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“La vida es siempre una experiencia oscura, dura, una pesadilla. La única manera en que se puede sobrevivir en el mundo es si uno miente, se miente. Si no, la vida se vuelve insoportable”. Esta declaración de Woody Allen, convertida en cita referencial y amplificada en cientos de reseñas periodísticas sobre su obra, fue tomada como cimiento dramático por Mario Morgan para volver a dirigir Humores que matan 16 años después de su primera versión y con dos de aquellos protagonistas —Laura Sánchez y Franklin Rodríguez— nuevamente en el escenario.
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El argumento de esta comedia dramática está, según los seguidores de Allen, netamente inspirado en el sonado divorcio del cineasta y Mia Farrow a raíz de su relación con la hija de la actriz, que en el momento del escandalete mediático —1991— tenía 21 años y hoy sigue siendo la señora Allen.
El título original —“Central Park West”— remite al domicilio del lujoso apartamento neoyorquino donde se ubica la ficción y —en las antípodas de la casualidad— en la realidad que la inspiró. El estadounidense enmarcó la historia de esta psiquiatra insoportable (Sánchez) engañada con una de sus pacientes (Ana Laura Romano), de 21 años, por su esposo mujeriego (Leonardo Lorenzo), en la trilogía “Adulterios” —junto a “Riverside Drive” y “Old Saybrook”—, cuyo común denominador es la infidelidad en el matrimonio y la hipocresía en las clases altas con el fin de esconder lo evidente y pretender tapar el sol con un dedo.
Otra pareja (Franklin Rodríguez y Gabriela Iribarren) completa este cuadro típico del Allen clásico, el de sus años en Nueva York, el de “Maridos y esposas”, “Hannah y sus hermanas” y “Manhattan”. El impecable in crescendo con el libreto suelta las claves del relato sin develar toda la información al espectador sino dosificándola, de modo que nos enteremos al mismo tiempo que los personajes de las mentiras y las verdades entretejidas.
Morgan opta por reforzar los rasgos de algunos personajes, como la tilinguería de Iribarren, absolutamente desconocida y no tan segura como de costumbre en este papel de mujer frívola para quien ha seguido su carrera en la última década.
Rodríguez acelera la negatividad depresiva de su personaje y logra estabilizarlo en una cuerda bastante creíble, mientras que Lorenzo cumple con su habitual oficio con las claves de su rol de playboy adicto a la seducción.
Y Laura Sánchez se maneja con soltura y convicción en la piel de esta mujer que se rebela ante la realidad que rompe sus ojos y que luego se acerca peligrosamente a la resignación. A sus anchas, logra el equilibrio justo entre la desesperación y el manejo de la ironía para encarar con buen humor el trago más amargo de su vida.
Es, en buena medida, la mayor responsable del conflicto de humores entre la comicidad y la consternación que toda comedia dramática que se precie debe desatar en el espectador.
“Humores que matan” (“Central Park West”), de Woody Allen. Versión: Fernando Masllorens y Federico Gonzalez del Pino. Dirección: Mario Morgan. Teatro del Anglo. Sala 1 (San José 1426, tel. 29018819). Viernes y sábados, 21 horas; domingos, 19 horas. Entradas: $ 250 (Red UTS y boletería).