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    Sorprendente y bella, como una catedral

    No son molinos: entre poética y estética, la obra de Berta Luisi, discípula de Joaquín Torres García, se expone en el Museo Gurvich

    La foto es de 1947 y en ella aparece Joaquín Torres García (Montevideo, 1874-1949) con su cabellera muy blanca y un sobretodo de paño cruzado, de esos bien abrigados. El maestro, en ese momento con 73 años, está rodeado de sus discípulos, algunos de ellos jovencísimos, otros que ya iban en camino a ser figuras emblemáticas del Taller Torres García (TTG). Entre los 31 discípulos retratados en esa foto, hay nueve mujeres. Salvo algunas excepciones, como es el caso de Elsa Andrada, quien tuvo exposiciones individuales, ellas quedaron en un segundo plano en la historia del TTG, aunque hayan tenido una obra fecunda y destacada. Ese es el caso de Berta Luisi (Montevideo, 1924-2008).

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    En un rescate de su figura y de su trayectoria artística, el Museo Gurvich está exponiendo en sus salas 4 y 5, hasta el 20 de mayo, Berta Luisi. No son molinos: entre poética y estética, una muestra con más de 50 de sus obras, entre óleos y dibujos. Luisi había participado en 15 exposiciones colectivas del TTG, y es la primera vez que su arte tiene una muestra individual.

    “Conocía la existencia de Berta por documentos y exposiciones del TTG, algo que venimos investigando desde hace tiempo. Había visto muy poquitas de sus obras en algún remate, pero nunca un conjunto importante como para poder conocerla más. Para mí fue un desafío porque era una artista que nunca se había investigado y sabía que iba a ser una tarea difícil, pero sobre todo fue un descubrimiento”, explicó a Búsqueda la curadora de la muestra, María Eugenia Méndez, a cargo de una exhaustiva investigación en la que fue recuperando la figura de la artista a través de documentos, testimonios y fotografías.

    Méndez, licenciada en Arte y técnica en Museología, es la directora ejecutiva de la Fundación José Gurvich, además de investigadora. El desafío para esta muestra se lo propuso Martín Gurvich, presidente de la fundación, cuando adquirió una parte importante de la colección de Luisi que guardaba su único hijo, Eduardo Alvariza. Ahora se exponen algunas de esas obras adquiridas, más la colección de dibujos y algunos óleos de colecciones privadas prestadas para la ocasión.

    “De Berta había una síntesis biográfica que se repetía habitualmente en los remates de Castells en las obras que remata. En 2017, para la exposición El Taller Torres García en las colecciones privadas del Uruguay, con curaduría de Rafael Lorente, hubo dos obras y en el catálogo una biografía un poco más extensa. Tuve que ir a fuentes de la familia, el hijo la principal, pero también a documentos primarios de folletos de exposiciones para armar su historia”.

    Después de un año de acondicionamiento y enmarcado, tarea que fue en paralelo con la investigación, surgió la historia de una artista delicada y potente, con una obra de raíces constructivistas, pero muy personal y de camino propio que plasmó en sus óleos, témperas, acuarelas y dibujos a lápiz que registraba incansablemente en libretas. Sus piezas siguen una geometría en movimiento, porque la música fue importante en su vida, así como el cine.

    Bach era su compositor favorito y por eso su música acompaña la muestra del Gurvich. También era una amante de las tertulias culturales con amigos. Uno de ellos, el periodista Eduardo Roland, entrevistado por Méndez para su investigación, da cuenta del intercambio cultural enriquecedor que mantuvo con la artista: “A veces nos quedábamos charlando hasta la una de la mañana. Una persona que dominaba varios temas relacionados con el arte, era un placer charlar con ella, no solo de pintura, de cine sabía mucho, leía mucho tanto poesía como narrativa (…). Le gustaba la música culta, el jazz, entre otros, y tuvo amistad también con Egberto Gismonti”. Su testimonio integra con otros el cuidado catálogo de la muestra, diseñado por Rodolfo Fuentes, que incluye las obras expuestas y otras de la colección.

    “Berta no tenía particular interés en una exposición individual, pero es responsabilidad de los investigadores tratar de rescatar estas obras que estaban guardadas en una casa”, dice la curadora. Varios de sus trabajos se encuentran dispersos por el mundo, en Estados Unidos, Italia, España, Suecia o Argentina, en manos de particulares que los adquirieron o que la artista les obsequió.

