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Mariana Percovich sigue empecinada en darles voz a las mujeres emblemáticas de la tradición griega. Su trilogía helénica femenina, iniciada en 2003 con “Yocasta”, continuó en 2010 con “Medea del Olimar” y concluye ahora con esta versión personal y contemporánea del reencuentro entre Agamenón y su esposa, Clitemnestra.
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El hombre regresa a su casa, tras diez años de combate en Troya y, como es sabido, su esposa lo recibe con falsa amabilidad y envenena a su marido en venganza de su hija Ifigenia, sacrificada por su padre en nombre de Grecia.
Nuevamente Percovich asume un alto riesgo. No está sola en la cruzada, pues sus contemporáneos Sergio Blanco, Marianella Morena, Gabriel Calderón y María Dodera, entre otros, se encuentran en la misma sintonía.
Al igual que en “Pentesilea”, en 2011, divide al público por género, pero esta vez en ambientes separados. La disposición puede generar polémica y rechazo en un sector de la audiencia, pero resulta ampliamente efectiva para esta narración.
Agamenón-Solarich recibe a sus amigos (los espectadores hombres) en el sótano del bar, los convida con un whisky y una picada, los invita a jugar a los dardos (no hay espacio para lanzar flechas) y les explica, de hombre a hombre, de amigo a amigo, lo que tuvo que hacer para salvar a Grecia. No pide que lo aprueben, pero busca la complicidad del macho dominante, y juega con ella. Degrada a su esposa por sus infidelidades y omite narrar la treta perpetrada a su hija para asesinarla. Tampoco se asume como un perdedor.
Clitemnestra-Bentancur comparte con sus congéneres el sufrimiento innominado de perder una hija y denuncia el machismo histórico literario: “Todos los autores trágicos eran hombres”. Ataviada con un vestuario moderno que facilita el juego de las identificaciones, esta mujer herida, abandonada y ninguneada por su esposo guerrero reproducirá en las “amigas” que integran el público las heridas que cada una de ellas ha vivido de una u otra manera. La forma en que la mujer era narrada y calificada en esa época, la falta de protagonismo y de relevancia social, y hasta los motivos por los que moría en los relatos trágicos, son enjuiciados en esta obra.
La gastronomía forma parte del relato, como un rubro escénico más: el gusto es integrado al espectro sensitivo del espectador. Los platos servidos, al igual que la música, la iluminación, las proyecciones y la utilería, guardan coherencia con el concepto del espectáculo. Un registro exhaustivo y muy útil de la creación de Clitemnestra está publicado en marianapercovich16.blogspot.com.
Ya con el público reunido, el relato encuentra su desenlace con naturalidad, gracias a la notable encarnación de estos dos actores expertos. La interacción final entre los artistas y su audiencia es un condimento extra que aporta aún más distensión al encuentro. Los espectadores quedan frente a su cena, y la conversación de sobremesa es monotemática: “¿Qué pasó del otro lado?”
“Clitemnestra, Falso monólogo griego”. Dramaturgia y dirección: Mariana Percovich. Elenco: Iván Solarich y Marisa Bentancur. Iluminación: Martín Blanchet. Vestuario y objetos: Gerardo Egea, Chef: Natalia Sorrentino. Producción: Compañía Complot. Lunes, 21 horas. Restaurante Paullier y Guaná. Entradas: $500 (incluye cena, bebidas y tragos). Reservas: [email protected]