El primer cargo político de su vida no fue el de intendente, sino el de secretario del centro de exalumnos del Colegio La Divina Providencia. Tenía apenas 16 años y jamás había concurrido a esa escuela.
La providencia también puso delante suyo, en una kermese, a María Auxiliadora Delgado, una muchacha menuda y devota con la que se casó en 1964 en la iglesia de Los Vascos. Para ese entonces, después de muchas changas, los salesianos le habían dado otro empujón fuerte a su vida: una recomendación para entrar de empleado en la sólida fábrica y distribuidora de licores Carrau.
El joven Vázquez, sin embargo, no permaneció recluido en el mundo de los curas. En el club Arbolito y luego en Progreso se impregnó de vida de barrio y de paso del pensamiento de anarquistas, socialistas, tupamaros y comunistas, toda una fauna que en La Teja abundaba.
Al mismo tiempo, los clubes Progreso, Fénix y Wanderers lo tuvieron como candidato a crack, pero el fútbol es uno de los pocos campos en el que fracasó. El fino Vázquez no llegó a cuajar como jugador y los absorbentes estudios universitarios y la necesidad de conseguir trabajo ganaron la contienda.
A las canchas solo volvió como hincha calentón de Progreso, de esos que putean al juez pegados al alambrado, y luego como exitoso dirigente que llevó a los gauchos del Pantanoso a ganar, por única vez, el campeonato uruguayo, en 1989. En 1980 había sido presidente de la comisión de contabilidad de la Copa de Oro, un campeonato usado como propaganda por la dictadura, del que nunca volvió a hablar en público.
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Concentrado en trabajar, estudiar y construir una familia, Tabaré Vázquez pocas veces pisó una asamblea gremial, de modo que el mayor contacto con la sociedad fue a través de la policlínica barrial donde profesionales jóvenes atendían gratis a los vecinos más pobres, a la vez que ganaban experiencia y prestigio.
La carrera de Medicina le llevó apenas seis años; se recibió en 1969, un año en el que La Teja y el Cerro estaban conmocionados por una huelga de los obreros de los frigoríficos.
Aunque dejó La Teja, se instaló en el barrio Arroyo Seco con su esposa e hijos y luego fue profesor de la Facultad de Medicina, se mantuvo apegado a su origen y estuvo atento a otras manifestaciones populares además del fútbol: la murga y el boxeo.
Gracias a su mentor académico Helmut Kasdorf, de quien tomó la bandera de lucha sin cuartel contra el consumo de tabaco, con el paso de los años, Vázquez se convirtió en una personalidad de la radioterapia oncológica y al mismo tiempo en un empresario médico al tomar el control, con tres socios, de la vieja clínica del profesor Barcia.
Al mismo tiempo, mientras su hermano menor Jorge estaba preso en el penal de Libertad por su militancia en la anarquista Organización Popular Revolucionaria 33, responsable de varios secuestros y otras acciones paramilitares, aunque sin haber causado ninguna muerte, Tabaré logró sortear los peajes impuestos por el régimen militar y obtuvo una primera beca en Francia. En 1976 comenzó un posgrado en el parisino Instituto Gustav Roussy, bajo la dirección del profesor Maurice Tubiana, quien, igual que Kasdorf, fue determinante en su formación.
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Mitterrand, Allende y Cardoso
Uno de los inspiradores de Vázquez fue el expresidente de Chile, Salvador Allende, médico, socialista y masón. Pertenecía a una familia acomodada y, a diferencia de Vázquez, se había comprometido desde joven con la militancia política, al punto que cuando el 8 de octubre de 1967 mataron a Ernesto Che Guevara en Bolivia, el senador Allende viajó a la frontera para rescatar a los sobrevivientes de la guerrilla que eran perseguidos por el Ejército.
Además del médico chileno y del expresidente socialista francés François Mitterrand, uno de los ejemplos de Vázquez fue el psiquiatra José Pedro Cardoso, un dirigente histórico del Partido Socialista (PS), fundador del Frente Amplio, que junto a Juan José Crottogini y otros mantuvo viva cierta organización durante la dictadura.
Vázquez contó varias veces que desde joven era votante de la lista 90, porque en 1951, cuando él tenía apenas 11 años, el diputado Cardoso defendió a unos huelguistas presos de Ancap, entre ellos su padre, y evitó su destitución.
Precisamente, después de escuchar en persona a Cardoso en una charla clandestina, se arrimó al PS al final de la dictadura. El médico socialista José Pereira fue el encargado de reclutarlo para el partido, aunque no tuvo demasiado éxito, porque la personalidad de Tabaré no encajaba en aquellas largas tertulias políticas, que entonces se realizaban en casas particulares.
