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    Reilly reclamó por obras de infraestructura y criticó gestión e ineficiencias del Estado

    Para el flamante presidente de la Asociación Rural del Uruguay (ARU), Ricardo Reilly Arrarte, el gobierno que resulte electo enfrentará un escenario bastante más complejo que en la última década y deberá asumir la necesidad de resolver temas de fondo para dejar de ser “una carga” que traslada sus “ineficiencias” al sector privado, “mejorando la calidad del gasto público y su capacidad de gestión”.

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    Reilly, de 38 años, productor agropecuario del departamento de Cerro Largo, casado, con dos hijos, ingeniero agrónomo y máster en administración de agronegocios, ex presidente de la Sociedad de Criadores de Hereford y vinculado al gremialismo rural desde hace casi una década, asumió el lunes como presidente de ARU por un período de dos años, sustituyendo a Rubén Echeverría.

    Lo que sigue es un resumen de la entrevista realizada por Campo.

    — ¿Cómo describiría el escenario actual del sector agropecuario y el marco en el que deberá desenvolverse el próximo gobierno?

    El nuevo gobierno deberá enfrentar un escenario bastante más desafiante al de los últimos años, con precios de varios productos que Uruguay exporta en valores mínimos de los últimos 4 años, salvo la carne. Vamos a tener una alta inflación, elevados costos internos, tasas de crecimiento económico más moderadas, un déficit fiscal de 3,2 del Producto Bruto Interno (PBI), que no es el de hace 10 años, y donde además quedan problemas de fondo por resolver. La clave estará en mejorar la calidad del gasto público y la capacidad de gestión.

    Soy optimista porque las perspectivas a mediano plazo son positivas, porque somos un país agroexportador y la demanda de proteínas va a seguir firme, pero insisto: debemos trabajar en mantener equilibrios internos para ser competitivos y no siempre rehenes de los ciclos económicos y del cortoplacismo.

    —¿Cuáles son los principales desafíos que se planteó al asumir?

    —La actividad gremial debe ir buscando un profesionalismo cada vez mayor, sobre todo en algunas áreas. Me gusta hacer hincapié en la comunicación, tanto hacia adentro de la gremial y del sector como hacia afuera de este.

    Tenemos que formar equipos de trabajo, porque tan importante como trabajar y lograr elaborar un mensaje, es saber comunicarlo. Hay que actualizar la actividad gremial y adecuarla a los tiempos que corren, pero sin perder la esencia de la Asociación Rural, que es la institución más antigua del país. Respecto a los temas urgentes, estamos en un período de cambio, y, por lo tanto, lo más importante hoy, es instalar el equipo de ARU en la cancha y esperar que se instale también el equipo de lo que será el nuevo gobierno con el cual vamos a tener que trabajar, en mi caso, en los próximos dos años, y el país, en los próximos 5 años. Urgente es todo y es difícil establecer prioridades.

    Abatir costos internos

    —¿Cuál cree que son las limitantes que el sector enfrenta para avanzar en el desarrollo?

    —El Estado no puede ser una carga y seguir trasladando sus ineficiencias de gestión a los privados. Y ni que hablar que debería generar una reducción de costos de producción que hoy son extremadamente altos. Hay que trabajar en la eficiencia del gasto público. Tenemos combustibles carísimos, fletes y energía que son los más caros de la región y problemas de infraestructura que no deberían existir luego de 10 años de recaudación récord.

    Hay una notoria falta de inversión por parte del gobierno central para tener las rutas en condiciones, y más cuando esa recaudación es consecuencia en gran medida de los incrementos en la productividad de parte de los productores y de todas las cadenas de valor. Existe un problema logístico que resolver si queremos ser un proveedor competitivo de materias primas frente a otros países que producen y venden lo mismo que nosotros, pero con menores costos de producción y de transporte.

    El ferrocarril y la adecuación de los puertos es una de las tareas clave que va a tener el próximo gobierno y tendrá que generar inversiones para no seguir trasladando ineficiencias a los productores.

