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En los últimos días, en varios puntos del país, productores agropecuarios sacaron a las rutas los tractores y cosechadores que utilizan en su actividad para protestar por el alza de costos y la pérdida de rentabilidad del negocio. A pesar de atravesar una coyuntura complicada —según dicen los empresarios—, la inversión en maquinaria agrícola aumentó en 2017 en relación con el año anterior, lo que significó un punto de quiebre respecto a la caída que venía registrándose desde 2014.
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En el año que acaba de finalizar, las importaciones de maquinaria agrícola sumaron US$ 102 millones, 22% más que en 2016, según un análisis realizado por el Departamento de Consultoría del estudio Carle & Andrioli, con base en información de Aduanas. El aumento se explica por el incremento de cosechadoras y tractores (26%), así como de sembradoras (17%).
La maquinaria provino principalmente de Brasil y Estados Unidos, y su importación representó 1% del total de las compras realizadas por Uruguay al mundo en 2017.
Más inversión y menos renta.
La inversión agrícola había caído 6% en 2014, 53% en 2015 y 38% en 2016, al comparar con cada año previo, repasa el análisis. Apunta que si bien esa tendencia se revirtió en 2017, el monto fue algo más de un tercio (35%) del nivel récord de 2013, cuando se ubicó cerca de los US$ 250 millones, surge del índice que Carle & Andrioli utiliza como una aproximación a dicha inversión, considerando las importaciones en dólares constantes de tractores, sembradoras y cosechadoras.
Calculó que por hectárea sembrada la inversión en ese tipo de maquinaria fue de US$ 58, contra US$ 44 de 2016. Eso está “muy por debajo” de los promedios registrados entre 2008 y 2014 (US$ 121 por hectárea), agrega el informe.
A pesar de esa buena señal que supone el repunte de la inversión en maquinaria el año pasado, “se observan dificultades en la rentabilidad, competitividad y situación financiera” de los productores del campo, señala Carle & Andrioli. Agrega que debido a la incidencia “negativa de altos costos de producción agrícolas en dólares” dada por la estabilidad del tipo de cambio y los aumentos en las tarifas energéticas y de los salarios, la rentabilidad de las empresas agrícolas en 2017 fue “nula o negativa”, excepto las dedicadas a la soja. Ello se reflejó, indica, en la reducción del área sembrada y en un aumento de la morosidad con la banca.
En la zafra 2016-2017, el área agrícola bajó 5% respecto a la campaña anterior. En tanto, la productividad creció 1%, según el índice de producción por hectárea que elabora el estudio con base en la media de rendimientos ponderados en función del área sembrada de los principales cultivos (soja, trigo, arroz, maíz, cebada y sorgo). Ello estuvo por encima del promedio de la última década (0,8% anual). Hubo factores climáticos que favorecieron el “gran desempeño productivo” de los cultivos de verano. La soja tuvo un rendimiento 52% mayor que en la zafra 2016 y 29% superior al promedio del último quinquenio, añade.