Fue candidato a presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol y su nombre fue mencionado como posible decano de Medicina.
Pereira tuvo luego una tarea ingrata relacionada con su colega de La Teja: cuando fue propuesto para candidato único a la intendencia de Montevideo, debió analizar su comportamiento durante la dictadura para despejar dudas acerca de una eventual connivencia con el régimen. La discusión se terminó de zanjar el día en que Tabaré se presentó en la Casa del Pueblo acompañado de su hermano Jorge, el anarquista al que en la izquierda respetaban por su conducta.
Después de salvar el examen con el médico socialista Pereira y con Reinaldo Gargano, en teoría su jefe, Vázquez tuvo que aprobar otro, igual o más exigente, ante el general Seregni, que como presidente del FA quiso conocer más a fondo al audaz que aceptaba el desafío de ser candidato de la izquierda poco después de la caída del Muro de Berlín y la división del Frente, del que se habían ido la 99, liderada por otro tejano, Hugo Batalla, y el Partido Demócrata Cristiano. A ese panorama ya de por sí muy sombrío había que sumar la derrota en el referéndum para derogar la ley de caducidad, una iniciativa promovida por una amplia comisión nacional de la que Tabaré había sido discreto secretario de finanzas.
También por esos años, en 1988, a instancias de un marino mercante que de mayor estudió Medicina, ingresó a la Logia General Artigas N° 99 de la Masonería. Más tarde, en la Asociación Española, donde trabajaba, se relacionó con Óscar Magurno, con quien entabló un fuerte vínculo que luego continuó con Juan Salgado, presidente de la empresa de transportes Cutcsa, dirigente de la Española y también de origen colorado y masón.
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“Delo por hecho”
El novel candidato sorprendió a todos. Serio y metódico para analizar los asuntos, pero simpático y entrador en el mano a mano, buen polemista en televisión, aunque monótono y parecido a un predicador al decir los discursos que le escribía su colaborador Ariel Bergamino, ganó las elecciones en Montevideo, una competencia en la que sus antecesores habían perdido por no tantos votos ante el Partido Colorado.
Salvo los que sabían de él por su condición de médico, profesor de la Facultad de Medicina o dirigente de fútbol, para la mayoría el tipo que aparecía en la tele con el pulgar hacia arriba diciendo sonriente y seguro el eslogan “Delo por hecho” era un perfecto desconocido.
Vázquez no solo ganó en Montevideo, sino que a caballo de una buena gestión siguió de largo y sorprendió al presentarse como precandidato a la presidencia en las elecciones de 1994, en las que salió tercero, pero apenas 35.000 votos detrás del ganador, Julio Sanguinetti, y a algo menos del candidato blanco Alberto Volonté.
Dos hechos habían marcado la jugada de anticipo en la que superó a Danilo Astori, que se suponía era el delfín de Seregni: en 1992 había sido invitado por el Departamento de Estados de los Estados Unidos a una gira con una agenda nada habitual para un intendente y al año siguiente su nombre había aparecido en una pancarta en Tacuarembó donde unas 200 personas lo querían como relevo del general.
Antes de ganar las elecciones de 2004, Tabaré Vázquez debió irse para su casa dos veces perdedor: en 1994 y 1999. La primera derrota debió ser dramática para el candidato, porque la encuesta a boca de urna realizada por un equipo de la Facultad de Ciencias Económicas de la Udelar y difundida por Canal 10 lo daba ganador, y Vázquez estaba tan entusiasmado que cuando confirmó que había perdido decidió salir por una azotea para no enfrentar a la prensa y a sus seguidores.
Para las siguientes elecciones, Vázquez no solo era presidente del Encuentro Progresista, que sumó a la izquierda al exintendente blanco de Cerro Largo Rodolfo Nin Novoa, sino del FA, unos meses después de la renuncia de Seregni en un histórico acto de aniversario frente a la Estación Central de AFE. Se había convertido en un singular líder de la izquierda que manejaba muy bien la ambigüedad, los silencios y los tiempos políticos.
La reforma constitucional de 1996, apoyada por Seregni y Astori, pero no por Vázquez, demoró otro período el triunfo del FA, porque blancos y colorados pudieron votar juntos en el novedoso balotaje.
Entre las “siete plagas de Egipto” que tuvo que enfrentar el gobierno encabezado por Jorge Batlle estuvo la mayor crisis bancaria de la historia del país, en 2002, en la que Vázquez, que se había enfrentado a las políticas neoliberales que la causaron y promovido plebiscitos en defensa de las empresas estatales, fue acusado con razón de alentar un default, aunque no llamó a “incendiar la pradera” y se mantuvo en un papel de opositor responsable. Aunque el Frente no votó la ley de reprogramación financiera, el original corralito uruguayo, tampoco le hizo la guerra al gobierno y respaldó la actuación del ministro de Economía Alejandro Atchugarry, eso sin contar con el papel jugado por el sindicato bancario AEBU durante la crisis.
