—Creo que el mensaje grande es que queremos salir de la Unión Europea, pero queremos seguir siendo aliados con nuestros vecinos europeos. Es decir que, por un lado, queremos nuestra independencia, respetar la soberanía del Parlamento británico, que es muy importante, y tener la flexibilidad y el permiso, la autoridad, para negociar nuestros propios acuerdos como un país soberano. Es parte del debate en el mundo hoy en día sobre la centralización de poder, y creo que los británicos nunca se sentían bien representados en el Parlamento de Bruselas.
—Es un golpe a una de las principales instituciones surgidas de la posguerra, que parecía solo avanzar.
—Si uno ve la evolución de la Unión Europea, empezamos como un mercado común en los años 70, cuando el Reino Unido se asoció con la comunidad. Entonces, en los años 70 era un acuerdo comercial, nada más que eso. En los años 80 y 90 Bruselas empezó a tener su propia identidad, su propio poder, hablando de política de inmigración, de las leyes sociales, implementando legislación para los países de la Unión Europea, pero sin la representación de los ciudadanos, porque la participación en las elecciones europeas eran muy bajas. Creo que en los años 80 y 90 empezó esa tensión sobre un acuerdo de libre comercio y la identidad europea y la de cada país, y no es ningún secreto que el Reino Unido siempre fue un país euroescéptico con respecto a la integración política.
'Lo que estamos pidiendo es la oportunidad de hacer comercio sin tarifas entre el Reino Unido y la Unión Europea, y al mismo tiempo tener la libertad de negociar con otros bloques. No podemos aceptar ser un país independiente, fuera de la Unión Europea, pero bajo el control de Bruselas'.
—¿Cree que Bruselas perdió conexión con las necesidades de los ciudadanos británicos?
—Había una percepción en el Reino Unido de que Bruselas estaba imponiendo legislación, regulación, reglamentación que no era querida, que estaba fuera de contexto. El caso más famoso es la regulación de los productos que un país puede vender en el supermercado. En el Reino Unido tenemos el sistema imperial para pesos y medidas, así que no usamos el sistema métrico. Si Bruselas impone un sistema métrico al Reino Unido, ¿realmente es necesario? Ese es el tipo de frustración que genera en el pueblo británico.
—Se dice que hay problemas globales que necesitan soluciones que no pueden dar los Estados nación. ¿Estos movimientos como el Brexit, que son un retorno a la soberanía nacional, no van a contrapelo de esa preocupación global?
—Entiendo esa preocupación, pero estamos saliendo de la Unión Europea, no estamos saliendo del mundo, no estamos saliendo de la ONU. El objetivo de política exterior del Reino Unido para este año es liderar el COP26 en Glasgow, a fines de este año, con el propósito de que todos los países vengan con compromisos para limitar el calentamiento global, tratando de reforzar el Acuerdo de París. Es un compromiso acordado por todos los partidos políticos en el Reino Unido, eso muestra que no estamos saliendo de esos debates a escala mundial.
No es que la Unión Europea pueda actuar sola ante los desafíos mundiales, merece, necesita, precisa una acción global. Que el Reino Unido esté dentro o fuera de la Unión Europea no es importante en esa discusión, es más cómo actuamos los bloques, Estados Unidos, China, los países de América Latina. En el plano mundial, en la ONU, no hemos cambiado nuestra postura para nada.
—¿Cree que detrás del Reino Unido pueden seguir otros países?
—No sé. Es verdad que otros países tienen sus preguntas, otros partidos políticos europeos tienen sus dudas. No sé. Va a ser interesante ver en los próximos años cómo es el proceso dentro de la Unión Europea. Creo que el Brexit fue un shock, un aprendizaje también para Bruselas. No es algo que estuviera pensado cuando estaban negociando el Tratado de Lisboa, por eso no había una gran referencia en el documento a la posible salida, hay solo un pequeño párrafo —muy ambiguo— sobre la salida de un país porque no fue algo previsto. Bruselas tiene que actuar con más prudencia en los próximos años para mantener la membresía que tiene.
