“En ese espacio tenemos que hacer algo, no puede ser que Montevideo desperdicie un lugar privilegiado en la rambla con galpones viejos”, le dijo el exintendente Mariano Arana al diputado de Asamblea Uruguay Alfredo Asti mientras juntos miraban la zona del dique Mauá desde las ventanas de su oficina del Hotel Columbia, en el año 2000.
Sin embargo, hoy el arquitecto no está conforme con la decisión del Senado de aprobar un proyecto de ley que autoriza al Poder Ejecutivo a enajenar dos padrones ubicados sobre la rambla costanera de la capital para que allí se construya una terminal fluvio-marítima.
La votación favorable en el Parlamento fue el primer paso de un largo camino que Buquebus deberá recorrer para concretar su ambición de instalar una terminal de pasajeros en ese punto privilegiado pero poco explotado de la rambla montevideana. Aunque aún resta que el proyecto de ley pase por Diputados, que la naviera baje a tierra su plan y que el gobierno llame a licitación, la iniciativa ya empezó a generar reacciones, primero en el ámbito de la política y luego en la academia.
A Arana, que en una carta pública cuestionó el proyecto, le “sorprendió mucho que en una decisión del ámbito oficial se comprometan y enajenen predios costeros”. Si bien aclaró que no ve mal que una empresa privada como Buquebus pueda tener una concesión por algunos años, no le parece acertado concebir como propiedad costera un ámbito particular.
“Yo lo que hubiera aplaudido es que esa empresa, tal como lo pidió hace algún tiempo, se instalara en la zona de Capurro, lo que les daría a esas barriadas un interesantísimo movimiento y jerarquización”, dijo Arana, hoy edil de la Junta Departamental de Montevideo. Para él, el puerto de la capital ya está colmado, por lo que la única posibilidad de extensión “razonable” sería hacia la zona oeste. Además el arquitecto reclamó al Frente Amplio que tenga “un especial cuidado en el patrimonio, tanto construido como natural”.
También desde el Instituto de Teoría y Urbanismo (ITU) de la Facultad de Arquitectura advirtieron sobre los posibles impactos adversos. La directora del ITU, Mercedes Medina, dijo a Búsqueda que el emprendimiento tendrá un fuerte impacto en el tránsito, así como en el paisaje de la rambla. “Es una zona en donde ya se han querido aplicar otros proyectos y que está cambiando muchísimo. Tenemos la ampliación de la Torre Ejecutiva, la obra del Banco de Desarrollo de América Latina y el proyecto de la Intendencia sobre el barrio de las artes, todo coexistiendo en esa porción de ciudad”, ilustró.
El arquitecto Thomas Sprechmann, experto en arquitectura compleja y urbanismo, opinó por su parte que de todas las localizaciones que se manejaron para la construcción de la terminal fluvial, “esta es la mejor elección, aunque tiene un montón de problemas”.
“La ubicación es inmejorable. El punto está muy cerca de la plaza Independencia, por lo que el turista llega inmediatamente a la Ciudad Vieja y al Centro, áreas históricamente deprimidas. Y me parece que la terminal puede tener un efecto muy positivo de inducción a hotelería y oficinas”, afirmó. No obstante, consideró que el proyecto se debe pensar “muy bien y con mucho cuidado”, debido a su ubicación crítica.
Obra emblemática.
Buquebus tiene previsto enmarcar su proyecto en el procedimiento de iniciativa privada, que permite que actores privados presenten una propuesta para que el Estado llame luego a una licitación si lo considera oportuno. Quien presenta el proyecto cuenta con ventaja a la hora de competir en el llamado público.
Según dijeron a Búsqueda fuentes de Buquebus, hasta ahora solo hay estudios de viabilidad técnica de la posible futura terminal. Esos análisis indicaron que para que puedan parar allí los buques de pasajeros sería necesario construir 1,5 kilómetros de escollera, un muelle de 350 metros y ganarle tres hectáreas al río para encontrar de forma natural las profundidades adecuadas. El suelo rocoso hace casi inviable el dragado de esa zona y la empresa estima que solo esas obras costarían unos US$ 150 millones.
