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Para el público local, su primera —destacada— aparición fue en “Pequeña Miss Sunshine” (2006). Allí interpretaba a un adolescente que viajaba en una camioneta con su familia disfuncional y no abría la boca en todo el trayecto, hasta que en cierto momento hacía eclosión porque su deseo de toda la vida, ser piloto, se veía frustrado sin intención por el aguafiestas de su tío. La película tenía flor de reparto: Alan Arkin (que se llevó un Oscar), Steve Carell, Greg Kinnear y Toni Collette... y ahora se sumaba a esos nombres un tal Paul Dano, un pibe desgarbado con pantalones ajustados, la nariz naciéndole desde la frente como en un perfil egipcio, la boca pequeña, el pelo lacio a lo Beatle. Lo opuesto a cualquier modelo de belleza masculina de cine o de revista. Un pibe que jamás había pisado —ni pisará nunca— un gimnasio.
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Su segunda aparición, esta vez mucho más pesada, fue en “Petróleo sangriento” (2007) del gran Paul Thomas Anderson. Pero había un antecedente: el actor principal, la súperestrella Daniel Day-Lewis, había trabajado con el adolescente en “La balada de Jack y Rose” (2005) y quedó impresionado (Dano ya había filmado algo en cine y TV, incluidas fugaces intervenciones en “Los Soprano”). Y lo recomendó. Y Anderson lo contrató. Y en una escena, precisamente con un monstruo como Day-Lewis, el pibe de gran naso y flaco como un palo, le daba la réplica de igual a igual. Un predicador y un empresario petrolero, dos curreros, dos locos de remate desbordando energía malsana. Temible.
A partir de allí, Paul Dano comenzó a sonar en Hollywood. Y claro, un actor capaz de interpretar cualquier papel es requerido en todos lados. Por ejemplo, de chico inocuo, introvertido, una mosquita muerta de mucho cuidado en las terminales de autobuses en el thriller “Robando vidas” (2004). Deben ser unos pocos, escasos minutos de presencia, y con eso basta. Después, que vengan Angelina Jolie, Ethan Hawke, Gena Rowlands y Kiefer Sutherland.
También se fijó en él Ang Lee para “Destino: Woodstock” (2009), un emotivo y acertado homenaje al emblemático festival de rock. Dano aparecía cinco o diez minutos en un trailer y en pleno viaje de ácido. Gran momento de la película.
Pero lo más importante, lo más valioso de su producción está en el off Hollywood, en los proyectos independientes, en los guiones inteligentes que muchas veces él mismo promovió o produjo y que se pueden disfrutar si uno baja las películas de Internet, las alquila en un video club o las ve en Cinemateca. Si Ud. elige “Cowboys & Aliens”, con Daniel Craig y Harrison Ford, o “Encuentro explosivo”, con Tom Cruise y Cameron Díaz, se lo puede encontrar en un papelito. Pero no es ese el actor que nos interesa.
Primera pequeña gran historia de Dano: “Gigantic” (2008, de Matt Aselton), una extraña comedia donde el narigón trabaja vendiendo colchones. Por allí se cuela Zooey Deschanel, cuyo padre es el excéntrico y panzón John Goodman. Además, Dano desea... adoptar un niño chino. Es como si el eje de la Tierra hubiese cambiado unos grados y todo estuviese ligeramente torcido. A veces la vida se siente así.
Segunda pequeña gran historia: “The Good Heart” (2009, con dirección del francés Dagur Kári). Aquí Dano convive con Brian Cox en un mugroso bar del costado desamparado y triste de Nueva York. Predomina un inusual lirismo melancólico.
Tercera pequeña gran historia: “The Extra Man” (2010). Esta vez los excéntricos que le acompañan en la Gran Manzana —que sigue siendo oculta y solitaria— son Kevin Kline, John C. Reilly y Katie Holmes. El ambiente es un poco más intelectual. Se habla de literatura y de Scott Fitzgerald, pero lo que importa es cómo entrar a un teatro sin pagar.
Cuarta pequeña gran historia: “For Ellen” (2012, de So Yong Kim, recientemente exhibida en Cinemateca). Dano es un rockero cuesta abajo (en la vida real es cantante y vocalista de la banda Mook), se ha separado de su esposa, vive en moteles de carretera, se refugia en bares de mala muerte y apenas visita a su pequeña hija. Nada más, pero es suficiente. Hay que ver lo que rinde con la cámara encima en todo momento, los detalles, los primeros planos que traducen una mirada que se apaga lentamente.
Y llegamos a la última pequeña gran historia: “Being Flynn” (2012, de Paul Weitz). Nuestro muchacho del naso prominente es un escritor vocacional, trabaja en un refugio para homeless (seguimos en la Nueva York de los desconsolados) y en cierto momento cae su padre, que es Robert De Niro, un neurótico racista y violento que altera la situación. Otra vez un monstruo frente a él. Y le da la réplica a la misma altura interpretativa. El guión está basado en una novela autobiográfica, editada por Anagrama (y también muy recomendable), de Nick Flynn.
Paul Franklin Dano nació en Nueva York en 1984. En los escenarios teatrales casi siempre hizo papeles secundarios. Con 29 años sigue estudiando. Ama los cereales. Es un pibe. No es lindo. Pero te pasa por arriba.