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La ciudad es como Montevideo, pero en el futuro. Un futuro caluroso y seco, lleno de bolsas de nailon y botellas de plástico. Un futuro cubierto por las cenizas de un incendio que aún se huele y que destruyó un bosque cercano y fantasmal. Una ciudad donde el agua es un tesoro, un bien preciado con el que especula la Compañía del Agua, subsidiaria de una empresa multinacional. Hasta que un día explota la lluvia como un acto de venganza, de salvación o de juicio final.
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La subversión de la lluvia es el último título de Martín Lasalt (Montevideo, 1977), quien ya había sorprendido con sus anteriores novelas: La entrada al Paraíso y Pichis. Si algo tiene en común con sus otras historias es que vuelve a intercalar la realidad áspera de los seres más humildes o marginados con un plano onírico, a veces delirante. Esta última novela se ubica en un mundo distópico donde el problema mayor es ecológico, aunque en el fondo es siempre humano.
El protagonista se llama Javier Sepúlveda. Es un empleado de la Compañía del Agua que un día se convierte en un héroe torpe y triste cuyo destino es la muerte. Y nada se estropea al contarlo porque lo dice el inicio de la novela: “… fue muerto por los perros de la policía después de una lluvia furiosa que golpeó la capital por quince minutos”.
Lo interesante sucedió antes, cuando este empleado fiel y abnegado se dio cuenta de que la compañía quería saquear las reservas de agua de la región. Entonces el triste Sepúlveda ideó un plan: “Hallar el acueducto, introducir cargas explosivas y volarlo al carajo”. En su intento pasó unos días entre la vigilia y el sueño, tuvo pesadillas con trenes y con un mundo vacío y seco, atravesó la ciudad en un viejo Fusca, lo persiguió un niño para robarle y convivió con un viejo loco que chillaba contra los reyes católicos y a veces contra Mario Benedetti porque “abrió algunas puertas que nunca debieron ser abiertas”.
Lasalt tiene la capacidad de crear universos sin salida, lleno de miserias humanas y de un pesimismo aplastante, pero a la vez dar una tregua a través de planos surrealistas en los que no falta el humor, como en el capítulo en el que estalla la lluvia y reina el caos en una escuela, el guardia de seguridad atiende a una madre en calzoncillos, los niños gritan embarrados y se matan a golpes, mientras las maestras se preocupan por hacer funcionar la cafetera eléctrica.
Es una novela breve, aunque no sencilla, potente en su narrativa y original en su estilo. Lasalt lo hizo de nuevo.
La subversión de la lluvia, de Martín Lasalt. Fin de Siglo, 2017, 127 páginas, $ 320.