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    Paren el mundo que me quiero subir

    Soul, la nueva película del estudio estadounidense de animación Pixar, se compone basada en duplas, incluso en los motivos que lograron convertirla en una de las producciones más esperadas por parte de los responsables de Toy Story. Es la primera producción de Pixar, una subsidiaria de The Walt Disney Company, en estrenarse en la plataforma Disney+, disponible en Uruguay desde el pasado noviembre. Es, además, el nuevo relato de Pete Docter, animador, guionista, director y una de las principales figuras creativas de Pixar tras la partida en 2018 de uno de sus fundadores, John Lasseter, quien renunció tras denuncias por acoso sexual dentro del ambiente laboral.

    Docter tiene una filmografía compuesta solo por éxitos. Debutó como director con la taquillera Monsters Inc. y continuó con la venerada Up: una aventura de altura, la segunda película animada en la historia en ser nominada como Mejor película tras La bella y la bestia.

    Su huella más memorable en el estudio la dejó con la inolvidable Intensa-Mente, en la que concibió la mente como el espacio de trabajo de un grupo personificado de emociones distintivas. No solo Intensa-Mente sirvió como una guía para la imaginación audiovisual, manejo del humor y carga emocional a la que Pixar debía apuntar. También inauguró una línea existencialista dentro de las futuras narrativas del estudio que permeó en historias como Coco, enfocada en el viaje de un niño a través del imaginario mexicano sobre la muerte; o en Toy Story 4, protagonizada por un tenedor de plástico que se cuestiona los propósitos de su existencia aleatoria.

    En Soul, el protagonista es Joe Gardner (doblado en la versión original en inglés por Jamie Foxx), un profesor de música quien tiene la oportunidad de cumplir el sueño de su vida al tocar en un club de jazz histórico de Nueva York junto a una estrella establecida. El sueño de Joe, así como su vida, se ven frustrados cuando un accidente lleva a su alma a El Gran Después. Empecinado por continuar con lo que le quedó pendiente, Joe combate su destino y se transporta hacia El Gran Antes, un lugar fantástico sin características espacio-temporales lógicas donde las nuevas almas obtienen su personalidad, carácter e intereses antes de comenzar sus vidas en la Tierra.

    El origen de la premisa de Soul, según narró Docter, reside en la complejidad de lo simple. El director, mientras andaba en bicicleta en un día caluroso se detuvo para recoger una frambuesa. Fue, según describió, la frambuesa más increíble que comió en su vida. “Aún recuerdo tan vívidamente ese momento casi insignificante”, señaló Docter en las notas de prensa de Soul. “Esta película trata de ampliar esa idea de tener un foco único, y pensar de manera mucho más amplia qué es lo que la vida tiene para ofrecernos y qué es lo que nosotros tenemos para ofrecerle a la vida”.

    ¿Y qué tiene Joe para ofrecerle a la vida? Su música. Joe es introducido enseñando a su clase, sin mucho éxito, Things Ain’t What They Used to Be, un estándar de jazz compuesto por el hijo de Duke Ellington, Mercer. Tras intentar contagiar a su alumnado su pasión por el piano y el género, con un poco de improvisación, Joe sentencia lo que él cree es su propósito en la vida: “Nací para tocar”.

    Las cosas no volverán a ser lo que eran una vez que el alma de Joe, concebida como un pequeño ser celeste que apenas mantiene los rasgos de su cuerpo original, sin importar la procedencia o raza de la persona, termine en El Gran Antes. Parte de la misión de Joe de volver a la vida, y poder tocar, lo cruza con 22, un alma que ha decidido no nacer ya que no le ve nada fantástico a la idea de vivir, incluso tras ser tutelada por figuras como Mahatma Gandhi, Abraham Lincoln y Muhammad Ali. Motivado por su amor al jazz, Joe buscará que 22 encuentre su propia motivación.

    La mayor ironía en Soul está, justamente, en la devoción de la película al jazz. Para tratarse de una historia que gira en torno a la súbita muerte y lucha por la resurrección de un músico apasionado, no hay casi ni un solo respiro en esta aventura de riqueza visual e interrogantes densas. Pese a que la improvisación rara vez sea palpable dentro de un arte tan calculado como el cine, en especial dentro de la animación, en Soul casi que no hay nota, musical y emocional, que no se sienta un poco manipuladora.

    El periplo trascendental de Joe y 22 los lleva a cuestionarse preguntas tales como para qué y por qué vivimos, planteando de comienzo una tesis arraigada en las pasiones, laborales o ancladas en pasatiempos, para lentamente descubrir, tal vez de forma predecible, que el verdadero disfrute del porvenir se encuentra no solo en las relaciones personales, sino en cómo nos relacionamos con cada aspecto del propio acto de vivir. Desde una conversación sobre nimiedades en la peluquería, apreciar la naturaleza en la vida urbana o un bocado de la pizza más grasienta, y, probablemente apetitosa, de Nueva York. Todo importa en Soul.

    La Gran Manzana es el escenario más sorprendente gracias a un realismo con detalles extremos que borronea los límites entre el cine animado y el cine tradicional a un nivel que asusta. Nueva York, con sus ruidos, su muchedumbre en constante movimiento y sus grafitis como paisaje natural, es el centro de la vida a la que no solo Joe quiere volver, sino también el propio guion que puja constantemente, con mayor o menor gracia, para que la acción se traslade allí. Tras su introducción (¿la obertura?), Soul divide sus primeros dos actos de forma equitativa, planteando un reconocimiento metódico de El Gran Antes, para luego contrarrestar la suavidad de esos espacios con el caos de la vida en la ciudad.

    El desorden se traslada también al guion, en especial en el trayecto a su desenlace. Una vuelta momentánea de Joe y 22 a la Tierra se da de una forma bastante “bestial”, en una porción que probablemente más risas genere dentro del público infantil. Es en el tire y afloje entre la Tierra y El Gran Antes, sin embargo, así como una batería de chistes que recurren a un corte de edición que traslada súbitamente la acción a otros momentos, espacios y personajes (una estrategia utilizada, hasta el cansancio, por series como Padre de familia), que hacen que el humor y el tercer acto de Soul suenen algo desafinados.

    De todas formas, Docter se desempeña como un narrador astuto a la hora de cimentar sus ideas. Una escena con Joe frente al piano contiene de los montajes más hermosos en la historia de Pixar, gracias a una superposición de vivencias que Terrence Malick moriría por filmar y que recuerdan a Joe que no solo vale la pena estar vivo, sino también vivir la vida.

    Pese a que no alcanza el estatus de brillantez de Intensa-Mente, Soul encara con una valentía simple y entrañable las conclusiones de sus interrogantes. Ofrece un nivel de animación estupendo, una banda sonora que mezcla jazz con alma y música infanto-futurista de manera muy creativa y un elenco de voces con diálogos astutos. Más que suficiente para recomendarla.