Una parte de los socios de la desaparecida Casa de Galicia no sabe qué va a pasar con sus muertos. El panteón de la institución en el Cementerio del Norte tiene un destino incierto, y en esa incertidumbre, además de los restos de 3.000 personas de la colectividad gallega, están involucrados la Liga de Defensa Comercial (Lideco), un senador, el Ministerio de Economía y Finanzas y, desde enero también, la Intendencia de Montevideo.
A mediados de noviembre, la Lideco —la gremial empresarial designada por la Justicia como síndico de la mutualista— comenzó a contactarse con familiares de personas que descansan en el panteón de tres niveles, de reconocida arquitectura, ubicado en un terreno de 500 metros cuadrados. Ahí les ofrecían la posibilidad de hacer “reducciones y movimientos” por $ 4.500 pesos adicionales, más lo que percibe el Departamento de Necrópolis de la Intendencia de Montevideo por esos procedimientos, según dijo a Búsqueda Fernando Cabrera, responsable jurídico de la Lideco.
“¿Por qué hacemos esto? Porque en el panteón hay tres lugares libres. Si se consigue que haya más lugares libres, capaz que surge alguien interesado en seguir con la actividad del panteón”, explicó.
Esta es una acción que se desarrollará a lo largo de dos meses, ya que la Lideco tiene pensado devolver el edificio a la intendencia a mediados de enero. “En ese caso, le podríamos decir a la intendencia que hay un interesado en gestionarlo”, agregó.
Cabrera detalló que lo que tenía la mutualista era “un derecho de uso del panteón” que era revocable ante determinados supuestos que lo devuelven a la intendencia. Uno de esos supuestos era la liquidación.
En el panteón de Casa de Galicia, que comenzó a construirse en 1963 y cuya última ampliación data de 1995, hay 2.985 cuerpos. El último entierro fue en agosto. Está muy venido a menos: la bomba de agua falla, la electricidad estuvo cortada y los carros son vetustos. “No tiene mantenimiento”, admitió Cabrera.

Indignación
La propuesta de la Lideco cayó muy mal en antiguos socios de la mutualista que dejó de funcionar el 31 de marzo. “Nosotros antes teníamos un contrato (con Casa de Galicia) que establecía las condiciones; no puede aparecer nadie, por más síndico que sea, a decirnos que hay que pagar tanta plata, una cifra arbitraria, sin que haya un acuerdo de partes previo”, señaló a Búsqueda José Antonio Antelo, vicepresidente de A Casa de Galicia, una entidad creada en abril con la intención de gestionar el patrimonio cultural de la institución cerrada.
Las tarifas municipales actuales por una inhumación en local particular, una reducción de cuerpo, una cremación de restos o un traslado es de $ 4.150. Desde la intendencia dijeron a Búsqueda que no harán declaraciones hasta que el síndico resuelva lo que considere. Antelo estimó que lo que la Lideco le pide hoy a un socio es “aproximadamente el triple” de lo que antes se cobraba por lo mismo.
Sandra Montes, vocera de Casa de Galicia se Defiende, grupo conformado por exsocios, dijo que cada afiliado tenía por una cuota extra de unos $ 600 mensuales derecho a velatorio, panteón y cremación. Esto podría tener una variación “mínima” según la edad del involucrado. “La tasa de necrópolis ya venía incluida”, agregó.
Tanto Montes como Antelo dicen temer que lo que está buscando la Lideco es hacer “negocios” con el panteón. “Ahora resulta que el panteón, que era algo nuestro, quiere ser vendido por el síndico. Y para venderlo tiene que hacer reducciones. Es una venta encubierta. Uruguay es chico, lo que quieren es hacer un negocio con el Círculo Católico”, afirmó la vocera.
Esta mutualista, que adquirió en remate el sanatorio de Casa de Galicia de Millán por US$ 15,3 millones, ha sido señalada como muy beneficiada por el cierre de su competidora tanto por el presidente destituido, Alberto Iglesias, como por el Frente Amplio.
