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Socialistas piden cambiar estatutos que consolidaron sus “fracciones” y la elección del secretario general
Dirigente de la actual conducción asegura que en el pasado el partido tuvo una “desviación a la derecha” y una “dilución” de su perfil en el “progresismo”
Casa del Pueblo del Partido Socialista. Foto: Javier Calvelo / adhocFotos
El Partido Socialista, el sector frenteamplista con la interna más efervescente de toda la oposición, comenzará a debatir puertas adentro cómo reparar un funcionamiento que ha derivado en una sangría de dirigentes y una reducción de su caudal electoral de más de 50.000 votos en las pasadas elecciones nacionales de 2019.
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El 27 de mayo comenzará a sesionar el Comité Nacional, un espacio definido para tratar temas “coyunturales trascendentes para la vida del partido”, que en esta oportunidad serán la “autoconstrucción” del sector y su “organización y desarrollo” en el “territorio y en los frentes sociales”. El principal insumo de este espacio será lo producido por una Comisión de Situación Interna que elaboró decenas de documentos y cuyo trabajo comenzó hace más de tres años. El primer texto, firmado por el dirigente Manuel Laguarda, data de marzo de 2020.
Un dossier de casi 50 páginas, al que accedió Búsqueda, recoge los intercambios de esa comisión, con varios textos de Laguarda y del dirigente Eduardo Aparicio, además de aportes de otros miembros del partido como Pablo Martínez, Hugo Rodríguez, Liliana Queijo y Sergio Pereira.
El último de los documentos está fechado en mayo de 2022 y busca ser una síntesis entre las posturas de Laguarda (que integró la Lista 8 en el último Congreso, que respaldaba a María José Rodríguez a la secretaría general) y de Aparicio, de la actual mayoría del Partido Socialista (que apoyó al secretario general, Gonzalo Civila). Algunos fragmentos del texto fueron publicados el pasado lunes 24 por El Observador.
“La presentación de dos informes, presentados por los compañeros Aparicio y Laguarda, no debe leerse como expresión de una bipolaridad entre dos posiciones opuestas en la comisión”, dice el texto, que destaca el buen clima de intercambio en dicha comisión. Por el contrario, sostiene que son “muchísimos más los puntos de acuerdo que de discordia”. Por ejemplo, ambos destacan el “desdibujamiento o embrutecimiento ideológico y sus consecuencias sobre la dilución de la identidad partidaria”; una política “centrada en el pragmatismo electoral”, que “pasa a ocupar un lugar central”; “erosión y pérdida de la base social del PS”, que va “de la mano con la merma de su caudal electoral”; una interna partidaria donde predomina “la lucha por el poder en una lógica amigo-enemigo”, y una “dilución del socialismo en el frentismo”, con un rol “meramente articulador” en la interna de la coalición.
Además, sostiene que si bien es parte de la “realidad” la existencia de “tendencias”, que bien podrían vivificar al partido, en realidad se constata que lo que hay en el partido son “listas electorales, sin diferencias explicitadas y que a veces funcionan con una lógica más cercana a las fracciones”.
“Desviación de derecha”
Pero en la síntesis también quedan plasmadas las diferencias: los documentos vertidos por Aparicio sostienen que el partido sufrió una “desviación de derecha” que se “vincula” a su crisis, mientras que Laguarda hace una valoración positiva de los cambios ideológicos e identitarios que el partido sufrió y niega la mencionada desviación.
Aparicio, en un documento que había presentado en mayo de 2021, sostenía que ese proceso se había prolongado por más de 35 años, en los que el partido convivió con “expresiones de social-liberalismo, en posiciones defendidas por algunos integrantes del partido (especialmente desde los gobiernos progresistas), junto con la dilución de nuestro perfil socialista en los progresismos y la adopción de modalidades o estilos de hacer propios de la ‘política criolla’”.
En tanto, Laguarda afirmó que los 15 años de gobierno frenteamplista, a efectos prácticos, terminaron por crear “tensiones no siempre bien resueltas”, en la medida que, por ejemplo, “se resignó el horizonte de la utopía y del proyecto” y “se colocó a veces en su lugar como referencia a la buena gestión”. Este “descaecimiento de la dimensión ideológica” contribuyó a que los “proyectos personales ocupen un lugar importante”. También observó que existió una “tensión” entre quienes “desarrollan su militancia en la gestión del Estado y los que tienen la mirada puesta en el proyecto estratégico de transformaciones”.
“Herida de muerte”.
Capítulo aparte mereció la reforma estatutaria que el partido realizó en 2015, que asumió la existencia de corrientes internas y sustituyó el sistema de planchas para la elección de autoridades y candidatos por el de listas. Para Laguarda, si bien el sistema “subsanó” el “riesgo de la exclusión de una minoría”, después de siete años de aplicación se puede observar que “afectó la unidad y la vitalidad del partido”. También cuestiona que se haya incluido la elección directa del secretario general por parte del Congreso, como cabeza de una lista, en lugar de que la decisión recaiga en el Comité Central, como era antes, ya que “favorece la constitución y polarización de dos corrientes en pugna y no el rol posterior de este como articulador de la unidad del partido”.
Otro de los dirigentes que participó en la discusión, el edil de Canelones Pereira (Futuro Socialista), presentó un documento en el que sostiene que con el “diario del lunes” la orgánica partidaria “se vio herida de muerte con esta modificación”. Por eso, pide un cambio en el sistema de elección del secretario general y se regrese a que esta recaiga en el Comité Central.
Sin aportes.
Uno de los documentos más críticos con la situación que vive hoy el partido es el redactado por la senadora suplente Liliana Queijo (Lista 4, que apoyó a Civila), quien cuestiona que el Partido Socialista en la actualidad no es ni de masas ni de cuadros.
La dirigente, que habla de una situación de “exterminio de minorías”, sostiene que hay “militantes que dependen de los cargos que le otorga” el partido. Además, advierte de “discrecionalidad en la aplicación de las obligaciones estatutarias”: personas con cargos considerados del partido que no aportan y generan deudas, así como también integrantes de la dirección que tampoco lo hacen.
Queijo también asegura, con una mirada crítica en la gestión del partido durante los gobiernos frenteamplistas, que “la mayor parte de los cuadros de gobierno funcionaron de forma aislada e independiente de la estructura” e incluso hubo ministros socialistas “de los que solo por la prensa el partido supo de sus acciones”. A su vez, “muchos cuadros partidarios, en particular los que tuvieron cargos de gobierno o aspiraban a tenerlos, abandonaron el partido cuando perdieron la mayoría” o sus puestos. Finalmente, sostiene que hubo “compañeros” que daban “opiniones políticas públicamente con total independencia de los criterios colectivos de la organización”.