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    Poeta, estrafalario y tanguero innovador

    Horacio Ferrer: sus cenizas serán esparcidas en el Río de la Plata

    Salía al escenario con sacos color pastel, a veces de grandes cuadros, y completaba el atuendo con corbatas pajarita. Tanto su aspecto estrafalario como su forma de “decir” contrastaban con el estilo sobrio que en general tiene el ambiente tanguero. Horacio Ferrer fue poeta y también historiador del tango uruguayo, pero sobre todo fue el creador de unas doscientas canciones, muchas de ellas compuestas con uno de los mayores renovadores del tango rioplatense, su amigo Astor Piazzolla. Balada para un loco, Chiquilín de Bachín, La última grela, entre tantas de esas creaciones conjuntas, pasaron a integrar el cancionero rioplatense más famoso.

    El domingo 21, Ferrer murió a los 81 años en Buenos Aires, donde residía desde hacía varias décadas. Como un símbolo de su doble nacionalidad, su velorio fue en el salón Montevideo de la capital porteña. En el cementerio de la Chacarita fue cremado y sus cenizas serán esparcidas en el Río de la Plata.

    Había nacido en Montevideo un 2 de junio de 1933. Su padre fue un profesor de Historia uruguayo, Horacio Ferrer Pérez, y su madre, Alicia Ezcurra Franccini, una argentina cantante lírica y amante de la poesía. Ella le enseñó a recitar, un arte que Ferrer incorporaría a sus canciones como una impronta personal e innovadora. Su gusto por el tango lo llevó en los años 50 a conducir un programa radial en el Sodre y a fundar El Club de la Guardia Nueva, por donde pasaron figuras como Aníbal Troilo, Horacio Salgán y el propio Piazzolla. También integró una orquesta de tango como bandoneonista y dirigió la revista Tangueando. Luego vinieron sus libros: El Tango: su historia y evolución (1959), Discepolín, poeta del hombre de Corrientes y Esmeralda (1964) e Historia sonora del tango (1965).

    Si hubo un año clave en su trayectoria fue 1967. Un viernes de diciembre llegó a Buenos Aires a visitar a un amigo de quien había recibido una carta escrita con angustia: “He perdido a mi esposa y eso me ha hecho un daño tremendo. Estoy muy solo en mi apartamento y no lo soporto. (…) Es un año tremendo. Ojalá se arregle pronto, no sé si resistiré. Es maravilloso tener amigos como vos, espero verte pronto”.

    Quien así escribía era Piazzolla y esta carta la publicó Roberto Long en su libro Piantao. Balada para Horacio Ferrer (Aguilar, 2014), en el que narra la trayectoria del poeta a través de varios documentos, entre ellos, sus diarios y correspondencia personal.

    En entrevista con Búsqueda, en enero de 2014, Ferrer había recordado lo que significó su unión con Piazzolla en los inicios de su carrera como compositor. “Tuve la gran ventaja de que reparara en mi poesía el más grande revolucionario del tango, que fue Astor Piazzolla. Cuando escribí mi primer libro, que se editó en la editorial Taurus de Montevideo, se lo mandé y me dijo: ‘Horacio, esto es extraordinario, no hay nadie en Buenos Aires que escriba como vos. Y lo que escribís vos es como mi música, así que basta de Montevideo, te venís a mi casa en Buenos Aires y yo te doy una cama’”. También agregó que una de sus primeras composiciones junto con Piazzolla fue la ópera-tango María de Buenos Aires, en 1968, “un éxito desde su estreno, una cosa impresionante”.

    Además de Piazzolla, otros de sus maestros fueron Aníbal Troilo y Julio de Caro. Compuso asimismo junto a otros grandes del tango como Roberto Grela, Leopoldo Federico y Raúl Garello. Pero Ferrer tenía un estilo y un carisma que lo llevaron a compartir escenario con músicos de géneros muy diferentes, como lo hizo con Pedro Aznar al presentar el tango conjunto La crisis, o a escribir Dandy, el príncipe de las murgas, su última opereta inspirada en Hamlet, de William Shakespeare. Con música de Alberto Magnone, la obra, que se estrenó el 26 de enero de 2014 en el Auditorio del Sodre, transcurre en dos actos en un ambiente carnavalero y transita por variados estilos musicales (murga, candombe, tango, rock y hasta una payada criolla) y con artistas de diferentes ámbitos. 

    En 1990 Ferrer fundó la Academia Nacional de Tango, que presidió hasta sus últimos días, y participó en la creación de una treintena de instituciones en diversos países para difundir el significado del género rioplatense.

    En los últimos años había atravesado por problemas cardíacos, pero cuando hablaba de su internación lo hacía con muy buen humor y dando gracias a su esposa, Lucía Michelli (Lulú), con quien convivió los últimos 33 años de su vida. “Uno no le dedica el pensamiento a la enfermedad, sino a lo que va a hacer cuando se sane. Yo abro los ojos y me veo en la cama, en el instituto Fleming, y estaba Lulú ahí sentada al lado, una cosa fantástica: una cancerbera”, contó a Búsqueda.

    En una carta enviada a Long, y publicada en Piantao, Alejandro Dolina se refiere a la “musicalidad irrenunciable” en los poemas de Ferrer. Y en una frase resume muy bien lo que podría ser la figura, el humor y su concepción poética: “Todo esto Horacio lo logra sin perder la gracia; cada ‘tantito’ hay un toque payasesco; para salir de los pensamientos más oscuros siempre aparece un flautín o un fagot a poner una nota diferente”.