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“You can count on my”
Cuando pasados 10 años desde el primer intento, finalmente Vázquez entró en el edificio Libertad y comenzó a gobernar el país, la peor parte de la crisis económica ya había pasado, pero las secuelas sociales eran inmensas.
Vázquez había sido acusado de falta de preparación para gobernar y de confundir términos y categorías económicas. También había recibido críticas desde la propia izquierda, sobre todo por su postura contra la legalización del aborto, cercanía con Estados Unidos y fomento de las inversiones extranjeras a cualquier precio.
Durante el primer gobierno del FA, además del Plan de Emergencia y las computadoras del Ceibal se reformó el sistema de salud, se votaron las leyes de negociación colectiva para la protección de los derechos laborales y el sistema impositivo, aparte de otras reformas del Estado, aunque en todas las áreas quedaron temas pendientes.
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Las principales decisiones de Vázquez en materia de salud recibieron el apoyo de sus colegas, de igual modo tuvo problemas con los oftalmólogos a causa de las operaciones de ojos por médicos cubanos. A su vez, la forma en que destituyó a los hermanos Leborgne del Hospital Pereira Rosell provocó duras críticas y fue motivo de intervención del Consejo Arbitral del Sindicato Médico del Uruguay, que finalmente optó por una salida sin consecuencias. Vázquez recibió reclamos por el papel jugado por su hijo Álvaro en este caso y también a causa de Javier, involucrado en negocios informáticos millonarios cuando el presidente de Venezuela era Hugo Chávez.
La iniciativa de firmar un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos provocó fuertes debates dentro del gobierno y finalmente quedó por el camino.
Otra cuestión que causó dolores de cabeza al presidente y que ni Chávez ni el entonces presidente de Brasil Inazio Lula da Silva pudieron remediar fue el vínculo con Argentina, que se tensó con la puesta en marcha de la obra de la planta de celulosa en Fray Bentos, un asunto que el presidente Néstor Kirchner usó para unir fuerzas en la interna.
Tal como el propio Vázquez confesó años después durante una charla en un colegio de la congregación católica ultraconservadora Opus Dei, en los momentos de mayor tensión con el gobierno de Kirchner, igual que antes habían hecho los batllistas, recurrió a la amenaza de diplomacia de las cañoneras de Estados Unidos.
En reuniones mantenidas en Santiago de Chile, en Washington y en Anchorena, el presidente pidió el respaldo estadounidense, una decisión asaz delicada para un gobernante frentista. “You can count on my” (puede contar conmigo), le dijo el entonces presidente George W. Bush luego de un paseo a bordo de un yate por el arroyo San Juan, para bochorno de frenteamplistas.
Otro problema delicado de su gobierno fue el vínculo con los militares a causa del ingreso a los cuarteles en busca de los restos de los detenidos desaparecidos durante la dictadura y la “perforación” de la ley de caducidad que, por primera vez, llevó a agentes del Estado a la cárcel.
La búsqueda de los desaparecidos se reveló como una tarea compleja y llena de trampas. La iniciativa del Nunca Más, que intentó con respaldo de Pedro Bordaberry y otros, figura en la lista de los fracasos, en los que se podrían incluir el TLC con Estados Unidos y luego el decreto de esencialidad en la educación y su postura contraria a la legalización de la marihuana.
Después de los primeros cinco años, Vázquez pudo entregar la banda presidencial a un frenteamplista, José Mujica, y retirarse con una alta popularidad, que lo puso en condiciones de emular a Fructuoso Rivera, José Batlle y Ordoñez y Sanguinetti, los únicos que habían gobernado dos períodos, aunque los dos primeros no lo hicieron dos veces por voto popular.
Antes de eso había intentado, igual que el expresidente Jorge Pacheco Areco en 1971, impulsar una reforma constitucional que habilitara la reelección inmediata, pero finalmente el movimiento, al que adhirieron, entre otros, sus ministros Víctor Rossi y María Julia Muñoz, fue desactivado por una orden de su secretario Eduardo Bandeira. También había fracasado en la elección de su sucesor, ya que hubiera preferido a Astori.
