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Su muerte recuerda la de Michael Jackson, ocurrida siete años atrás. Parece una broma del destino que los dos máximos referentes históricos de la música pop afroamericana hayan fallecido en circunstancias igualmente confusas. Con el tiempo se aclararán los detalles. Deja una gran cantidad de buena música y la sensación de que había mucha más por llegar.
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Prince Rogers Nelson había nacido en 1958 en Minneapolis, estado de Minnesota, en una familia de músicos aficionados —padre pianista de jazz y madre cantante— y desde fines de los 70 era una de las principales figuras de la música estadounidense. Fue encontrado sin vida el jueves 21 por la mañana en un ascensor de su complejo de mansiones, estudios y salas de conciertos de Paisley Park, en su estado natal.
Compositor, cantante y multiinstrumentista de rock, funk, soul, R&B, editó unos 45 discos desde el debut en 1978 con For You hasta el último Hit N Run Phase Two, de 2015. Durante los años 70 y 80 moldeó un sonido que influenció poderosamente a cientos de músicos y ayudó a consagrarse con temas suyos, a artistas como Sinéad O’Connor (Nothing Compares 2U) y The Bangles (Manic Monday). Su influencia fue determinante en estrellas como MC Hammer, Stevie Nicks, Alicia Keys y Tupac Shakur. Incluso buena parte del rock y pop europeo y latinoamericano abrevó en sus fuentes. Pero por sobre todo, Prince fue un virtuoso compositor, cantante, showman y guitarrista —bastante subvalorado en las seis cuerdas— que aportó decenas de obras estupendas al cancionero popular.
Luego de vender millones y convertirse en american star con discos como 1999 (1982), Purple Rain (1984), Sign O’ The Times (1987), la banda sonora del filme Batman (1989) y Diamonds and Pearls (1991), en 1993 ingresó en una larga y archidivulgada disputa con el sello Warner, con el cual tenía contrato vigente, por discrepar con su estrategia comercial: él componía mucho más material de lo que el sello quería publicar. De hecho, en estos días se habla de un tesoro de más de 500 grabaciones inéditas que estarían depositadas en una bóveda en Paisley Park.
En ese entonces descolocó a la industria y al público con su decisión de sustituir su nombre por un símbolo impronunciable, que lo situó en el tapete mediático durante años, pero alejó el foco de sus canciones. Esta simbólica decisión marcó el antes y después en su carrera, y desde que recuperó el control de su discografía, en 2000, sus discos nunca volvieron a repetir el éxito de los anteriores y su nombre fue perdiendo terreno. A tal punto que para los menores de 20 años de la aldea global, hoy es casi un desconocido.
Más allá de su vida excéntrica y del frondoso anecdotario chismográfico que rodea su trayectoria, brillan las palabras de un visiblemente quebrado Stevie Wonder, entrevistado esta semana en CNN: “Fue un gran músico que amaba la música. Más que nada unió culturas. Podía tocar clásico, jazz o country si le pedías. Hizo rock, blues, pop, todo. Podía tocar perfecto cualquier instrumento. Fue un pintor del sonido que hurgaba en su alma y sacaba todo lo que ella le decía”. Wonder destacó su carácter filantrópico: “Donó miles de instrumentos a organizaciones de enseñanza musical a niños y jóvenes, casi siempre en forma anónima. Fue muy libre. Todo lo hizo sin permitir a sus miedos adormecer sus sueños”.
Luego de ser un entusiasta de la era digital, y uno de los primeros en vender su música en la web, pasó a darle la espalda a plataformas como YouTube, a tal punto que se hace difícil encontrar material oficial suyo de buena calidad en la red. No obstante, allí están algunos momentos clave en su carrera, ideales para comprobar su enorme talento.
Una versión de 20 minutos —sí, 20 minutos— de Purple Rain, en vivo en 1985. Seis minutos de intro con variaciones en su Fender Telecaster sobre la base de su banda y toda su maquinaria romántica a pleno en los solos.
En un tributo a George Harrison celebrado en 2004, en el Salón de la Fama del Rock And Roll, irrumpe en el medio de While My Guitar Gently Weeps y deja a Tom Petty, Jeff Lynne y Stevie Winwood en segundo plano para incendiar el escenario con un increíble solo de guitarra que deja atónitos a sus colegas. En esa misma gala fue introducido al RnR Hall of Fame y entregó un notable set de diez minutos en el que compiló sus máximos éxitos con una gran orquesta de black music.
Otra vez Purple Rain, pero esta vez a cielo abierto en Miami, bajo una lluvia de verdad, el 4 de febrero de 2007 en el famoso entretiempo del Superbowl, el olimpo de la música americana. Enmarcado por la cortina de agua, la imagen no puede ser más épica.
Desde 1981 en adelante, fue una figura recurrente en el Saturday Night Live, que le dedicó un homenaje especial antológico el sábado 23. Su última presencia en el mítico show de TV, en 2014, sirve como botón de muestra del sonido de su última banda 3rdeyedgirl, de sonido garagero y compuesta solo por mujeres.
La última actuación de su vida, el viernes 15 en Atlanta, filmada en celulares. Lluvia púrpura al piano, sin nada ni nadie más. La gira íntima Piano & Microphone, de la cual se editará un disco en vivo en pocas semanas, se transformó en la imprevista despedida del artista y su público, sin mediadores.
También queda su proverbial falta de modestia, que inspiró varias de sus letras, como Cream: “Eres tan bueno, no hay nadie mejor, eres tan cool, todo lo que haces es un éxito, haces las reglas y luego las rompes porque eres el mejor”. Como él mismo dice en un registro en vivo: “Compuse esta canción mirándome al espejo. En serio”.