Nº 2189 - 1 al 7 de Setiembre de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa repetida frase “la reforma educativa se tiene que hacer con los docentes” es muy políticamente correcta pero también es una gran falacia, es decir, un engaño.
Los sindicatos docentes se han opuesto a todo tipo de cambio estructural desde el retorno a la democracia hasta ahora. Se opusieron a la reforma de Germán Rama con sus escuelas de tiempo completo, los centros de formación docente y hasta libraron una guerra contra las bandejas que alimentaban a los niños más necesitados. También se opusieron al Plan Ceibal impulsado por Tabaré Vázquez, al punto tal que tuvo que gestionarlo desde el Latu, porque si lo hacía desde la Educación Primaria estaba condenado al fracaso. Y ahora también se oponen a los cambios que propone el actual director nacional de Educación Pública (ANEP), Robert Silva.
Mientras tanto, el 40% de los jóvenes no termina la educación secundaria, cuando en Nueva Zelanda casi el 100% de la población tiene estudios universitarios. Como bien dice el pensador liberal Herbert Spencer: “La gran meta de la educación es formar seres aptos para gobernarse a sí mismos y no ser gobernados por los demás”. Y esto es justamente a lo que se oponen los sindicatos de izquierda: a que los individuos logren ser independientes y no tengan que suplicar un subsidio o un empleo al sindicato, al Estado o a alguna ONG afín.
Cuando un joven no logra formarse bien, no logra descubrir sus talentos ni sentirse útil, pierde habilidades y autoestima, lo que lo hace más maleable y dependiente. Con ese terreno de cultivo es muy fácil que germinen las semillas de la envidia, el resentimiento, el rencor o el odio al que tiene éxito, que son las bases sobre las cuales se asienta toda la doctrina socialista.
Por tal motivo estuvieron muy bien Robert Silva y el propio presidente Luis Lacalle Pou en decir que la reforma se va a realizar aun contra las críticas de los sindicatos, quienes tienen el derecho a hacerlas, pero no a cogobernar la educación. Es muy positivo que las cosas se logren por consenso pero no siempre es posible hacerlo, y en esos casos se requiere liderazgo para llevar adelante las ideas que las mayorías apoyaron previamente en las urnas.
Está muy bien que toda organización, sea pública o privada, con o sin fines de lucro, procure contemplar la opinión y los intereses de sus empleados, pero lo primero que tiene que contemplar es el interés de sus clientes. Y los clientes del sistema educativo uruguayo son los jóvenes que necesitan formarse para ser libres e independientes.
Por eso nada mejor que recordar las palabras de Peter Drücker sobre el propósito o misión de una organización: “La empresa no existe para beneficio de sus dueños ni sus empleados sino de sus clientes. Así el hospital existe para beneficio de los pacientes no de los médicos. La escuela existe para beneficio de los alumnos no de los maestros. La administración que olvida este hecho administra mal”.