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    Tiempo compartido

    “Dos días y medio”, primer largometraje de Pablo Diconca, sobre una paternidad despojada

    Cuando se tiene solo un fin de semana cada quince días para estar con un hijo pequeño, el tiempo compartido adquiere otro valor, se vive con intensidad y también con dolor por la inevitable separación. Esta experiencia fue la del realizador Pablo Diconca —uruguayo radicado en Quebec— cuando un juez canadiense dictaminó que podía ver a su hijo León dos días y medio cada dos semanas. Entonces Diconca —creador de cortos y obras de videoarte— decidió contar su historia en una película que mostrara el vínculo con su hijo de cinco años y la desolación del alejamiento. Así surgió Dos días y medio, un largometraje que muestra la travesía en canoa que padre e hijo, junto con Mara, una vieja perra labradora, hicieron por el norte de Quebec, una zona de reserva natural, rodeada de lagos e islas boscosas y solitarias.

    Diconca nació en Uruguay y a los 19 años partió hacia Canadá a ver a su padre, quien se había exiliado allí durante la dictadura. Luego vivió en México, donde estudió teatro y danza contemporánea. Se casó con una canadiense y con ella tuvo a su hijo León, que nació en México. De vuelta en Montreal, la pareja se separó. “Con la película quise trascender el conflicto y mostrar a un padre despojado. Con esto no quería ser sexista ni hacer un panfleto. Hay muchos padres que se han ido y abandonado su familia, pero muchos otros quieren implicarse con sus hijos y terminan siendo una visita por el paradigma de familia que puede tener un juez”, explicó Diconca en entrevista con Búsqueda. El director y su hijo estuvieron en Montevideo para presentar la película que se encuentra en competencia en el 31º Festival Internacional de Cine de Cinemateca Uruguaya.

    De indudable cariz documental, a pesar de que hay actuación y una trama especialmente elaborada, la película es doblemente autobiográfica porque Diconca vivió de niño y joven la lejanía de su padre. “Hacer esta película fue realmente una necesidad y nos ayudó a León y a mí a ver de otra manera nuestra situación. Creo que tuvo un final feliz, no solo por nuestra relación, sino porque ahora tenemos la tenencia compartida. Además le trae esperanza a los otros niños y a los otros padres”. El propio León fue el que logró un acuerdo favorable para él y para sus dos padres. A pesar de que podía recién a los 14 años presentarse frente a una corte, a los cinco le dijo a su mamá que quería vivir la mitad del tiempo con ella y la otra mitad con su papá, si no, se quería ir a vivir con él. Así lograron la tenencia compartida. “Tiene mucha personalidad”, dice el director, “también me dice otras cosas, como que si tengo novia se va a vivir solo”.

    Con su propia productora de audiovisuales (Meakulpa), Diconca llevó adelante esta película en la que es director, guionista y actor, una decisión que tomó no solo por motivos presupuestales. “No hubiera podido pagarle a actores, pero además hubiera quedado una historia falsa. Lo que tiene de potente la película es la historia personal, por eso busqué darle tono de documental y también de reality. Todo estaba planeado, pero en cierto momento tuvimos que hacer tomas únicas. A veces el camarógrafo comenzaba a filmar sin que estuviera previsto, y esos momentos quedaron en la película”.

    El director pensó los diálogos con su hijo y los fue hilvanando con escenas de animación, en las que el niño imagina la figura de un oso que se va dibujando en el cielo, o la historia de una pareja que se enamora y tiene un hijo. “León es tímido y en ese lugar aislado y natural se sentía como en su medio. Primero hicimos la búsqueda de locaciones y acampamos ahí, entonces cuando llegamos con el equipo de filmación él se sentía locatario. Volvimos al año siguiente a acampar y él me decía: ‘Qué lástima papá que no nos filmen’. Lo hicimos de manera lúdica y a él le encantó la experiencia. Dice que quiere seguir actuando, pero si yo estoy en la película”.

    Con un paisaje idílico como escenario, padre e hijo arman la carpa bajo una lluvia torrencial, pescan, nadan, cocinan en una fogata en la tierra y duermen la siesta en una hamaca paraguaya. Todo transcurre con un ritmo sereno y armonioso, pero hay una tensión que el padre vive en su interior y que la película representa con una vuelta de tuerca angustiante. “Tiene una cadencia lenta y se siente que no pasa nada, aunque debajo del iceberg hay algo oscuro. El espectador ve lo bonito de nuestra relación y de pronto ve la pérdida. Cuando León fue a la proyección y vio ese momento se tapaba la cara”.

