo que su trabajo “se vio afectado negativamente” durante la emergencia sanitaria, mientras que solo un 25% de los productores convencionales mencionó haber sentido ese impacto en su negocio. Por otro lado, el 45% de productores agroecológicos afirmó que “disminuyeron sus compradores”, al tiempo que el 66% de los productores tradicionales dijo haber reducido sus ventas.
Sin embargo, la coordinadora y responsable del proyecto Mariana Meerhoff, dijo a Búsqueda que al inicio de la pandemia aumentó la demanda de alimentos agroecológicos, es decir, aquellos que se producen sin la incorporación de químicos ni aditivos sintéticos. “Esto lo mencionaron muchos productores pequeños, ya que inmediatamente la gente quiso volcarse a una alimentación más saludable debido a una cuestión sanitaria”, explicó la investigadora.
Esta demanda obligó a los comerciantes a buscar nuevas formas de venta. Al menos un 33% de los productores agroecológicos encuestados dijo que incorporó nuevas tecnologías, como las redes sociales. La fiebre por el consumo de productos más saludables, no obstante, se estabilizó rápidamente.
El estudio también determinó la “inexistencia o debilidad de vínculos” entre ciertos actores del sistema alimentario, lo que provocó una respuesta de ayuda más lenta. Si bien la mayoría de los productores no identificaron cambios o fallas importantes en su red de distribución, según indica la encuesta, sí opinaron que algunas partes del sistema estaban “desconectadas”.
Por ejemplo, mencionaron la falta de políticas públicas que promovieran el acceso por parte de la población más vulnerable a los productores locales de pequeña escala, indicó Meerhoff. Según la experta, la mayoría de los productores encuestados criticó “la falta de vínculo” entre estos dos grupos, que podría haberse paliado a través, por ejemplo, de la implementación de un sistema de compras públicas de productos agroecológicos. Esto podría “facilitar el acceso a alimentos de mayor calidad para la población que acudía a merenderos y ollas populares y fortalecer simultáneamente la red de productores”, que generalmente no tienen la capacidad de colocar su producción a gran volumen.
En relación con las formas de producción, los comerciantes denunciaron además la aparición de “falsos productores de pequeña escala o agroecológicos” durante los meses de mayor demanda, lo cual para Meerhoff da cuenta de “la fragilidad” del Sistema Nacional de Certificación Agroecológica del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca.
“Eso denota además la necesidad de tener apoyos formales más fuertes por parte del Estado, pero también la necesidad de promover una mayor educación alimentaria entre la población”, dijo la investigadora. Según recopila el estudio, la inseguridad alimentaria que quedó expuesta con la emergencia sanitaria también da cuenta de que gran parte de la población “no sabe cuál alimento es saludable y cuál no, cómo se deben preparar o cómo se pueden aprovechar mejor”.
Cambios de comportamiento
Álvaro Adib, editor del material fotográfico y audiovisual del proyecto, explicó a Búsqueda los cambios que pudieron observar respecto a las prácticas de venta y de consumo de alimentos durante los primeros meses de la emergencia sanitaria.
En ese sentido, explicó que la pandemia empujó a toda la población a modificar su dieta. Mientras que los consumidores más representados en la encuesta adjudicaron el cambio a la decisión de consumir alimentos más saludables, la población más vulnerable se vio forzada a introducir esas variaciones empujada por la inseguridad alimentaria.
Según la encuesta, el hábito que más se modificó (33%) fue salir a comer fuera al menos una vez por semana: el 95% dijo “dejar de hacerlo”. En una línea similar, los encuestados que tenían la costumbre de pedir delivery al menos una vez por semana (27%) dejaron de hacerlo en el 87% de los casos. En tercer lugar, se ubica el hábito de consumir cocina casera (19%), que también se modificó masivamente pero en sentido contrario; el 94% afirmó “comenzar a hacerlo”.
Respecto a los sitios de ventas, antes de la emergencia sanitaria lo más frecuente era la venta directa en el predio de producción (31%), mientras que en la actualidad la mayoría de los productores venden de manera directa pero con reparto a domicilio (31%).
Geraldine García Matas, una de las estudiantes que trabajó en el estudio, explicó que el informe final aún está en construcción, aunque se encuentra en las fases finales.