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    Tabárez, el maestro que hizo del fútbol una escuela de valores

    En enero de 1980 Óscar Washington Tabárez (1947) ya hacía 10 años que trabajaba como maestro. Su señora esperaba la llegada de Melissa, su hija menor, y el dinero necesario para mantener la familia era algo que desvelaba a la pareja. Para peor, una lesión de rodilla que lo persiguió colmó su paciencia y Tabárez por aquel entonces decidió terminar su carrera de futbolista.

    Proyectó en la dirección técnica otro sustento que, sumado a las clases de maestro, le permitirían llegar a fin de mes. Pero era un plan hacia el futuro. Ver fútbol era vital para el nuevo rumbo, pero ese verano no tenía dinero para pagar entradas y se conformaba con seguir los partidos en una radio portátil. Allí escuchó una entrevista al flamante entrenador de divisiones juveniles de Peñarol que hablaba de su futuro cuerpo técnico. “Me gustaría tener a alguien que haya jugado y con buen nivel cultural”.

    La frase le quedó prendida y esa noche mientras su señora y sus hijas dormían, Tabárez escribió a mano sus ideas de lo que le gustaría plasmar en un equipo de fútbol. Al día siguiente se fue a la Mutual de Futbolistas, preguntó por la dirección del entrenador y se fue hasta el Cerro. Lo encontró y nervioso le entregó las hojas. Cuando llegó a su casa, una hora y media después de un largo viaje, su señora lo esperaba con la noticia de que el entrenador ya lo había llamado dos veces.

    El rumor de que podría trabajar en Peñarol hizo que un enjambre de autos llegara a las puertas de su casa. Eran los dirigentes de Bella Vista, el último club donde jugó, para proponerle que se sumara a sus filas como director técnico y así comenzó su carrera.

    Ese impulso de trabajar por lo que quería lograr fue el que le abrió las puertas de entrenador y que lo trajo hasta lo que es hoy. Ese día, a sus 32 años, se llevó una enseñanza que se convirtió en una de sus frases de cabecera. “El camino es la recompensa”. No cree en el destino, sino en el trabajo y la resistencia a la frustración. Esos valores fueron los mismos que plasmó en los planteles que dirigió y que lo han llevado a liderar desde hace más de una década a la selección uruguaya de fútbol.

    Tabárez logró invertir la ecuación entre sociedad y fútbol. Antes, la selección era el reflejo de la calle y en un partido de fútbol se veía la violencia en la impotencia de perder un partido con tarjetas rojas en los últimos minutos por actos de indisciplina. Ahora, es la selección la que impone los valores y manda los mensajes para que la sociedad los imite con una palabra como su mayor estandarte: respeto.

    El técnico se apoyó en los éxitos deportivos de los últimos años. Como ha dicho de forma irónica en más de una oportunidad: “Alguna vez ganamos algo”. Y la seguidilla de logros que comenzó en 2010 con el cuarto puesto en el Mundial de Sudáfrica y el triunfo en la Copa América en 2011 en Argentina, continúa hasta hoy con la clasificación para el Mundial de Rusia 2018.

    La amalgama entre un discurso que prendió en el mundo del fútbol y traspasó a la sociedad, junto a los triunfos, dio como resultado que Tabárez hoy sea el director técnico que más partidos ha estado al frente de un seleccionado. Más de 170 encuentros que le dieron un lugar en la historia del fútbol mundial y que representaron un orgullo para el deporte uruguayo. Pero sobre todo, porque convirtió a un equipo de fútbol en una escuela de valores.

    Para varios jugadores que han estado en sus procesos, la clave de Tabárez es que “tiene coherencia entre lo que dice y lo que hace”.

    Andrés Scotti, hoy a sus 41 años retirado de las canchas, formó parte del plantel de Sudáfrica 2010 y la Copa América 2011, compartió vestuario decenas de veces y pasó semanas concentrando con Tabárez. Pero la primera vez que tuvo contacto con él fue en 2001.

    En aquel entonces Scotti estaba por cumplir 23 años y se destacaba en Montevideo Wanderers. Tabárez era el entrenador de Boca Juniors y le transmitió por un miembro de su cuerpo técnico que estaba interesado en sumarlo a su equipo. La FIFA cambiaba su reglamento y permitía que los jugadores mayores de 23 años pudieran manejar su ficha cuando quedaran libres y de esa manera Scotti podría ir a Boca Juniors sin que el equipo argentino tuviera que pagar nada al club uruguayo. Era un negocio redondo y las ganas de jugar en Argentina le sobraban a Scotti. Sin embargo, Tabárez lo vetó.

    “Me dijo que con el cambio de reglamento, que yo fuera libre podía generar suspicacias de que se beneficiaría con parte del pase y que prefería no hacerlo. Que si era jugador de Wanderers él hacía todo para que Boca me comprara pero que así no. Y esa misma rectitud es la que tiene hasta el día de hoy”, dice Scotti. Y entre risas se lamenta: “¡Me quedé sin jugar en Boca!”.

    Por aquellos tiempos, Tabárez era conocido por su trabajo como estratega. Ya había colocado en su currículum medallas que pocos alcanzan. Campeón de la Copa Libertadores con Peñarol en 1987 y la oportunidad de dirigir a planteles de la talla de Boca y el Milan de Italia. Aunque en el equipo italiano no le fue bien y a los pocos meses fue despedido. Más de una vez le preguntaron si fracasó en el Milan. “Yo elijo verlo de otra forma: llegué al Milan”, es su respuesta.

