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A Milton Friedman se lo recuerda por su sentencia: “No hay almuerzo gratis”; pero en una conferencia en Washington que brindó para El Cato Institute (una fundación de estudios públicos no partidista) desmintió que fuera suya (la frase era de Robert Heinlein). Por el contrario, Friedman contó que lo que dijo fue que el gobierno estadounidense de aquel momento, comandado por Bill Clinton, tenía la gran oportunidad de hacerse de muchos almuerzos gratis. La explicación y los ejemplos que dio luego para defender esa tesis nos permite trasladarlos a ciertos escándalos surgidos en entes públicos de Uruguay, escándalos que no solo nos recuerdan la promesa del nuevo gobierno de realizar auditorías, sino que nos llevan a sugerir la posibilidad de ir más lejos y evaluar si la propia existencia de esos organismos tiene sentido.
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Friedman explicaba en su presentación que EE.UU. tenía a mano lo más cercano a un almuerzo gratis. Tras hablar de que el libre mercado ofrecía esa posibilidad a los países, ponía algunos ejemplos. En los años 30 se creó la Administradora de Electrificación Rural (REA) con el propósito de llevarles electricidad a chacras, granjas y estancias estadounidenses. En aquellos tiempos un 80% no tenía. A la fecha de su charla el 100% de esos emprendimientos ya tienen no solo electricidad, sino también servicios telefónicos. Pero la REA seguía tan campante… “¿Qué pasa si eliminamos la REA? La gente de EE.UU. estaría mejor, ahorraría mucho dinero que podría ser utilizado para rebajar impuestos”.
Explicaba luego que en casi todos los rubros del presupuesto se podían encontrar ejemplos así. En 1945 había 10 millones de familias contratadas para trabajar la tierra. El Departamento de Agricultura tenía 80.000 empleados. En 1992 había 3 millones de personas trabajando el campo y el Departamento de Agricultura tenía 122.000 empleados con importantes sueldos. Aclaraba, además, que el departamento se dedicaba a subsidiar precios que encarecían el mercado y que obligaban a los granjeros a cultivar alimentos que luego tendrían que tirar. “Si eliminamos el Departamento de Agricultura, eso es para mí un almuerzo gratis”, puntualizó.
En nuestro país vemos que un ente regulador (sin independencia política) como la Ursec hace manejos arbitrarios y hasta corruptos para cumplir un rol como la administración del espectro radioeléctrico, que igual termina siendo responsabilidad del Ministerio de Industria. O implementa una ley de medios que no debería existir porque limita la libertad de expresión. Supuestamente, su función es regular y favorecer la competencia, pero termina haciendo todo lo contrario. ¿No habrá allí un almuerzo gratis o por lo menos mucho más barato?
El canciller renunciante Ernesto Talvi explicó en estos días que las comisiones binacionales CARU, Salto Grande y CARP tienen un presupuesto conjunto mayor al de toda la Cancillería. El ministerio que muchas veces fue cuestionado por el costo de su cuerpo diplomático queda relegado por tres organizaciones binacionales que están en la vuelta. Talvi empieza por pedir una justificación de los gastos, una especie de auditoría. Pero quizá es hora de ir un poco más lejos en procura de otro almuerzo gratis. No tenemos dudas de que con el tiempo lo exigido fue ampliándose de la misma manera que el Departamento de Agricultura de EE.UU., como explicaba Friedman. ¿No será hora de que una sola oficina atienda todos los acuerdos binacionales?
La Corporación Nacional para el Desarrollo, con el expresidente part time que contrató a su compañera, como informó Búsqueda, fue en su fundación acogida por Wilson Ferreira Aldunate como un gran aporte gubernamental a nuestra estructura económica. Pero ¿qué papel juega hoy? ¿Su rendimiento justifica el gasto que supone su existencia? Ese es otro ejemplo. Pero en casi todos los estamentos del gobierno hay adónde mirar con una decisión política más drástica.
Sabemos los compromisos políticos que tienen los partidos que asumen el gobierno y la necesidad de colocar a sus compañeros de causa, pero eso no puede justificar la conservación de oficinas que en muchos casos solo sirven para quienes las ocupan. Es tiempo de hacer una evaluación profunda del costo del Estado, no limitarse a auditorías que solo miran si las planillas cierran y si hubo corrupción. La pregunta debería ser si esos organismos le devuelven al contribuyente el dinero que está obligado a invertir vía impuestos. Como dice Friedman, es mejor evitar esos gastos tremendos para poder bajar la carga fiscal al sector privado, verdadero productor de riqueza y trabajo. Seguramente, hay varios almuerzos gratis a mano.