• Cotizaciones
    martes 10 de diciembre de 2024

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    Que no decaiga: tres cantos a la intensidad

    Hay una breve pero notable lista de argentinos intensos que aportan o aportaron a la cultura viviendo en Francia. Ahí tenemos el cine de Gaspar Noé, por ejemplo, o los textos y obras de Copi. Si se realiza la habitual manganeta de sustituir argentinos por rioplatenses, podemos sumar a nuestro Lautréamont. Claro que hay muchos otros argentinos (y rioplatenses) afrancesados, pero la palabra clave en esta poco defendible lista es intensos.

    La nueva incorporación al grupo es Ariana Harwicz, nacida en Buenos Aires en 1977 y trasplantada a Francia en 2007. Mientras vivía en Argentina estudió cine y dramaturgia. En Francia estudió artes del espectáculo y literatura comparada y se mudó a la campiña, en el centro exacto del país. Allí escribió su primera novela (Matate, amor, Paradiso, Buenos Aires, 2012), la segunda (La débil mental, Mardulce, Buenos Aires, 2014) y la tercera (Precoz, Mardulce, Buenos Aires, 2015). Ahora estos tres textos se reúnen en un volumen (Trilogía de la pasión, Anagrama, Barcelona, 2022), luego de haber sido traducidos a una veintena de idiomas, premiados y en general apreciados, aunque también rechazados. Harwicz hasta fue demandada y enjuiciada luego de la primera edición francesa de Matate, amor. Como contrapeso, la versión inglesa de la novela (titulada Die, my love) estuvo nominada en 2018 para el premio Booker Internacional, un galardón al que es de uso asociar el adjetivo prestigioso cada vez que se lo menciona.

    La clave, de nuevo, es la intensidad. La escritura de Harwicz es febril, agresiva, por momentos delirante, por momentos visionaria, por momentos violenta y por momentos (pocos, breves) tierna. Su estilo es una suerte de prosa poética feroz hasta lo animal, despiadada con sus voces narrativas, un chaparrón de lamentos, sarcasmo, sensualidad y desprecio. A veces parece que estamos ante un monólogo interior similar al de Molly Bloom al final del Ulises de Joyce, pero como si se sacara a Molly de su cómoda y calentita cama y se la tirara encima de un hormiguero. En la contratapa de La trilogía de la pasión, entre el goteo de nombres habitual en esos espacios y que intenta tirar anzuelos a los posibles lectores, aparece Marosa di Giorgio. Al principio la referencia puede sonar incongruente, pero luego de leer el libro, sobre todo su primera parte, algo de razón puede tener. Algo feral comparten ambas autoras, algo visceral y profundamente arraigado en lo vivo, animal o vegetal. Y algo perturbadoramente sexual. Pero mientras la sexualidad de Marosa se alimenta de un jardín, o como mucho de un huerto, la de Harwicz se nutre del bosque, de lo salvaje, o al menos de lo no domesticado. Se pueden leer como caras de la misma moneda. Harwicz es la perfecta anti-Marosa.

    Lo que convierte a estas tres novelas breves en una trilogía, aparte de su estilo desenfrenado, es su temática. Las tres tratan las relaciones familiares, desde distinto ángulo, pero con una misma mirada entre fascinada y asqueada. Matate, amor trata sobre una madre reciente que no logra conectar con su hijo ni con su marido ni con, en realidad, nadie en el mundo. La débil mental trata sobre una hija y su relación enfermiza con su madre. Precoz, sobre una madre y su hijo y su relación demasiado íntima en un ambiente de miseria. Las tres tienen esa urgencia animal, esa apariencia de descontrol apenas evitado, esa impresión de estar viendo un strip tease salido de alguna película de Cronenberg, donde la performancer no se desprende de ropa sino de entrañas. Pero no hay que caer en la trampa, no hay nada de fluir de conciencia o de escritura automática en la trilogía. La literatura de Harwicz es controlada, de probeta. Esa apariencia de accidente automovilístico en desarrollo es el resultado de una técnica literaria premeditada y férrea. Intensidad, sin duda, pero intensidad metódica y buscada. Las tres novelas son breves (en sus versiones originales, 112 páginas, Matate, amor, 112 tiene La débil mental y 86, Precoz) porque más sería abusar del lector. Hay un límite para el control que se puede ejercer sobre una cantidad tal de intensidad, y para lo que se le puede pedir a quien lo lea. Un centenar de páginas alcanzan y sobran para presentar a sus personajes, vaciar sus mentes sobre el papel, usar ese derrame para pintar con los dedos un paisaje tan vertiginoso como cotidiano y llevar todo el aparato hasta cierto desenlace. Más sería demasiado.

    Está claro que Harwicz tiene un problema con los vínculos familiares, y en concreto con la maternidad. La mayor evidencia de esto se puede inferir de Matate, amor, con su madre primeriza (Harwicz tiene dos hijos, el primero nació poco antes de escribir la novela), que vive con su marido en una casa semirrural, extranjera o al menos poco apreciada, desconfiada, irritable, sexualmente frustrada, incapaz de empatizar con su hijo y sintiendo culpa por ello. El entorno, muy similar al de la propia autora. Qué tanto de ese volcán de empatía negativa es real, vaya a saber.

    Tanto Matate, amor como La débil mental fueron adaptadas para el teatro, obviamente como monólogos para una actriz dispuesta a poner las vísceras en juego. En la solapa de la Trilogía de la pasión se anuncia que sus libros fueron adaptados al cine en 2021, lo que no parece ser muy cierto. Lo que sí ocurrió es que los derechos de los tres fueron adquiridos por una productora no muy rastreable, Expanded Media, de Londres, que parece no haber producido nunca nada ni en Inglaterra ni en su filial de California. Cómo y quién se va a animar a meter mano en un material tan poco visual y tan intensamente visceral como opuesto a sensorial es una interesante pregunta. Desde que el ya mencionado Cronenberg adaptó El almuerzo desnudo de Burroughs con más que razonable éxito, no hay motivos para dudar de que cualquier texto es trasladable a la pantalla. Incluso hay mucho en la trilogía que podría interesar al propio Cronenberg. Pero vaya a saber qué pasa con todo el asunto, si es que pasa algo.

    Harwicz no es una autora prolífica, y su propio estilo explica su ritmo lento. Extraer de su interior tanta violencia y desencanto, dar forma a ese falso descontrol, mantener la rienda firme en su ajuste de cuentas personal con la maternidad, las relaciones familiares, las convenciones sociales, la literatura contemporánea y la corrección política debe ser agotador. Después de semejante hat trick de intensidad pura y dura como fue la trilogía, ¿acaso puede manejar todavía más tensión Harwicz? Bueno, su cuarta novela (Degenerado, Anagrama, Barcelona, 2019) es el “laberíntico monólogo” de un pedófilo, en 128 vertiginosas páginas.

    Que no decaiga.