Título anodino para una película sosa. Aunque el original remite a otra cosa (“Salmon Fishing in the Yemen”) y hay una interesante novela detrás, la historia termina en los escaparates de los productos bien sosos.
“Un amor imposible”
Título anodino para una película sosa. Aunque el original remite a otra cosa (“Salmon Fishing in the Yemen”) y hay una interesante novela detrás, la historia termina en los escaparates de los productos bien sosos.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEmpieza bien. Un científico de escritorio (Ewan McGregor), experto en peces y amante de la pesca, recibe en su oficina un delirante proyecto: un jeque árabe desea llevar salmones al Yemen para crear un ecosistema verde, acuático y agradable en pleno desierto. El científico responde con sensatez que la propuesta es delirante e inviable. Pero la representante del jeque (Emily Blunt) insiste: hay mucho dinero para gastar. Y es verdad, por eso el delirio comienza a atenuarse. Ya se sabe: los billetes tuercen todo.
A todo esto, el gobierno británico mete sus narices en el asunto a través de una funcionaria de hierro (Kristin Scott Thomas), que busca sacar provecho y recomponer las relaciones con Oriente, un tanto deterioradas luego de las últimas invasiones y las últimas guerras contra el tan mentado Eje del Mal.
Como al jeque le sobran la pasta y las buenas intenciones (y también un discurso new age un tanto insoportable), la empresa toma forma real al mismo tiempo que el científico y la representante, de comprobadas vidas solitarias a pesar de tener pareja, estrechan sus relaciones.
Digamos que vamos al entretiempo con un panorama claro: se trata de una típica historia romántica ya vista muchas veces, donde la química de los actores es lo que importa. Bueno, están Ewan McGregor, que siempre responde bien (hizo de yonqui, de yedi, de Rock Hudson y también de Doris Day en “Una pareja despareja”), la juvenil y bella Emily Blunt y la muy sabia y también bella Kristin Scott Thomas. Nos queda algo de confianza para el segundo tiempo.
Pero no. La comedia apenas alcanza a dibujar un par de chistes que se festejan con una levísima mueca, el personaje de Scott Thomas se va quedando sin nafta (el personaje, no la actriz), el jeque sigue con su verborragia new age (que incluye religión, peces y amor, pero por la paz que el tipo lleva encima podría hablar de todos los temas hasta el infinito), Blunt tiene poco para aportar y McGregor queda solo contra el mundo embutido en su científico bobeta pero de buen corazón, que es lo que tiene que hacer. Adiós a la química.
A todo esto, uno mira al director (técnico), el sueco Lasse Hallström, a ver si ensaya alguna variante, si hace algo para cambiar la pisada, si se entera de que así moriremos de aburrimiento en la peor de las chaturas. Claro, uno confía en el hombre porque tiene algún antecedente acertado (“¿A quién ama Gilbert Grape?”, “Mi querido intruso”), pero son más los antecedentes desacertados (“El poder del amor”, “Casanova”, “Chocolate”... todo empalagoso, como los títulos lo indican), y entonces la historia confluye del modo más previsible y anodino: si en la novela había algo picante, en la película no está; si en la novela había un tono amargo, en la película lo cambiamos por un tono dulce. Más poder del amor, más chocolate.
¿Qué nos queda? Unos simpáticos pececitos de colores que saltan ante la felicidad del jeque y la de Ewan McGregor. Y Hallström que debe haber dicho en la última escena: “¡Qué lindo quedó!”.
“Un amor imposible” (“Salmon Fishing in the Yemen”). Reino Unido, 2011. Dirección: Lasse Hallström. Guión: Simon Beaufoy, sobre novela de Paul Torday. Con Ewan McGregor, Emily Blunt, Kristin Scott Thomas, Amr Waked. Duración: 107 minutos.