    Dos días y medio se presentó en tres festivales de cine en Montreal, uno de ellos para niños. El público ha reaccionado frente a una temática que comparte y muchos se acercan al director para comentarle experiencias personales. “Es una identificación muy humana que nunca había sentido con mis otros trabajos”, comenta Diconca.

    Antes de llegar su primer largometraje, el director filmó unos 15 cortos. El primero fue como trabajo final en su carrera de danza. En lugar del trabajo de videodanza que le pedían, hizo un corto con algo de baile basándose en la historia de “Menos Julia”, un cuento de Felisberto Hernández. No es casual que haya elegido a ese autor, porque Diconca es bisnieto del escritor uruguayo. “Quizás por el hecho de que fuera pariente, a Felisberto lo rechacé hasta los 18 años y cuando lo leí quedé impactado y pensé: ‘Este me robó todas las ideas”.

    Los cortos de Diconca tienen algo muy felisberteano, con situaciones absurdas, graciosas o raras que se mezclan en la vida cotidiana. Además de “Menos Julia” hizo el corto “Palabras ardientes”, sobre el texto “Explicación falsa de mis cuentos”, de Felisberto.

    “Los cortos los hice también como ejercicio de estilo. En ‘Al dente’ tomé algo de Peter Greenaway en ‘El ladrón, el cocinero, su mujer y su amante’; en ‘Free Delivery’, algo de Almodóvar, con vestuario y escenarios muy coloridos. En todos aparece la magia porque me encanta lo que se puede transformar”, explica el director. El corto “Flying Days”, sobre un hombre que se libera y “vuela” en el ascensor todos los días antes de comenzar su rutina en el trabajo, pasó por cuarenta festivales y lo compró Canal Plus de Francia, que transmite para todos los países francófonos.

    Hoy Diconca puede vivir de sus realizaciones y ha ganado becas para financiarlas. “Tuve la suerte de llegar a un país donde hay recursos e interés para ayudar al arte, que es parte de nuestras necesidades vitales. Lo primero que me pasó por la cabeza fue la figura de mi bisabuelo, que escribía sus historias en pedacitos de papel porque esa era su voluntad, escribir y hacer música, y lo hizo toda su vida”.

    Dos días y medio le abrió otras puertas y ahora hay una productora canadiense interesada en producir su próxima película, que se rodará en Montevideo en el 2014. “Tendrá como protagonista a un cobrador que a los 50 años se enamora y comienza a disfrutar de otra forma de vida. Mi idea era que fuese un cobrador de Cinemateca, pero ya se hizo ‘La vida útil’, así que quizá vaya a ser de otra institución. El personaje tiene varios trabajos, entre ellos el de acomodador, así que allí también le hago un guiño a Felisberto”, comenta el director.

    Ahora con León en Montevideo, Diconca se da cuenta de cuánto necesitó de la contención familiar cuando estuvo en la guerra legal por la tenencia de su hijo. “En la película lo digo. De alguna manera, se muestra mi soledad”, explica. Su largometraje está hablado en español, algo extraño porque las películas canadienses son en francés o inglés. Pero el idioma es importante en este caso. “León aprendió a hablar español cuando me veía dos días cada quince. En algunos momentos me decía: ‘Papá, hablame en francés’. Pero una vez vinimos de visita a Uruguay y me dijo que estaba contento de haber aprendido español porque pudo hablar con sus primas. Me estaba agradeciendo. Hacer una película en español que no es su idioma materno fue un gran esfuerzo”.

    Dos días y medio tiene una música original, suave y agradable, que incluye composiciones acústicas creadas por Alejandro Pinnejas, que acompañan muy bien el desplazamiento de los personajes y la contemplación del paisaje. También él creó una chacarera y hay una especie de cumbia de Perú que compuso un grupo de Nueva York. Ese es el sabor latino de la historia. También aparecen imágenes de archivo con los momentos felices que vivió Diconca con su pareja cuando nació León. “Él siente que no hice esta película como revancha contra su mamá. Las imágenes en las que ella aparece están incorporadas con absoluto respeto. Es una película que va a quedar en el tiempo y a la cual León va a poder volver y tener una visión de lo que vivió a los cinco años con su papá. Es importante que no haya amargura”.

    Vida Cultural
    2013-04-04T00:00:00