—¿Para no dar argumentos a los euroescépticos de otros países?
—Sí, sí.
—El acuerdo de salida ahora da un año de trabajo para acordar los detalles del Brexit. ¿No es postergar las discusiones más complicadas?
—Estamos en el período de transición hasta el fin de este año. El primer ministro (Boris) Johnson fue claro en su discurso el otro día en que quería un acuerdo parecido al que la Unión Europea tiene con Canadá, un acuerdo más comercial, más enfocado en bienes y servicios. El tema de las regulaciones y los estándares es un asunto para el Parlamento británico. Nuestra opinión es que es posible llegar a un acuerdo comercial con los europeos. Por otro lado, los europeos quieren mantener al Reino Unido bajo un cierto nivel de control con respecto a la legislación, la regulación, pero el primer ministro fue claro en que queremos un acuerdo sencillo, comercial.
'El hecho de que Boris Johnson ganara con una mayoría tan grande en las elecciones de diciembre, con un manifiesto tan claro sobre el Brexit, es una señal de que el tema ya está resuelto. No veo ningún cambio con respecto a la salida de la Unión Europea por una generación'.
—Se dice que los europeos no pueden otorgar un acuerdo demasiado bueno para el Reino Unido porque, si obtiene todo lo bueno y nada de lo malo de ser parte de la Unión Europea, el resto de los países van a querer lo mismo.
—Ese punto de vista demuestra el proteccionismo hacia dentro de la Unión Europea. Queremos tener nuevos acuerdos comerciales con terceros países y tenemos la libertad ahora de empezar a negociar, algo que no pudimos hacer antes del Brexit. No entiendo muy bien ese punto de vista porque hasta ahora los europeos tienen un superávit con respecto a los bienes: ellos nos venden más bienes de lo que nosotros a ellos. Nuestra fortaleza son los servicios, el 80% de nuestro PBI viene de los servicios. Así que esa idea de que los europeos no quieren dar demasiada ventaja a los británicos no la entiendo, porque ellos ya tienen la ventaja. Lo que estamos pidiendo es la oportunidad de hacer comercio sin tarifas entre el Reino Unido y la Unión Europea, y al mismo tiempo tener la libertad de negociar con otros bloques. No podemos aceptar ser un país independiente, fuera de la Unión Europea, pero bajo el control de Bruselas. Ahora queremos usar nuestra independencia para tener acuerdos. La pregunta para la Unión Europea es si ellos van a abrir su mercado para hacer un bloque más flexible.
—¿Para ustedes o en general?
—En general. No es ningún secreto que hay ciertos países que tienen muchas sensibilidades sobre ciertos sectores como el agropecuario, que es de mucho interés para países del Mercosur, por ejemplo. Nosotros no tenemos esa preocupación. Al final, los consumidores votan por sus bolsillos: quieren comprar los mejores productos, de mejor calidad, de buenos estándares ambientales y a buen precio; a ellos no les importa si es carne francesa o uruguaya.
—¿No hay chance de otro referéndum?
—No, no creo. Cuando tuvimos el referéndum en 2016 todos los partidos dijeron que iban a respetarlo. Aunque fue parejo, hubo una pequeña mayoría para el Brexit y, según los sondeos, la opinión pública no cambió mucho en el Reino Unido. Hay que tener en cuenta que los referéndum no pasan mucho en el Reino Unido, es casi que una vez por generación. Además, el hecho de que Boris Johnson ganara con una mayoría tan grande en las elecciones de diciembre, con un manifiesto tan claro sobre el Brexit, es una señal de que el tema ya está resuelto. No veo ningún cambio con respecto a la salida de la Unión Europea por una generación.
'Cuando uno habla de nacionalismo, especialmente en Uruguay, piensa en partidos de derecha, pero en el Brexit hubo muchas zonas laboristas —a favor de partidos de izquierda— que han votado por la salida también. Así que no es un tema de izquierda contra derecha'.
—El Brexit parece encuadrarse en el empuje de los nacionalismos.
