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“Uno aprende con esta exposición”, comenta la señora a su marido mientras pasea por la larga fila de fotografías instalada en el Prado. La soleada mañana de domingo permite disfrutar del clima, la naturaleza y una exposición sorprendente. Es parte de un proyecto que incluye otra muestra en el Parque Rodó. No es casualidad que el sol y la luminosidad del domingo jueguen a favor de este inusual y contundente proyecto que reúne unos 150 trabajos entre las dos exhibiciones, de autoría diversa y provenientes de diferentes partes del mundo. La luz es precisamente el motivo, como respuesta al Año Internacional de la Luz, propuesto por Unesco para el 2015.
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Desde la ciencia al fotógrafo o desde la ciencia al arte. Da lo mismo, se borran sustancialmente los límites. Lo que importa es la mirada. Hay estrellas, cielos, lunas y soles, galaxias, increíbles fenómenos ópticos que la mayoría de los mortales jamás veremos a simple vista. Hay por ejemplo un rarísimo y perfecto círculo de estrellas que inundan el cielo como una fuerza que está a punto de envolver la Tierra. Es como una lluvia de pequeñas estrellas fugaces, una inundación centrífuga de luces de colores en diseño perfecto. En el centro de la imagen, el observatorio del Magic, uno de los telescopios más grandes en su estilo, capaz de captar los destellos de luz producidos en la atmósfera por los rayos cósmicos. El telescopio tiene “un espejo de 17 metros de diámetro y 236 metros cuadrados de superficie reflectora, construido en base a 270 pequeños paneles de espejos”. La descripción que figura en la foto es apenas un dato, importante pero poco relevante para la impresión que genera ese extraño aparato que refleja en su superficie el llamado startrail o rastros de estrellas. Si uno no leyera la inscripción, podría pensar en una vieja estructura abandonada en un planeta deshabitado, imagen recurrente de la ciencia ficción. Es una especie de nave enfrentada a la inmensidad de un viaje casi imposible.
Esta muestra permite jugar a todo; a la ciencia aunque con los datos básicos y mínimos para entender lo que se pueda, al arte con imágenes provocadoras y seductoras o a la ficción aunque no lo sea. En este caso, es evidente que el científico lleva una ventaja abismal con relación al espectador ignorante o desprevenido. Eso también es un logro de esta exposición titulada Espectros de lo (in) visible (universo planetario y cósmico y universo humano y microscópico), propuesta por un grupo de científicos uruguayos (Sociedad Uruguaya de Física, Sociedad Uruguaya de Astronomía, Instituto de Física de la Facultad de Ciencias e Instituto de Física de la Facultad de Ingeniería), miembros de Eunic Montevideo. La Eunic es la red de institutos de Cultura de los países de la Comunidad Europea.
Hay maravillosas imágenes del espacio y sus rastros no visibles a simple vista. La del telescopio “mágico” es de Portugal. Hay de muchísimos países. Hay imágenes de lunas y soles que se multiplican.
Las de Grecia, por ejemplo, son sorprendentes. Están ubicadas en el borde mismo de la cultura y sus lejanos o extraños límites. Hay una foto que muestra el mismo fenómeno en el cielo, una rasgada lluvia de estrellas que baña los restos del templo de Poseidón en el Cabo de Sunion, sobre el mar Egeo. En la antigüedad, el lugar se usaba para vigilar el movimiento de los barcos. Según el mito, desde allí se tiró Egeo al mar cuando vio que su hijo Teseo volvía de pelear con el Minotauro y en sus barcos se izaban las velas negras en lugar de las blancas en señal de su muerte. Teseo sobrevivió pero se olvidó de levantar las velas blancas. Uno de los tantos gestos irónicos de la muerte. Del templo quedan hileras de columnas de seis metros de altura, una base poderosa y poco más. La foto lo muestra en perspectiva hacia el cielo bañado de estrellas, en trazos más o menos finos y entrecortados.
El cielo y el templo resumen la aspiración impostergable del ser humano por ir siempre más allá, por intentar explicar lo inexplicable, por sostener esa metáfora permanente sobre el origen y sentido de todo. El mismo espíritu que empuja al arte y a la ciencia en busca de una verdad posible o varias. En rutas paralelas, en encrucijadas, a veces en cruces tan fructíferos como reveladores.
Todo es nuevo o así lo parece en esta muestra. Aunque si uno observara con más dedicación, podría relacionar miles de pequeños momentos de simple impacto visual. Como en esas noches de verano en la costa, lejos de las luces, cuando el cielo está repleto de estrellas, luces, satélites, puntos incomprensibles y fascinantes que hablan en silencio sobre el ser y la existencia. En cierto sentido, estas fotos provocan el mismo encanto, la misma seducción. Las del Parque Rodó en la imagen del cielo y el espacio infinito desde diferentes partes del mundo. Las del Prado en la fantástica evolución científica hacia el propio ser humano, hacia la naturaleza más cercana, en lo micro, en esa intromisión de la ciencia al mundo de lo que no se ve pero que deslumbra con su presencia cuando alguien corre el velo de su existencia invisible.
Hay física y química aplicadas a mundos interiores, coloreados, descubiertos por altísima gama de experimentos, por sacrificios inimaginables, por curiosidad desesperante y paciente. Otro vínculo exacto con el artista. Que lo diga la foto de la pareja de esqueletos. Se dan un beso, se ven sus cabezas, los huesos sin más datos o referencias. La identidad es interior, el gesto es radical. Se titula Beso de rayos X y forma parte del proyecto Xograms, de Hugh Turvey, artista inglés que explora el límite entre lo visible y lo que no se ve. Podría ser el beso de la muerte, otra ironía como la de tantas calaveras que juegan a asustar o tantos amores que juegan a morir. Pero la gracia y el encanto del trabajo, el manejo de la luz, la composición y la fuerza del momento, superan ampliamente el simple recurso aplicado con los rayos descubiertos en 1895. Turvey encuentra un punto justo en todo el proceso y se detiene en el lugar de lo nuevo. Como la ciencia cuando da un paso significativo. En el Prado, el mundo increíble de la biología; en el Parque Rodó, el cosmos. Entre ambos, el hallazgo y el desafío permanente. Para el científico, para el artista, para la humanidad, en toda la dimensión de la cultura.
Espectros de lo (in) visible. Fotogalería a cielo abierto en el Prado y en el Parque Rodó. Todos los días del año en cualquier horario. Hasta el 26 de octubre.