    El tema de la infraestructura no debe ser visto solo como un problema logístico para trasladar la producción, sino que además está directamente ligado a lo que es el bienestar de la población, mejorando la calidad de los servicios públicos como la salud y la educación en el interior del país, en las zonas más alejadas. Una mejor infraestructura va a bajar los costos de producción, pero también va a mejorar la calidad de vida para todos los habitantes. La inversión en infraestructura genera además fuentes de trabajo directas, por lo que hay todo un dinamismo que no está ligado exclusivamente a la producción.

    —¿Cómo evalúa la evolución del sector ganadero en los últimos años?

    —En estos últimos años la ganadería ha tenido aumentos significativos en la productividad, que es un indicador de eficiencia, porque estamos incrementando la producción con los mismos recursos disponibles y eso es consecuencia de la innovación e implementación de nuevas tecnologías, pero también producto de la mejora en la profesionalización de la eficiencia en la gestión, tanto del capital físico como del capital humano. Es imposible pensar en aumentos en la productividad sin un fuerte proceso innovador, y los productores uruguayos demostraron en este período que cuando tienen las condiciones dadas, tienen un fuerte espíritu emprendedor.

    Cuando todos pensamos que la expansión agrícola y forestal iba a provocar una disminución en el producto bruto ganadero, pasó, en un área más reducida, de procreos de 60% a 75 %, se bajó la edad de faena y entore, se destetaron 3 millones de terneros y hoy tenemos el stock ganadero más grande de la historia. Hubo una sinergia inteligente entre los diferentes rubros que estaban operando y hubo un complemento en vez de una sustitución.

    Productividad no es sinónimo de rentabilidad, porque para que los incrementos en la primera sean sostenidos en el tiempo, todos los procesos tienen que estar asociados a una mayor rentabilidad de la empresa, lo cual no siempre sucede.

    Hoy, de la mano de los mejores precios internacionales para nuestros productos, de la valorización de la tierra y la disponibilidad de tecnología segura, se generó ese marco adecuado para crecer hacia adentro en las empresas.

    En esto juega un papel importante la inversión y la calidad de gestión, pero también en la articulación de todos estos procesos. El Estado tiene que ser un facilitador para que la inversión en el incremento productivo se torne rentable en el tiempo, si no, no tiene sentido, y esta es una de las claves. En caso contrario seguiremos siendo extremadamente dependientes de los ciclos económicos.

    Libre mercado

    —¿Existe una cadena cárnica? ¿Es necesaria la intervención estatal para que esta funcione correctamente?

    —El libre mercado tiene sus imperfecciones pero ha demostrado ser un sistema que funciona mejor que otros. Yo no confío en los dirigismos, porque las intervenciones del Estado en los negocios entre privados no son buenas, debido a que sabemos dónde empiezan, pero no sabemos dónde terminan. Ejemplos de esto en el mundo sobran. El Estado se debe encargar de que los negocios sean transparentes y de que exista una libre competencia en igualdad de oportunidades para las partes que negocian.

    Uruguay en ese sentido tiene una ley de defensa de la competencia y una Comisión de Defensa de la Competencia. Sabemos que hay fuerzas desiguales en la negociación, que hay menos empresas que están concentrando la faena y que se deberá observar de cerca cómo opera este mercado de oferta y demanda.

    En ARU tenemos un equipo técnico que está monitoreando el comportamiento del mercado en forma permanente, haciendo trabajos, analizando referencias históricas de precios, datos de faena, precios semanales con su respectiva correlación con los volúmenes y precios exportados, y cuando entendamos que existe una marcada contradicción entre estos datos, lo vamos a manifestar, como lo hemos hecho siempre.

    Tampoco podemos caer en un cuestionamiento persistente del mercado de oferta y demanda porque existió toda la vida en el sector agropecuario y en la economía. El productor a veces se ha visto fortalecido para negociar por ejemplo en una buena primavera y a veces la industria tiene un poder negociador más fuerte. Como dirigentes gremiales debemos mantener el equilibrio y la coherencia en los análisis y en las declaraciones hacia afuera, pero el mercado de haciendas es un tema sobre el cual vamos a estar encima de forma permanente.

    —¿Cómo califica el funcionamiento de la exportación de ganado en pie?

