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La película comienza mostrándonos a Martin Sixsmith (Steve Coogan) en un momento de bajón, ya que acaba de perder su empleo como cronista de la BBC en Rusia (antes lo había sido en Washington). El bajón —como toda la película— está manejado por ingleses, de manera que siempre se ve como si fuese a través de un vidrio esmerilado, donde Martin está tristón, sí, pero jamás pierde la compostura ni deja de practicar su jogging cotidiano. Quiere escribir algo —al fin y al cabo perdió el empleo pero no el alma de periodista— y no sabe qué. Le ofrecen una historia “de interés humano” que al principio desprecia con nariz fruncida pero luego que la hija de Philomena le adelanta los titulares, admite tener una primera reunión de acercamiento.
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En una mesa de restaurante se reúnen Philomena (Judi Dench), su hija y Martin. Aquella cuenta su historia de cómo siendo madre soltera en la Irlanda a fines de 1940, fue internada pupila por sus padres en un convento de monjas en Roscrea, donde dio a luz a su hijo Anthony, que luego fue entregado en adopción por las monjas a un matrimonio. Eso ocurrió hace cincuenta años, Philomena nunca más vio a su hijo y quiere encontrarlo. Martin la ayudará a buscarlo, a cambio de que se le permita escribir la historia del caso.
El relato se va armando con reiterados flashbacks que nos muestran a la Philomena joven, parturienta, presa de las monjas y despojada de su hijo, en una excelente caracterización de Sophie Kennedy Clark. Mientras la narración avanza en el presente, la disparidad de caracteres y de enfoques entre la vieja dama y el periodista que la auxilia en su búsqueda se torna bastante previsible, aunque todas las situaciones están resueltas de manera muy profesional y prolija, con ese sello de distinción que le agregan los ingleses cuando saben cómo hacerlo.
Hay un par de debilidades en el guión: la búsqueda y el encuentro de Anthony se resuelven de manera demasiado inmediata y sencilla. Pero además, si la herramienta para encontrar a Anthony será en definitiva un programa de Internet, no se entiende por qué Philomena y Martin inician la búsqueda en otro país y recién allí abren la computadora y entran al programa buscador cuando lo lógico hubiera sido al revés: primero el dato de la computadora y luego el viaje adonde fuere. Pero los guionistas parecen haber estado apurados por encontrar a Anthony, porque allí empieza otra historia.
El conocido profesionalismo del cine inglés se da aquí con especial acento en las actuaciones. La Philomena de Judi Dench es un prodigio más a los que esta actriz casi octogenaria ya nos tiene acostumbrados. Hay pocas máscaras tan privilegiadas como la suya, donde con solo una mirada o un imperceptible rictus se define al milímetro el asombro, la tristeza, la compasión o la feliz ingenuidad. A mi juicio, su desempeño fue más memorable en aquellos despliegues de desolación y de fiereza que supo mostrar encarnando a la escritora Iris Murdoch en “Iris” (Gran Bretaña 2001) o a Barbara, la maestra lesbiana de “Noticia de un escándalo” (Gran Bretaña, 2006). Philomena es un papel más dulce y amable que aquellos, pero es igualmente otra bien ganada perla para el collar de Dame Dench.
A su lado, Steve Coogan no se queda atrás. Gradúa con sutileza el cambio de actitud desde el escaso entusiasmo inicial hasta la indignación con que culmina el descubrimiento de la verdad. Quizás muchos espectadores se sorprendan por la seriedad de Coogan, si lo que recuerdan de él es el Octavio de las dos ediciones de “Una noche en el museo”, con Ben Stiller. Es muy recomendable entonces que lo vean en el notable papel de padre de Maisie en “What Maisie Knew” (Estados Unidos, 2012), traducida como “Qué hacemos con Maisie”, donde podrán calibrar su fineza de intérprete al lado de nada menos que Julianne Moore.
Martin Sixsmith es el periodista que escribió esta historia real, cuyos derechos compró el actor Steve Coogan apenas tuvo noticia de la publicación del libro por una nota periodística y, según se cuenta, sin haberlo leído. Además de esa compra, Coogan escribió junto a Jeff Pope el guión de la película y también la produjo. Y por último, se reservó para sí el papel protagónico de Sixsmith.
Philomena conmueve. Sobriamente, pero conmueve. Y eso es porque tiene dos estupendos actores y una dirección de Stephen Frears muy correcta. Pero no porque esté basada en un hecho real, epidemia que viene invadiendo al cine reciente. Las películas basadas en hechos reales quizás “vendan” más, pero no serán buenas o malas por ese hecho. Ignorar o despreciar el valor de la ficción y de los muy numerosos sustentos dramáticos en una obra cinematográfica en aras de “si fue cierto o no” sería una tontería incalificable. Pero parece estar de moda.
“Philomena”. Islandia-Irlanda-Reino Unido, 2013. Dirección: Stephen Frears. Guión: Steve Coogan y Jeff Pope. Con Judi Dench, Steve Coogan, Sophie Kennedy Clark. Duración: 98 minutos.