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    Pinochet y Chávez fueron recibidos y homenajeados por militares ultranacionalistas uruguayos, según un libro

    Un grupo de militares ultranacionalistas y nostálgicos de la última dictadura, entre ellos el coronel Regino Burgueño, recibió y homenajeó en Montevideo, por separado, al general chileno Augusto Pinochet y al teniente coronel venezolano Hugo Chávez.

    Pinochet y Chavez visitaron Uruguay en 1993 y 1994 mientras pasaban por circunstancias bien diferentes. El primero, que aún era comandante en jefe del Ejército de Chile, estaba en ordenada retirada del poder y aquí habría dado la orden de matar al bioquímico Eugenio Berríos para evitar que declarara en un juicio en su contra.

    Chavez, en cambio, venía de estar preso después de un frustrado levantamiento armado en Caracas contra un gobierno democrático al que acusaba de corrupto y estaba comenzando una carrera política que lo llevaría al gobierno de su país por medio de elecciones.

    Algunos detalles de estos encuentros, organizados por oficiales uruguayos que integraban el grupo paramilitar Guardia de Artigas, están relatados en el libro Conspiración. De bombas, amenazas y muerte en democracia, del periodista Alfonso Lessa, editado por el sello Sudamericana.

    “Chávez reconoció ese vínculo (con los militares ultranacionalistas) en Cuba, refiriéndose a un viaje que había hecho a Montevideo, ocasión en que el general (Liber) Seregni se negó a recibirlo por considerarlo un golpista. El encuentro con Pinochet, durante su llamativa visita al Uruguay (…) permaneció en secreto”, afirma Lessa.

    En otra parte del libro, que narra una serie de episodios violentos que se produjeron durante el gobierno de Luis Lacalle Herrera, se aportan algunos detalles del relato que Chávez hizo en La Habana, en un acto delante de Fidel Castro, acerca del encuentro reservado, que había tenido meses antes en Uruguay.

    Según el autor, “el venezolano hizo explícitos sus vínculos con los militares nacionalistas de América Latina, que no eran otros que los carapintada argentinos, la Guardia de Artigas uruguaya y, tal vez, los Tenientes de Artigas, que en el fondo parecían dos ramas del mismo árbol”.

    Aunque luego tomaron caminos diferentes, en esos años el casi desconocido Chávez, que fue entrevistado por el quincenario tupamaro Mate Amargo, y los miembros de la Guardia de Artigas eran cercanos a tal punto que los militares uruguayos lo invitaron a un asado y le entregaron, “en secreto” un busto del prócer nacional.

    El libro aporta pocos detalles acerca del encuentro con Pinochet. Sin embargo, es conocido que el entonces teniente coronel Tomás Cassella, que actuó como edecán durante esa visita privada a Uruguay, era jefe de operaciones de la Dirección General de Información de Defensa y la contraparte local de la operación conjunta con colegas chilenos para esconder en Uruguay a Berrios y a un grupo de prófugos de la justicia.

    El libro plantea la hipótesis de que algunos de los atentados incruentos que se produjeron en esos días, no solo tuvieran como objetivo las reivindicaciones presupuestales de la fuerza contra la política estadounidense, sino que también hubieran sido una cortina de humo para ocultar el copamiento militar que se produjo en la comisaría de Parque del Plata y que finalmente facilitó el secuestro y asesinato de Berrios y, años después, la extradición de tres oficiales uruguayos que fueron condenados en Chile.

    Hugo Chávez. Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS

    Ascenso de nacionalistas

    El libro aporta también algunos detalles acerca de hechos ya conocidos como el atentado al estudio del expresidente Julio Sanguinetti, el espionaje al general Fernán Amado y al entonces comandante en jefe del Ejército, Juan Rebollo.

    El desgaste en el cargo de Rebollo, que tenía una línea diferente a los Tenientes de Artigas, finalizó con su relevo y reemplazo por el general Daniel García, entonces de confianza de los ultranacionalistas.

    “En algunos ámbitos militares, como en el que respondía a Rebollo, se consideraba que la Guardia de Artigas como tal no existía, o al menos no era un grupo autónomo, sino que sus miembros respondían a los Tenientes de Artigas. Y que García no era ajeno a todo esto”, relata el libro.

    Aunque García llegó a comandante en esas circunstancias, luego, igual que Hugo Medina, decepcionó a los Tenientes de Artigas. El teniente general fue expulsado del Centro Militar debido a sus propuestas de pedir perdón y de iniciativas en la búsqueda de los desaparecidos.

    La mayoría de los oficiales de la inteligencia militar sospechosos de integrar los comandos que realizaron la serie de atentados, incluyendo uno a la Plaza de la Armada y a la casa de veraneo del comandante en jefe James Coates, de confianza de Lacalle y crítico de la dictadura, fueron enviados a misiones de paz en África y Asia y “los miembros de la Guardia de Artigas jamás fueron identificados ni juzgados”.

    Cuando Sanguinetti y Jorge Batlle fueron presidentes, los ultranacionalistas pasaron a segundo plano, aunque los lazos que habían comenzado en 1972 con los tupamaros ayudaron luego, con Eleuterio Fernández Huidobro al frente del Ministerio de Defensa, a un retorno.

    Información Nacional
    2021-11-18T00:46:00