“Yo creo que debe haber muchos interesados (por el panteón) pero no da la cara ninguno, como pasó en el remate… Pero lo están queriendo vaciar para hacerlo apetecible”, señaló por su lado Antelo. En último caso, al tratarse de un cementerio municipal es la intendencia la que debe dar su aprobación a quien quiera administrarlo.
En la Lideco no hablan de interesados y rechazan cualquier acusación de negocios. “Las cosas que antes pagaba Casa de Galicia ahora no corren más porque los recursos no son los mismos. Si yo uso la plata que entra para pagar los gastos del panteón, les quito el dinero a los acreedores concursales. Esto es una frazada corta, si tapo algo, destapo lo otro. No puedo destinar plata del concurso para eso. Y (como síndico) tengo que pagarles a los acreedores”, afirma Cabrera.

“Un pedazo de Galicia”
Los socios de Casa de Galicia llevaron el tema al Parlamento. El senador nacionalista Sergio Botana elevó la situación a Mauricio Di Lorenzo, director general de Secretaría del Ministerio de Economía. En febrero, cuando se trató el proyecto de ley que determinó el cierre de la mutualista, Botana había sido uno de los tres legisladores que votó en contra. Los otros fueron su compañero de bancada Juan Straneo y el diputado del PERI, César Vega.
Antes de ir con Di Lorenzo, había barajado las opciones de hacer un pedido de informes en el Parlamento sobre las acciones que esté haciendo la Lideco o apelar a Defensa de la Competencia, también dentro del Ministerio de Economía.
“A mí me parece gravísimo que la gente no sepa cómo van a terminar sus muertos. Me parece una vergüenza meterse con ellos. Y es doloroso que alguien pueda sacar provecho de esto”, dijo Botana, consultado por Búsqueda. El senador manifestó su confianza en que el gobierno va a “hacer lo imposible” para evitar cualquier “aprovechamiento indebido”, así como la “cruel incertidumbre” para quienes tienen familiares en el panteón.
El panteón es considerado para la colectividad “un pedazo de tierra de Galicia”, tal como lo definió Antelo. Ser inmigrante también es no pertenecer a una tierra específica. No terminar de ser de aquí ni de allá. En ese sentido, afirmó, fue creada Casa de Galicia en 1917, “primero como una institución cultural, que fuera un refugio”, para recién luego desarrollar “una oferta sanitaria”, que fue lo que más destacó a la institución. Al momento de su cierre, la mutualista contaba con más de 40.000 socios.
El panteón, originalmente una “obra complementaria”, es “lo último que queda” de los sueños originarios, añadió el vicepresidente de A Casa de Galicia. “Fue construido con bonos voluntarios de los gallegos que sacrificaban su jornal como changadores de la construcción… Cuando yo era chico, mis padres me llevaban todos los 2 de noviembre. Yo les preguntaba por qué, porque no teníamos a nadie ahí todavía. ‘Ahí vamos a terminar nosotros. Además, hay otros paisanos que merecen una visita’, me respondían. Ahí están enterrados los que levantaron la colectividad. Para ellos, era como descansar en su tierra natal. Por eso es tan importante para nosotros”, contó.
Para Cabrera, de la Lideco, la iniciativa que ellos tienen busca sencillamente encontrar “una solución” al panteón. El síndico afirmó que se pueden entender todos los cuestionamientos y las incertidumbres de los exsocios, pero la razón del artillero puede más. “Ellos hablan de una sociedad que no existe más. De lo que hacía una sociedad que no existe más. Ellos pagaban por un servicio que ahora no existe. Por eso estamos ofreciendo a quienes quieran que puedan hacer la reducción y llevarse sus cenizas. Esto es algo facultativo, habrá gente que lo haga y gente que no”. No sabe cuántos son, hasta ahora, unos y otros.