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    Política y crisis condicionaron el flujo turístico entre Uruguay y Argentina en las últimas décadas

    La cantidad de uruguayos que viajó a Argentina en el primer semestre supera el récord anual alcanzado en 2014

    El banquero José Rohm descansaba en una casa alquilada cerca de la península de Punta del Este en el verano de 1991. Estaba en un país que le generaba respeto y era lejano a la realidad de Argentina y Brasil, donde, entendía, los gobiernos robaban a la población con impuestos, inflación y devaluaciones. Eso era “quitarle dinero a la gente”, decía. Le gustaba que ningún inspector de impuestos estuviera cerca, que nadie chequeara su cuenta bancaria ni se fijaran qué tipo de barco tenía en los muelles. “Durante 100 años, Uruguay ha sido un refugio seguro para quienes fueron perseguidos en Argentina por dictadores (...). Cuando los militares toman el poder, la gente viene aquí”, comentó ese banquero que, 10 años después, estaría vinculado al fraude del Banco Comercial. Rohm hizo esas declaraciones para una nota que The New York Times publicó el 7 de febrero de 1991 titulada Punta del Este journal; For argentines, there’s no place like Uruguay (Diario de Punta del Este; para los argentinos, no hay un lugar como Uruguay).

    La nota destaca que había un “gran flujo de capital” desde Argentina y Brasil a Uruguay, que se reflejaba en viviendas de más de US$ 1 millón y “decenas de mansiones” con amplias salas de estar, piscinas cerradas y abiertas, canchas de tenis, garajes para tres autos y techos de cerámicas. Los precios de las propiedades subían y las autoridades locales decían que los permisos para construir se habían multiplicado.

    Pero Punta del Este no era solo un lugar para los “muy ricos”: “Cada vez más argentinos de clase media dicen que están invirtiendo su dinero aquí, comprando departamentos o casas más modestas y abriendo cuentas bancarias fuera del alcance de sus gobiernos”. Salvo durante la dictadura uruguaya (1973-1985), el país era conocido como un “paraíso bancario”, agrega la crónica.

    Los argentinos representaban el 85% de la población de Punta del Este. La elegían porque podían caminar hasta las cuatro de la mañana sin miedo, dormir con las puertas abiertas y dejar que sus hijos jueguen solos en la vereda. Era “esencialmente una colonia argentina”, pero los uruguayos no se irritaban. Eran los 90, la época de “un peso, un dólar” impulsada por el gobierno de Carlos Menem, y la ventaja cambiaria favorecía a los argentinos. La clase media se mudaba a Uruguay y se sumaba al público de clase alta, los visitantes habituales de Punta del Este. Otros argentinos llegaban hasta ese balneario y otros destinos en Uruguay para hacer turismo en verano o por el fin de semana.

    En casi 30 años, los argentinos que anualmente llegaron a Uruguay fueron en torno a 1,5 millones, salvo en algunas contadas excepciones: la crisis del 2001, el corte de los puentes por la instalación de la primera planta de celulosa y la pandemia. Así surge de datos del Departamento de Estadísticas del Ministerio de Turismo (Mintur) desde 1995, analizados por Búsqueda referidas a turistas, que son los que pernoctaron al menos una noche en Uruguay.

    El corte de los puentes

    El movimiento turístico entre Uruguay y Argentina siempre fue fluctuante y cuando el número de visitantes se reduce es porque deja de viajar la clase media, dijo a Búsqueda Liliam Kechichian, quien fue ministra de Turismo entre 2012 y 2020. Los de mayor poder adquisitivo (el público “ABC1”, en la jerga del marketing) siguen viniendo a Uruguay sean cuales sean las condiciones. Pagaron un 70% más sus pasajes para viajar en uno de los momentos más dramáticos: cuando vecinos de Entre Ríos decidieron cortar los puentes internacionales en protesta por la instalación en Fray Bentos de la fábrica de Botnia, hoy propiedad de UPM, aduciendo preocupaciones ambientales. Muchos de esos turista son dueños de una segunda residencia en Uruguay y siempre estuvieron alejados de las fluctuaciones del dólar, como si fueran “inmunes a los cambios”, definió la exministra frenteamplista.

    “Los cuatro años del bloqueo del gobierno de (Néstor) Kirchner fue lo peor que le pudo pasar al turismo. Soy muy crítica de la situación y también crítica con el Mercosur, porque no tuvimos ayuda de ningún país”, recordó Kechichian, actual senadora que en ese momento era viceministra de Héctor Lescano. Consultada sobre si el gobierno argentino era cercano en lo ideológico, contestó: “Nunca me sentí cerca del peronismo”.

    Recordó que el presidente Tabaré Vázquez no manejó “la política con enojos”. Así fue que, ante la afectación por el corte de puentes, surgieron los planes del turismo social, las bonificaciones en los combustibles y las exoneraciones del IVA en algunos productos. “No hay nada peor que el cierre de sus fronteras. El bloqueo fue muy duro para el comercio y el turismo. Y para las relaciones humanas, porque el turismo es también relacionamiento entre los pueblos. Lo viví como un momento doloroso, pero sacamos enseñanzas para pararnos de otra manera para la promoción”, dijo.