Para poder presentar el proyecto como iniciativa privada la empresa debería avanzar en lo que se denomina master plan, que implica más estudios de viabilidad, de ingeniería, de arquitectura, de impacto ambiental y de impacto en el tránsito. En ese sentido, Buquebus calcula que esos análisis le costarán unos US$ 3 millones y por eso no empezará a hacerlos hasta que no tenga la certeza de que la Cámara de Diputados también aprobará el proyecto de ley.
Para el diputado Asti, uno de los defensores de la iniciativa, el proyecto de construcción de la empresa de López Mena será una forma de revitalizar el centro de Montevideo. “Creo que es muy importante que la ciudad tenga una terminal así para la actividad de la empresa que nos comunica con Buenos Aires, ya que allí está nuestro principal ingreso de turistas por vía fluvial. Hoy esa zona está depreciada y se valorizaría mucho”, dijo a Búsqueda.
Además, señaló, la nueva terminal será la puerta de entrada para los turistas, “por lo que es importante que estos tengan una mejor imagen que la que reciben actualmente”.
Esa aspiración coincide con los planes de López Mena, que quiere que la nueva terminal sea una “obra emblemática” que contribuya al “acervo urbano de la ciudad”, contaron las fuentes. Para eso, apuntaron alto e iniciaron contactos con el estudio del arquitecto británico Norman Foster, uno de los profesionales más prestigiosos del mundo.
Según afirmaron, un representante del estudio ya visitó Montevideo, mantuvo reuniones con las autoridades de Buquebus y recorrió la zona del dique Mauá. Las fuentes aclararon, no obstante, que aún no hay un acuerdo firmado con Foster y que por el momento se trata de “una propuesta”.
Foster fue ganador del premio Pritzker en 1999, el máximo reconocimiento en la arquitectura. Asimismo, es responsable de reconocidas obras alrededor del mundo, tales como el City Hall de Londres, la Torre Hearst de Nueva York y la cúpula del Reichstag en Berlín.
Impacto urbano.
Para Medina, lo importante es no pensar el proyecto solamente como una forma más cómoda de recibir a los turistas, sino como algo que también favorezca al desarrollo de la ciudad de una manera integral, fundamentalmente en los barrios cercanos. Consideró que se deberían poner condiciones que contemplaran un impacto paisajístico positivo y “no aceptar una imagen que venga impuesta”.
“Tiene que haber una reflexión acerca de una propuesta para todo el entorno circundante, que no solo resuelva los problemas técnicos del tránsito y de los estacionamientos que se van a generar”, comentó. Para la arquitecta, si la creación de la terminal activa la zona, mejora el espacio de uso público y genera propuestas para los habitantes, puede tener un impacto positivo. Pero si esto no se tiene en cuenta, “puede producir miles de problemas”, como afectar la democratización del acceso al espacio público —“la rambla es libre y abierta para todos”— o generar impactos relevantes en el paisaje costero. “Si pensamos exclusivamente en la terminal de Buquebus, en un hotel cinco estrellas más un centro comercial, no veo en ese enunciado nada que pueda mejorar la calidad urbana de la zona”, afirmó.
A criterio de Sprechmann, se da una paradoja. Porque por un lado “se ha sido absolutamente rígido con distintas iniciativas” para proteger el valor patrimonial de la rambla, tratándola con “demasiada prudencia, al punto de ponerle una especie de corset”, afirmó. “Y de pronto aparece esto que es una buena idea pero está absolutamente liberalizada. Acá se perdieron los controles y las regulaciones que se tenían antes”, señaló.
Información Nacional
2017-12-14T00:00:00
2017-12-14T00:00:00