En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Antipática, incómoda y repelente. Tres maneras de definir a una película notoria y con una singularidad envidiada: encontrar, después de terminada, la manera de asentarse en quien la miró. La invasión sucede de forma brusca, aunque no por ello menos bella, y tiene el nombre de Sinónimos: un israelí en París, la penúltima película del director y guionista israelí Nadav Lapid, ganadora del Oso de Oro en Berlín en 2019. Exhibida en julio en Cinemateca y actualmente disponible en Qubit, este es un cine de ingeniería de explosivos. Complejo, intrigante y dañino.
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Sinónimosestá inspirada en una experiencia en la juventud de Lapid. En su lugar, en la ficción, está Yoav, un joven israelí que abandona el ejército y viaja a París con una agenda existencial más que clara: morir como israelí y renacer como francés. Del Ben Gurion de Tel Aviv al Charles de Gaulle de París para comenzar una búsqueda por una nueva vida.
A Yoav le pone el cuerpo el actor debutante Tom Mercier, un excampeón israelí de judo que abandonó las artes marciales para dedicarse a la danza. Cierta fragilidad, ternura y buenos modales que cubren una violencia a flor de piel llamaron la atención del director de La maestra de kindergarten (2014). Lapid eligió a Mercier como el avatar de una de sus películas más personales, en la que también trabajaron su madre y padre como editor y coguionista, respectivamente.
El comienzo de Sinónimos aventura que la transición de Yoav hacia una vida nueva no será gentil. En la secuencia inicial, Yoav recorre por primera vez las calles de París con poco, una mochila y un ímpetu frenético respaldado por la tendencia de Lapid en filmar a su protagonista casi que arrojándole la cámara encima y transformándola, por momentos fugaces, en su punto de vista.
Cuando llega a un lujoso aunque vacío apartamento (¿alquilado? ¿invadido?), Yoav no ha entrado aún en su crisálida. Camina lento, desnudo, hacia el baño, se da una ducha y se masturba. El anticlímax lo encuentra al salir de la bañera y toparse con que ya no tiene posesión alguna. Abatido, sin nada y con frío, busca las últimas gotas de calor nuevamente en la bañera. Su cuerpo esculpido y gélido es encontrado y rescatado al otro día por una pareja vecina de jóvenes burgueses. Un Marat con mejor suerte.
Yoav no carga con poemas, pero su camino será intrínsecamente lingüístico. Para su transformación, decide no volver a emitir una palabra en hebreo. Para entrenarse en el francés, acude a un diccionario con el que podrá ejercitar su uso y conocimiento de los sinónimos. Camina en las frías noches parisinas intercambiando una palabra por otra de manera vertiginosa, como si cada una abriera puertas.
La idea de la consolidación de una identidad está constantemente en lucha en los vínculos de Yoav. La pareja que salva su vida representa a la Francia anhelada, seductora, con hambre de ideas y pasionaria. En su relato y en las palabras de Yoav, en tanto, Lapid se muestra siempre muy crítico con Israel. No es capaz de ver un futuro para su nación y si no puede haber Israel, tampoco podría haber israelitas.
Sinónimos es una película de deformaciones, en el carácter e identidad del protagonista pero también en la memoria de su creador, responsable de un ejercicio biográfico estimulante en el que conviven los arrepentimientos y los orgullos; dos caras de una misma moneda que, como Yoav, resulta más intrigante cuando cae de pie.