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    Tesoro de la memoria personal

    En tiempos recientes y no tanto, se viene editando un buen número de libros sobre artistas uruguayos, especialmente músicos. La costumbre no es solo local: si en los años ochenta existía en español apenas una breve colección de libros sobre artistas de culto globales, hoy es relativamente sencillo acceder a la biografía de cualquier artista que tenga cierta trayectoria detrás.

    A veces esos libros son ricos y ayudan a conocer determinados aspectos de aquellos artistas que nos interesan. La autobiografía de Morrisey, por ejemplo, es un caso positivo en ese sentido. Cuando escribe sobre sí mismo, Morrisesy es rico, intenso e inconscientemente contradictorio, tal como es en la realidad mediática que nos ofrece pantallazos de su arte y de sus opiniones sobre el mundo y sus cosas. Lo mismo ocurre con la autobiografía de la líder de los Pretenders, Crissie Hynde, ácida, superlúcida y ferozmente autocrítica. En otras ocasiones, como en el caso de Neil Young, su biografía resulta superficial y revela a una persona mucho menos interesante que su obra y su arte.

    Una subespecie dentro de esos libros que podemos llamar musicales es la que reseña o expone los procesos creativos y personales que se tejieron alrededor de algún disco emblemático. Dentro de esa subespecie, hay a su vez libros que son una suerte de pequeño tesoro de la memoria personal. También hay de los otros, los que a veces son, de manera claramente desangelada, un trabajo por encargo con escasa pasión detrás. Por suerte, Y vendrán las flores…, el libro escrito por Eduardo Rivero sobre el proceso de creación, producción y grabación del disco Sansueña de Eduardo Darnauchans, es uno de esos pequeños tesoros de la primera clase.

    Editado en su colección Vademécum por Perro Andaluz Ediciones, el texto de Rivero logra transmitir de manera bastante exacta la emoción que el autor sentía cuando asistía, en 1977, a las grabaciones del disco del Darno, en el recién renovado estudio de Sondor, en Montevideo. Ya solo la cantidad de información de primera mano que tiene el libro alcanza para hacerlo valioso. Por ejemplo, se reseña de manera exhaustiva el rol fundamental que tuvo Jorge Galemire en el álbum, un rol que se desplegó tanto en tareas ejecutivas (conseguir los instrumentos que se necesitaban), de producción (es responsable de la mayor parte de las decisiones artísticas que se tomaron), arreglísticas (salvo en un par de canciones, son sus arreglos los que marcan el estilo de Sansueña) y de interpretación (Galemire es quien toca la guitarra acústica, la eléctrica, el bajo y la batería en la mayor parte de los temas). De hecho, lo que hace el libro es reconocerle a Galemire de manera clara ese rol de productor artístico de Sansueña, uno que cuando se grabó el disco no solía consignarse en ninguna parte.

    La memoria de Rivero, quien fue socio artístico tanto de Darnauchans como de Galemire a lo largo de varias décadas, es capaz de retener detalles ínfimos sobre quién era el dueño de tal o cual guitarra que se usó en tal o cual canción. Esos detalles son muy de agradecer para quienes, como este servidor, somos ávidos lectores de cuanta ficha técnica musical se nos ponga adelante. Pero lo más interesante del libro no es esa memoria, prodigiosa y útil, sino la capacidad que encuentra Rivero para transmitir al lector de 2023 el valor artístico y emocional de ese disco grabado hace décadas, durante un oscurísimo período de la historia más o menos reciente del país; de capturar el instante artístico y personal en que fueron concebidas esas canciones que, en algunos casos y con el tiempo, se convirtieron en clásicos de la música popular uruguaya.

    La mayor parte del breve libro (apenas 115 páginas) está compuesta por una descripción detallada de cada canción que aparece en el disco. Rivero combina detalles técnicos específicos, hace apuntes interesantes sobre los arreglos y, por sobre todo, conecta al lector con el instante musical en que fue creada cada una de esas canciones. Siempre con un ojo puesto en el contexto en que Darnauchans y su socio Galemire terminaron tomando todas las decisiones artísticas que sirven para entender por qué Sansueña es como es.

    Eduardo Rivero logra que la concisión del libro sea una virtud y no un problema. Su texto es un auténtico labour of love, un homenaje cálido y sentido a un disco y un artista que él obviamente ama y admira. Lo interesante es que logra convencernos de que lo suyo no es un capricho o un simple homenaje (confieso que a mí no me tenía que convencer de casi nada). Y lo logra en un estilo llano, que por momentos se cruza con la autobiografía. Rivero podrá ser un artista menos conocido que Darnauchans o Galemire, pero es uno que siempre mira y escribe como tal.

    Un libro pequeño y bello que sirve y muy bien para recordar la calidad artística de Eduardo Darnauchans, un artista tan exquisito y poderoso como poco conocido fuera de fronteras (y también dentro). Ojalá el texto de Rivero sirva para que hagamos memoria y tomemos conciencia de la calidad que es capaz de producir esta penillanura. Y de lo fácilmente que solemos olvidarnos de ello.