    También había dirigido a la selección entre 1988 y 1990 con una fugaz participación en el Mundial de Italia ese año, siendo eliminado en octavos de final. En 2006 volvió a liderar el seleccionado y desde ese momento se propuso plasmar una idea ambiciosa: un proyecto duradero y que abarcara desde juveniles de 13 años hasta el plantel principal. Como diría el historiador Gerardo Caetano años más tarde, “el deporte no lo pensó para la élite que lo practica sino que lo pensó como clave de cohesión social”.

    Tabárez planificó en lo deportivo una forma de juego que se inculcara desde las juveniles, un seguimiento de sus jugadores a lo largo de su carrera y que culminara con la estrategia en la selección mayor. A la hora de elegir sus convocados, al talento le sumó la personalidad y la forma de ser de sus jugadores para así crear un grupo que perduró a lo largo del proceso, hasta ir dejando lugar a los recambios más jóvenes.

    El respeto lo estableció desde el primer día. Algunos jugadores que formaron parte de sus planteles relataron a Búsqueda que a cualquier futbolista que llega al predio se le inculca que debe saludar y también dar las gracias a quienes preparan la comida o al mozo que retira los platos. También destacan la “calidad humana” de Tabárez y resaltan que fue un gran promotor de que las familias de los jugadores y el cuerpo técnico los visitaran en sus días libres durante las concentraciones.

    Fuera de la cancha Tabárez mantiene distancia con los jugadores, “respetando los espacios de cada uno”, como recuerda Scotti, pero está pendiente de sus vidas. Se preocupa de saber si están bien en sus clubes, con sus familias, se interesa por saber cómo se sienten y busca ayudar en lo que esté a su alcance. “Nunca lo escuchamos decir una mala palabra, a lo sumo ‘mijo’ cuando estaba recontra caliente”, recuerda Scotti. Y para el exjugador ese es el mayor valor. “Cosecha lo que sembró y el respeto que tiene la selección lo logró Tabárez”.

    En la intimidad del vestuario no cambia. No es de dar arengas motivadoras porque, como les dijo en 2006 al llegar, ponerse la camiseta de la selección es suficiente y sus discursos son realismo puro. Aún en los momentos más complejos, al borde de la eliminación, les planteó que ese era el escenario y dio las instrucciones del partido, cómo limitar al rival y qué hacer con la pelota.

    De hecho, en más de una entrevista recordó que en un partido contra Brasil uno de sus arqueros, Juan Castillo, llevó un video motivador con la historia de un chico sin brazos y piernas. Todos se emocionaron, salieron a la cancha en el Estadio Centenario y perdieron, según Tabárez, por no tener la cabeza exclusivamente en el partido. Por eso sus charlas se limitan a la estrategia de juego.

    Uno a uno llegaron los éxitos. Las clasificaciones a los mundiales de Sudáfrica 2010, Brasil 2014 y Rusia 2018. El cuarto puesto en Sudáfrica, la Copa América ganada en 2011 y también los logros de las selecciones juveniles ganando torneos sudamericanos y llegando a la final de mundiales.

    Sin embargo, la indiscutida imagen de la que goza ahora fue cuestionada por su labor y en lo personal. En lo deportivo, durante años hubo periodistas que cuestionaron su trabajo, la elección de futbolistas que convocaba y su falta de juego. Tabárez apuntó directamente a los periodistas Jorge da Silveira y Julio Ríos, ambos trabajadores en aquel entonces de la empresa Tenfield (que años más tarde terminaría enfrentada con los jugadores por los derechos de imagen). Y los llegó a acusar, cara a cara en una entrevista en julio de 2007 en el programa Punto Penal, de ser parte de “una campaña” para destituirlo.

    Años después, Tabárez debió declarar ante la Justicia por una denuncia hecha contra una exempleada. El entrenador la acusó por el faltante de US$ 500.000 de sus cuentas. En 2014 el juez penal Homero da Costa comprobó que la extrabajadora había robado las tarjetas de débito de Tabárez y logró conocer cuál era el PIN para así hacer retiros durante más de dos años entre 2008 y 2010 y la procesó con prisión. La investigación generó polémica en torno al entrenador, ya que la exempleada dijo que las tarjetas se las había dado el propio Tabárez por la relación sentimental que tenían. Él la desmintió, pero la Justicia lo confirmó por mensajes de texto que mostró la acusada y le reprochó que no hubiese dicho la verdad sobre su vínculo durante la investigación.

    La salud le empezó a jugar malas pasadas y desde 2016 Tabárez se apoya en bastones para movilizarse o en algunos casos ha dirigido prácticas y partidos sobre un carro motorizado. En una entrevista con Subrayado en julio de ese año, el entrenador informó que padece una neuropatía que se trata de una enfermedad crónica que afecta su motricidad. Ha sido intervenido quirúrgicamente y realiza fisioterapia para frenar su avance, sin pensar en dar un paso al costado. Tiene presente la frase que le escribieron sus alumnos en un Día del Maestro: “La experiencia no es lo que le pasa al hombre, sino lo que el hombre hace con las cosas que le pasa”. Y así se lo reconocen sus jugadores dentro de la cancha, pero también los rivales, como en el último encuentro en Colombia, donde la hinchada local lo aplaudió al ingresar en bastones.

    Tabárez sabe que cuando alza su voz es escuchado y que se convirtió en un referente para la sociedad. Por eso no desaprovecha la oportunidad y sin entrar en política partidaria dice ser “muy hincha de la educación pública” y que debe mejorar. Hoy se encamina a dirigir su tercer mundial consecutivo y sus energías están puestas allí, pero la satisfacción ya la logró. Como dice Scotti, basta ver su rostro al terminar la última fecha de la Eliminatoria, parado a un costado del banco de suplentes, con la mirada puesta en un plantel que festeja en el centro de la cancha y que él vio germinar desde una década atrás en juveniles. Como buen maestro, disfrutando de ver a sus alumnos creciendo.