    El apellido Luisi evoca a una familia de célebres mujeres feministas que se destacaron por su labor cultural, social o científica en una época en la que ser feminista no era fácil. Berta fue sobrina de Paulina, Clotilde y Luisa y, como ellas, una mujer adelantada para su tiempo, por su personalidad, sus hábitos o su forma de vestir. “Todos los entrevistados me transmitían un agradecimiento muy grande, y mucho cariño y amor, que era lo que ella transmitía”, dice Méndez.

    Varios mundos

    “Las formas pueden ser representativas de algo (casa, reloj, pescado, etc.) o no. Pero tanto el elemento figurativo como el que no representa nada deben ser esencialmente plásticos, y ante todo, geométricos”, escribió Luisi en 1960.

    La exposición atraviesa sus variados mundos geométricos. Es un itinerario más espacial que temporal y está dividido en series temáticas, a veces bajo la misma denominación con las que la propia artista las identificó. Una de esas series es Ritmos mecánicos, con obras de los años 70, llenas de pinzas, engranajes, semicírculos y formas geométricas que evocan la mecánica industrial, incluso su sonido.

    El recorrido lleva hacia uno de los ámbitos más personales de Luisi, que están en la serie Fondos de mar. El espectador parece “sumergirse” en un mundo de peces, piedras o barcos de estilo constructivo que a veces conviven con algún objeto fuera de contexto, como un cigarro o un globo terráqueo. Son formas cubiertas por un mar azul y a veces rojo, y es el color lo que las embellece, como ocurre en Fondo de mar en rosa.

    Hay catedrales rojas, grises o blancas. Algunas tienen forma de sahumerio, otras se elevan sobre figuras geométricas o son templos construidos sobre símbolos. La serie se llama Catedrales constructivas y la componen obras de gran delicadeza, de las piezas más destacadas de la muestra. Si se eleva la mirada hacia los grandes ventanales que están encima de estas obras, la cúpula de la Catedral de Montevideo, justo frente al museo, parece rendirle honor a la serie de Luisi.

    También destacadas son las piezas de Jardines de piedra, formas de bordes redondeados que aluden a jardines de extraña vegetación, y las de Espaciales, en las que Luisi optó por formas pequeñas muy sencillas que parecen moverse en el espacio con ritmo propio.

    Están los bodegones y los barcos, los triángulos y las medialunas, los paisajes metafísicos y los más hogareños, como su serie Rincones del artista, en la que hizo arte con objetos de su escritorio, cartas, lentes, lápices o lámparas.

    Poemas y dibujos

    Lanzas quedan / pero / no hay fuerza que las levante. / No son molinos. / No. / Son gigantes. Estos son los versos del poema Ya revelada, uno de los tantos que escribió Luisi y que aparecen en la exposición alternados con sus cuadros y que hablan de las variadas facetas de su creación.

    En especial este poema adquiere otro significado en la muestra porque dio origen a la propuesta curatorial. “La idea fue presentarla con espíritu quijotesco”, explica Méndez.

    El perfil de la artista se complementa con fotografías familiares, donde aparece con su hijo, sus nietos o en plena creación, como la que está junto al artista Guillermo Fernández en el taller de Augusto Torres, su otro maestro.

    Pero lo que más se destaca en esas vitrinas son el conjunto de dibujos coloridos en pequeño formato que van contando una historia y forman parte también de una serie: 23 dibujos en espera de un cuento. Están hechos con marcadores sobre papel y en conjunto parecen un mural. “Mi hipótesis es que representan un viaje introspectivo con dos personajes antropomorfos por las diferentes etapas de su obra: los constructivos, las catedrales, los fondos del mar, los jardines de piedra”, dice Méndez.

    Los variados testimonios retratan a una mujer elegante, de un humor variado, desde el más negro al más tierno, que fumaba y escuchaba música mientras pintaba, que era generosa y, sobre todo, que “vivía el mundo a través de los ojos del arte”.

    La muestra que ahora se ofrece en el Museo Gurvich va a estar itinerando por algunas ciudades del interior del país a partir de junio. Es una oportunidad para descubrir a Berta, sorprenderse y admirarla.