—Creo que es un error verlo como nacionalismo. No puedo compararlo con otros partidos nacionalistas en otros países. Cuando uno habla de nacionalismo, especialmente en Uruguay, piensa en partidos de derecha, pero en el Brexit hubo muchas zonas laboristas —a favor de partidos de izquierda— que han votado por la salida también. Así que no es un tema de izquierda contra derecha.
—Pero sí de identificación con el Estado nación.
—Bueno, tiene algo que ver con lo que hemos hablado de la identificación y el debate sobre el poder. Hay mucho cariño por el Parlamento británico, por Westminster. Nosotros tenemos un voto para un diputado, no tenemos esas listas famosas de Uruguay. Estamos muy acostumbrados, a través de cientos de años, de elegir un representante al Parlamento británico. Por eso nunca hubo un entendimiento del Parlamento de Bruselas. No es nacionalismo, es más cómo se puede tener acceso más cercano a los poderes políticos, eso es lo que está muy valorado en el Reino Unido.
—Uno de los argumentos que planteaban los impulsores del Brexit y que el primer ministro ha repetido es que a partir de ahora el Reino Unido va a tener control sobre el flujo migratorio. ¿A qué se refieren con controlar mejor? ¿Qué va a cambiar?
—Por este año, como es una transición con los socios europeos, no cambia nada. Hay más de 3 millones de europeos viviendo en el Reino Unido y el gobierno fue claro en que va a respetar sus derechos adquiridos. Si quieren quedarse en el Reino Unido, tienen que registrarse, y hasta ahora 2,5 millones se han registrado. Hay 1 millón de británicos viviendo en otros países y estamos esperando el mismo compromiso de los europeos. Con respecto al largo plazo, el gobierno ha sido claro en que su política es tener su propio control sobre la migración. El gobierno quiere inmigración controlada, de gente capacitada, siempre tratando de atraer el talento más valioso. Somos una isla, y la vivienda siempre es una preocupación. En los últimos 10 años hubo mucha inmigración en muy corto plazo y no estaba preparado para absorberla, lo que impacta en los servicios públicos. Somos un país de inmigración, seguimos siéndolo, pero ahora de inmigración controlada por el Parlamento británico y por las decisiones de los diputados elegidos por el pueblo británico y no por Bruselas.
—El Mercosur y la Unión Europea habían alcanzado un acuerdo comercial tras 20 años de negociaciones. ¿Habrá que empezar de cero con el Reino Unido?
—Es mi opinión, pero creo que el acuerdo que la Unión Europea alcanzó con el Mercosur es un acuerdo que el Reino Unido apoyó y sigue apoyando, porque seguimos a favor del libre comercio. Puede servir como base para un acuerdo en el futuro entre el Reino Unido y el Mecosur, así que no es que tengamos que empezar de cero. Nosotros tenemos interés en negociar con terceros, pero la pregunta es si el Mercosur tiene interés en negociar con el Reino Unido.
—¿No lo saben aún?
—Adentro de Uruguay, sí. Pero el Mercosur es un bloque también, así que tiene que tener el acuerdo de todos los miembros y a veces no es tan fácil alinear los gobiernos.
—¿No tienen claro que eso sea así? Porque parece claro que a Uruguay le interesaría.
—Uruguay tiene esa tradición a favor del libre comercio. Y es entendible porque Uruguay es un país chico, pero puede abastecer a 35 millones de personas con la comida que produce, y precisa acceso a mercados. La pregunta que tengo yo es si todos los otros miembros comparten esa opinión.
—¿El servicio exterior británico no tiene una respuesta?
—Bueno, estamos en eso. Pero, para este año, el primer ministro fue claro en que la prioridad es un nuevo acuerdo comercial con la Unión Europea y con Estados Unidos.
—En la lista de prioridades del Reino Unido el Mercosur debe estar lejos.
—El primer ministro también mencionó a Australia, Japón, Nueva Zelanda, Canadá. Son economías que tienen cierta compatibilidad con el Reino Unido, pero pase lo que pase con el Brexit seguimos siendo un país que precisa importar comida.