    —La exportación en pie es parte de la defensa del libre mercado, porque es la válvula de escape que tiene el productor para no quedar preso únicamente del mercado interno. Es el mejor estímulo para el criador, que a la larga va a ser beneficiosa para toda la cadena cárnica y para el país. Si vamos a la discusión por los precios de la hacienda, ARU siempre advirtió la necesidad de que la exportación tenía que ser libre. Hubo actores del gobierno que en su momento entendieron que la actividad tenía que estar regulada, y en la práctica lo estuvo, por más que se lo niegue.

    El stock de vacunos actual es récord, con tres millones de terneros, y no está muy claro si la industria va a absorber ese número de animales, por lo cual hoy más que nunca la exportación en pie tiene que estar abierta. Y acá me quedo con un estudio del Cinve que concluyó que entre aquellos rubros que tenían mayor número de conocimiento agregado, después de la informática, estaban el ganado y los granos. El propio animal ya es una fábrica de conocimiento; entonces, cuando exportamos en pie, no hay que alarmarse porque se está exportando más de un siglo de selección genética y esto corre para el ganado de carne pero también para el ganado lechero. Todo esto es genética en forma de conocimiento envasado.

    —¿La ganadería uruguaya no está perdiendo una oportunidad por no utilizar hormonas o promotores del crecimiento?

    —El uso de hormonas para el crecimiento en ganado de carne hoy está siendo un gran problema para el ingreso a algunos mercados. Países como China, que hoy es nuestro principal cliente, están poniendo fuertes restricciones a la importación de carne con hormonas. Australia tuvo serios inconvenientes y restricciones porque se detectaron residuos importantes, tanto que hasta temporalmente le cerraron el mercado.

    Atrás de esto vienen controles que implican un costo de comercialización extra, porque requieren la emisión de certificados, misiones sanitarias, controles y termina siendo en el mundo actual una amenaza latente para la salud del consumidor.

    Uruguay es el único país del mundo donde el uso de hormonas para el crecimiento en ganado vacuno está prohibido por ley, y eso nos diferencia como proveedor de carne natural de alta calidad hacia los principales mercados del mundo. Es una garantía que habla de la seriedad de Uruguay y creo que hoy nos estamos beneficiando de no usar este tipo de elementos, frente a utilizarlos.

    Igualdad de oportunidades

    —¿Qué opina del fenómeno de extranjerización y concentración en el campo?

    — En los últimos 10 años el país sufrió el mayor proceso de extranjerización de la tierra de la historia. No lo veo como algo negativo, porque trajo consigo elementos que fueron muy positivos para el país y para la sociedad. La inversión extranjera generó gran parte de la revolución productiva que vivimos, la intensificación de los ciclos productivos, crecer hacia adentro de los sistemas de producción y también ayudó a valorizar el activo tierra. Este conjunto de procesos fue lo que dinamizó al sector y al país. La inversión extranjera, además, trajo consigo nuevas formas de producir, nuevas tecnologías, conocimiento. Y el caso de la soja es muy claro en eso.

    La inversión extranjera siempre es bienvenida por el impacto económico y social que genera, sobre todo por el aumento en la demanda de empleo y el dinamismo que provoca en el interior del país.

    Hoy las grandes superficies de tierra están en manos de empresas multinacionales; entonces está bien que vengan pero hoy más que nunca los productores uruguayos tienen que tener las mismas oportunidades que se les dan a estas empresas, con exoneraciones y todos los beneficios que se otorgan a las multinacionales. Algunas de estas compañías no pagan impuestos que pagamos todos los que estamos acá, mientras que a los locales no nos hacen ningún tipo de excepciones.

    Hay que cuidar a los productores nacionales, que somos los primeros en reinvertir nuestro trabajo y ganancias en el país.

    —¿Y de la prohibición de las sociedades anónimas en el agro?

    —Deberíamos estar en igualdad de condiciones con el resto de los sectores y permitírseles a los productores asociarse de la manera que entiendan conveniente, precisamente para darles las mismas oportunidades de competir frente a estos procesos globales, que no podemos decir que son malos, pero que si los admitimos debemos hacerlo en igualdad de condiciones con los productores locales.