    Los datos del Mintur muestran que entre 2001 y 2010 la cantidad de argentinos que viajaron a Uruguay estuvo por debajo del promedio del período analizado, una caída que se puede explicar por la crisis económica de los dos países y el corte de los puentes.

    En 2005, los argentinos representaban el 80% de los turistas recibidos por Uruguay; 15 años después, esa relación se redujo a 60%, destacó Kechichian. “Era una dependencia alta, pero la amortiguamos”, destacó.

    Los viajes de uruguayos

    Esa relativa estabilidad en la cantidad de visitantes argentinos contrasta con la evolución de los uruguayos que fueron a Argentina. Desde 1995 hasta 2007, la cifra rondó los 400.000 (osciló entre 304.839 y 527.895). A partir de 2008 el número comenzó a aumentar hasta llegar a un récord en 2014, cuando viajaron unos 1,85 millones.

    En la década de los 90, los uruguayos viajaban a Buenos Aires a encontrar lo que no tenían en Montevideo, recordó el subsecretario de Turismo, Remo Monzeglio, en diálogo con Búsqueda. “No había el tipo de teatro de Argentina, que era de divertimento, lúdico. Iban a comer bien, a ver el espectáculo. Fue la gran diferencia a lo largo del tiempo”, describió ese jerarca, que está vinculado como empresario al rubro turístico.

    Con el paso de los años, los ingresos y salidas estuvieron afectados por la diferencia cambiaria hasta la situación actual, en la que los uruguayos viajan aprovechando la brecha con el dólar blue.

    En 2022, los uruguayos hacia Argentina fueron más (1,8 millones) que los visitantes argentinos (1,2 millones), una cifra muy cercana al nivel de hace nueve años. Este año se romperá una nueva marca: solo en el primer semestre de 2023 viajaron 1,88 millones de turistas a ese destino, una cantidad superior a la de todo el 2014.

    Restricciones y macrismo

    “¿Por qué a su gobierno, previo a cada temporada turística, le surge alguna medida?”. La pregunta la dirigió Monzeglio, por entonces ejecutivo hotelero, al presidente argentino Carlos Menem, durante un almuerzo de la Asociación de Dirigentes de Marketing (ADM). En el sector turístico se rumoreaba que Argentina establecería el cobro de un “peaje” a quienes viajaran a Colonia y casi todos los años se informaba que la oficina impositiva argentina —AFIP— iba a controlar a aquellos que veraneaban en Uruguay.

    “Eran todas medidas disuasivas para generar un ‘Quedate en Argentina’”, contó el actual jerarca. Menem no supo darle una respuesta clara: “No tengo conocimiento”, le dijo.

    Además de las restricciones en los pasos fronterizos, los gobiernos argentinos establecieron impuestos que desestimularon la llegada de turistas. Recién asumido, el presidente Alberto Fernández gravó con un tributo del 30% los gastos con tarjetas de crédito y débito realizados por argentinos en el exterior. Antes, durante la segunda presidencia de Cristina Fernández, la AFIP comenzó a exigir a los ciudadanos que viajaban información sobre los paquetes que contrataban en una agencia y a quienes pretendían adquirir dólares para gastos en turismo fuera del país.

    Entre medio de esos dos gobiernos peronistas, el turismo uruguayo tuvo su récord histórico de visitantes y de argentinos. En 2016, durante la presidencia de Mauricio Macri, la recuperación ilusionaba a los operadores con una mejor temporada turística y el gobierno descartaba tomar “medidas restrictivas”. En ese año los visitantes argentinos superaron por primera vez los 2 millones y en 2017 fueron 2,7 millones; fue el año en el que Uruguay superó los cuatro millones de visitantes —de todas las nacionalidades— recibidos.

    Es probable que en las próximas elecciones el peronismo pierda el gobierno, tras las elecciones PASO del domingo en las que el candidato oficialista, Sergio Massa, no llegó al 30% de los votos. Macri cree en octubre el porcentaje que logrará ese postulante será menor, lo que consideró una buena noticia. El miércoles 16, en Montevideo, en un evento del Centro de Estudios para el Desarrollo, el expresidente dijo que durante los gobiernos del kircherismo llegaban a Uruguay empresarios y “talento” argentino, lo que no continuará. “Vamos a ayudar a ustedes arrastrando a toda la región” cuando cambie la administración, señaló.

    Con el macrismo, Punta del Este volvió a ser “lo que alguna vez fue”, describió una nota de la revista argentina Noticias del verano de 2018. Al entonces ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, se lo veía caminando desde su casa en José Ignacio hasta el restaurante La Huella, y otros funcionarios se hospedaban en hoteles lujosos en La Barra.

    En los 90, con el menemismo, Punta del Este era el escenario de la rosca política. En 1999 esa publicación puso en su portada a un bigotudo Mauricio Macri junto a su padre, Franco, acompañado de sus parejas. “Poder y Champagne”, era el título.

    “Los 90 fueron los años de las modelos, las fiestas y del descontrol masivo. El uno a uno le había permitido a la clase media viajar a los mismos lugares que antes estaban reservados solo a un público de alto poder adquisitivo”, dice la nota.

    La crisis del 2001 volvió a alejar a ese público y luego llegaron los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. El matrimonio nunca “congenió” con el balneario top uruguayo y se instaló la idea de que veranear allí era un “pecado burgués”.