Durante el tiempo que gobernó Mujica, Vázquez viajó a diferentes congresos médicos y permaneció durante varias semanas en Cuba, en la casa de su colaborador Bergamino, designado embajador uruguayo en la isla. Mientras estuvo en Montevideo evitó opinar en público, salvo en casos extremos, como cuando Mujica anunció que haría un acuerdo con la tabacalera multinacional Philip Morris para evitar el juicio que finalmente el país ganó.
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Para sorpresa de los dirigentes que fueron a su casa para pedírselo, ya en agosto de 2013 Vázquez anunció que aceptaría ser candidato en las elecciones siguientes. En la campaña, en la que volvió a recorrer todo el país pidiendo el voto, esta vez estuvo acompañado del elegido de Mujica: Raúl Fernando Sendic, con quien hizo un excelente tándem, aunque luego Sendic, en un largo y desgastante proceso, debió renunciar a la vicepresidencia y terminó procesado por la Justicia por abuso innominado de funciones y por peculado, en su actuación al frente de Ancap.
Más allá del caso Sendic, en el segundo gobierno Vázquez tuvo muchas dificultades para encontrar un rumbo, entre otras cosas porque el “viento de cola” de la economía había amainado.
Mientras en 2005 se apoyó en los principales dirigentes del Frente, a los que puso en el gabinete, en 2015, cuando ya había abandonado formalmente el PS y en lo parlamentario dependía más del Movimiento de Participación Popular, optó por un equipo con menos peso político, conformado por personas de su confianza, estuvo más encerrado y se apoyó en un círculo estrecho en el que sobresalían colorados, masones y católicos, entre ellos su hijo mayor Álvaro Vázquez, el empresario Salgado y el secretario de la Presidencia, Miguel Ángel Toma, un abogado que había demostrado fidelidad desde las épocas críticas en el Ministerio de Salud Pública.
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El mal amigo
“Creo que soy, desde la infancia hasta hoy, un tipo que ha recorrido mucho, que está acostumbrado a hablar con la gente, que ha transitado un camino muy estrecho en medicina entre la vida y la muerte, que ha tenido una familia estupenda, muchos amigos, mucho afecto. Que aprendió de la gente, desde gurí, con los muchachos del barrio, en la calle, cosas como jugar al ‘sevelé’, como decíamos, en la esquina, a oscuritas, para que no nos vieran”, declaró en 2003, para un libro, al escritor Carlos Liscano.
Para ese entonces, el cáncer se había llevado a unos cuantos de sus seres queridos, entre ellos a Héctor, su padre, y al mayor de sus hermanos, también llamado Héctor, al punto que las convicciones religiosas habían flaqueado.
Al dejar el primer gobierno publicó Crónica de un mal amigo, donde relata algunas de sus experiencias con pacientes de cáncer y explica las razones por las que vetó artículos de la ley de salud reproductiva contradiciendo al fundador del Partido Socialista Emilio Frugoni, que no solo estaba a favor de la despenalización, sino también en contra del uso de veto presidencial.
En julio de 2019 el presidente recibió el diagnóstico de que tenía un nódulo en el pulmón derecho. El 31 de julio murió su esposa, María Auxiliadora Delgado, y el 20 de agosto, con un aplomo poco común, decidió informar personalmente de su situación en una conferencia de prensa en Torre Ejecutiva, en la que aprovechó para elogiar el sistema de salud local y aconsejar a la población a que se realizara exámenes diagnósticos periódicos.
Recibió con buen talante a su vencedor Luis Lacalle Pou, con quien había mantenido una tensa relación y nunca había reconocido como líder, y lo llevó a Buenos Aires, el 10 de diciembre, para la asunción de Alberto Fernández.
Después de un acto de despedida en La Teja y otro en el PIT-CNT, el 28 de febrero, rodeado de una treintena de colaboradores y de algunos seguidores, cumplió con la tradición y recibió de regalo, de manos del jefe del Regimiento de Blandengues, el pabellón nacional arriado en la plaza Independencia.
Apenas se tomó unos días de descanso y retomó la actividad política. Desde que comenzó la pandemia de Covid-19 se comunicó a través de la aplicación Zoom y recibió algunas visitas en su casa, entre ellas la del presidente Lacalle Pou, Mujica y su esposa Lucía Topolansky.
El 17 de noviembre hizo una de sus últimas tareas, al enviar un mensaje de audio al lanzamiento del índice de interferencia de la industria tabacalera en América Latina, Vázquez celebró el triunfo histórico ante Philip Morris. “Las políticas contra el tabaco no deben ser un trabajo del gobierno de turno, sino que debe estar incluido el aporte invalorable de la sociedad civil organizada en esta lucha tan noble que debe ser llevada hasta sus últimas consecuencias”, dijo Y agregó: “Quiero terminar con el mismo mensaje: se puede, claro que se puede”.