    Respecto a la compra de tierras por parte de Estados extranjeros, la ARU se expresó sobre el tema: estamos de acuerdo con que se prohíba, pero sin excepciones y ya sabemos que se han otorgado algunas en el sector forestal.

    —¿Está de acuerdo con la exigencia de los planes de uso y manejo de suelos?

    —Leyes sobre la conservación y uso de suelos existen desde hace más de 40 años en Uruguay. Después hubo actualizaciones hasta llegar a la ley actual. Con la fuerte expansión agrícola de los últimos años es necesario contar con herramientas de este tipo que nos orienten hacia el cuidado de nuestros recursos naturales, pero eso se debería obtener por convencimiento y por conciencia de cada productor y no por una imposición de parte del Estado.

    Debemos respetar la ley, pero es más importante informar y concientizar al productor para que actúe responsablemente, que en muchos casos puede ser mejor que imponer. Tenemos que trabajar para que estos planes sean sostenibles en el tiempo y podamos avanzar hacia una agricultura integrada, sustentable y de precisión. Esos planes deben ser flexibles, sensatos, y lo han sido en este invierno por las abundantes lluvias, en parte por el clima y también por (la caída de) los precios internacionales de algunos productos.

    Transgénicos

    ¿Considera adecuado el tratamiento del gobierno en el estudio de los transgénicos?

    Uruguay está muy bien organizado para la evaluación de los eventos transgénicos y siempre ha cumplido todos los procesos desde las primeras etapas. Se trabaja en los estudios caso a caso porque depende de las ventajas o desventajas de acceso a los diferentes mercados. Por ejemplo, el arroz, donde no se utilizan transgénicos por una razón comercial, al entenderse que para ese producto determinado su utilización sería contraproducente.

    El uso de transgénicos es parte de la explicación de todo este crecimiento agrícola, porque es un instrumento que es diferenciador y que nos permitió desarrollar la nueva agricultura de la mano de la expansión de la siembra directa. Estas variedades genéticamente modificadas son amigables con el suelo y su conservación y no se ha demostrado ningún daño para la salud por el consumo de estos alimentos. No podemos poner en cuestión el acceso a determinadas tecnologías basados en argumentos que a veces son ideológicos. Hay que tener fundamentos técnicos. Uruguay siempre cumplió con todos los procesos de evaluación de riesgo, desde las primeras variedades de soja hasta el momento.

    Megaminería

    ¿Qué opina de las inversiones en megaminería?

    No estoy en contra de explotar la riqueza del subsuelo, pero en las actuales circunstancias entiendo que no están dadas las garantías mínimas necesarias ni desde el punto de vista de la salud humana ni del medioambiente para llevar adelante este tipo de emprendimientos en el país.

    Tampoco se hizo esfuerzo por informar a la ciudadanía, para darle certezas sobre un tema que es nuevo. Se manejó mal desde un principio, porque tenemos que preguntarnos cuánto hemos invertido en venderle al mundo la marca de un país asociado a lo natural, si existen en el mundo otros países con explotaciones de este tipo conviviendo con explotaciones ganaderas naturales.

    Estos emprendimientos, que son meramente extractivos de recursos que no son renovables, pueden llegar a poner en riesgo la identidad de nuestro país como proveedor de alimentos saludables y confiables.

    Habrá que analizar si es posible ser reconocidos por producir carne a cielo abierto y a la vez por la extracción de metales a través de la minería a cielo abierto.

    Y otra cosa es la agresividad con la que se trató a los productores afectados desde un comienzo, dividiendo a los pobladores de determinadas zonas rurales, vecinos, amigos. Con este tipo de emprendimientos se les está trastocando la forma de vida a muchas familias rurales, y sobre todo a pequeños y medianos productores que viven en el campo y que criaron y formaron sus familias en la zona, productores de 50, 100 o 200 hectáreas.

    Está ese doble discurso de que por un lado se dice que hay que poblar la campaña hablando de la familia rural, pero cuando aparecen grandes sumas de dinero, los argumentos se cambian.