Tras intentar un regreso a la política, Ernesto Talvi reparte su tiempo entre España y Uruguay y trabaja como consultor privado

escriben Santiago Sánchez y Federico Castillo  

Estamos en plena pandemia. Pico de incertidumbre y paranoia mundial. La gran mayoría de los uruguayos están encerrados en sus casas. Aislamiento voluntario, libertad responsable. La actividad económica y social con las luces bajas. No hay educación presencial. Es la época del Zoom y las conferencias de prensa diarias desde la Torre Ejecutiva a la hora de los informativos centrales. La gente reunida frente al televisor para enterarse de lo que está pasando. El coronavirus en prime time. Además del presidente de la República, Luis Lacalle Pou, que se estrena como un mandatario con un buen manejo de la comunicación en crisis, aparecen otros miembros del gabinete sumando minutos de pantalla como destacados actores de reparto. El secretario de Presidencia, Álvaro Delgado, es uno de ellos. También el ministro de Salud, Daniel Salinas, que tras algún tropezón inicial comienza a ganar confianza y popularidad. Y el otro, sin discusión posible, es el canciller Ernesto Talvi.

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