Separados por paredes pero sin puertas, algunos pacientes están sometidos a ventilación mecánica, dormidos o inconscientes. Pero otros están despiertos, respiran por sí solos, escuchan, ven. Al recorrer el pasillo del viejo Centro de Tratamiento Intensivo (CTI) del Hospital Maciel, el que no es médico ni enfermero y no cumple algún rol dentro del staff de ese centro de salud debe intentar hacer un esfuerzo por no mirar hacia los costados. “Respetar el pudor de los pacientes es una tarea harto difícil en las áreas abiertas, porque entra mucho personal, entran muchos familiares a ver a otros”, explica Marcelo Barbato, el director de esa área.
Ese viejo CTI se construyó con base en los conceptos que dieron surgimiento a la medicina intensiva alrededor de la década de 1960, que apostaba a concentrar en un mismo lugar los recursos humanos y materiales que antes estaban dispersos en distintos sectores de los hospitales. Se precisaron cirujanos, anestesistas, médicos generales y algunos otros profesionales. Pocos, porque en esa época había solo ocho especialidades en el campo de la medicina. Ahora son más de 150 y, en esa transición, según dijo Barbato a Búsqueda, se perdió “una medicina bastante humana y poco compleja”. “La complejidad de intentar salvarle la vida al paciente llevó a toda esa fragmentación de la medicina de una manera supraespecializada, que centraba más la organización en nosotros, los profesionales, los trabajadores y las tecnologías”, añadió.
El Maciel tiene como estrategia actual retomar algunos de los conceptos de esa medicina intensiva de los años 60, más centrada en el paciente y su familia. La idea de vuelta a los orígenes no es exclusiva de ese hospital, sino que sigue una tendencia que trasciende fronteras. Involucrar a los pacientes y sus seres queridos en su propia atención y tratamiento no solo tiene una importancia moral y filosófica, sino que, además, varios estudios internacionales demostraron que así se obtienen mejores resultados de recuperación.
El CTI original de la Asociación Española también se creó bajo los parámetros de los 60, con muchas áreas de circulación y varios sectores conectados entre sí. Pero en 2020, con el advenimiento de la pandemia, el aislamiento se volvió prioridad. La mejor manera de mantener bajo el menor riesgo posible a los pacientes infectados con Covid-19 que estaban internados en los CTI de todo el país era aislarlos. Encerrarlos entre cuatro paredes, sí o sí con puerta, y a veces doble puerta, y atenderlos a través de un tapabocas, una pantalla de plástico, una sobretúnica, guantes de látex y antiparras.
“Vos mañana te cruzás por la calle a un médico o enfermero que te atendió en CTI (por Covid) y no lo reconocés, no sabés quién es. Y si te lo pongo al lado de otro, probablemente para vos sean todos iguales. Y si estás enfermo y medio cansado porque dormiste mal, no sabés ni quién entró a hablar contigo. Esa cercanía afectiva con el paciente se perdió”, comentó a Búsqueda el jefe de CTI de la Asociación Española, Arturo Briva, quien además integró el Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) de Presidencia durante la pandemia.
En muchos casos, además, los pacientes internados en CTI con coronavirus tenían restringidas las visitas. En los picos más fuertes de la pandemia sus familiares no podían ingresar al área y tenían que recibir los informes a través del teléfono. La forma de comunicación se volvió más fría, se perdió el lenguaje corporal y el contacto visual entre los equipos de salud y los familiares de los pacientes.
El CTI viejo del Hospital Maciel tiene dos áreas. La primera de ellas consta de seis camas, un sector central de enfermería donde se prepara la medicación para los pacientes y el mismo equipamiento que en la parte nueva. La segunda tiene seis camas, separadas también por paredes pero sin puertas, en habitaciones de solo nueve metros cuadrados. En esa segunda área, que es la que mantiene las mayores carencias, el personal de enfermería no se ubica frente a los pacientes, sino al fondo del pasillo, y pierde visión directa. En ambas áreas todavía hay camas que permanecen ocupadas.
Foto: Pablo La Rosa/ adhocFOTOS
Efecto “reactivo”
“La experiencia de los pacientes debió ser bastante mala” durante la pandemia, reconoció Barbato. Pero “quizás los resultados no fueron tan malos”, agregó. Es que la crisis sanitaria tuvo un efecto “reactivo” y llevó a que en tiempo récord los hospitales y mutualistas de todo el país ampliaran su capacidad, adquirieran nuevos equipamientos, ganaran recursos humanos —en algunos casos en cantidad, en otros en calidad, por su rápida formación y aprendizajes— y las autoridades se replantearan los modelos de atención.
Si bien las habitaciones, en comparación, son mucho más chicas y, en algunas, no hay siquiera espacio para ubicar una silla para un acompañante, el CTI viejo y el nuevo del Maciel tienen los mismos respiradores, monitores y equipamiento en general. Pero en el nuevo las habitaciones tienen puertas, aunque de vidrio para que el personal pueda ver a los pacientes desde afuera. También tienen la opción de observarlos a través de cámaras de vigilancia, que ofrecen imágenes que se reúnen en una pantalla que un encargado por turno observa las 24 horas del día.
Los desafíos para los equipos de salud fueron cambiando durante el transcurso de la pandemia. Al comienzo, entre marzo y abril de 2020, la preocupación se centraba en que todo era nuevo. Se trataba de un virus desconocido y había pocas pistas sobre cómo tratar a los pacientes. Un año después, ya con cierta experiencia, comenzaron los desbordes en cuanto a cantidad de internados no solo en CTI, sino en cuidados intermedios y en sala, saturación en las emergencias y la atención a domicilio.
En esa segunda etapa fue que los CTI tuvieron que tomar medidas de ampliación. En la Asociación Española “cada dos días tenías que abrir una sala”, contó Briva. Y no era que hubiese salas disponibles, sin uso, sino que la mutualista tuvo que hacer una redistribución, crear nuevas barreras de aislamiento y desconectar sectores que estaban unidos entre sí, para limitar la circulación.
Nuevas habitaciones, con nuevas camas y equipos no eran útiles si los centros de salud no contaban con el personal suficiente para manipular todos esos elementos. Antes del Covid, alcanzaba con un enfermero para atender dos camas de CTI. Pero eso cambió cuando el trabajo de esos profesionales comenzó a implicar demoras por la preparación para entrar a las habitaciones. En una antesala, quien iba a ingresar a ver a un paciente con Covid debía ponerse todos los elementos de protección y, si necesitaba algo, debía llamar a alguien más que se lo alcanzara, para evitar sacarse y ponerse el equipo de protección varias veces. “Y resulta que pasamos de una persona que atendía a tres o cuatro, atendiendo a esos mismos dos pacientes”, contó Briva.
En medicina intensiva, la normativa indicaba que los CTI debían contar con un médico cada seis camas, pero el Covid puso en duda esa proporción. Con 30 o 40 pacientes internados con el virus en un mismo sector de cuidados críticos, era frecuente que se dieran dos o tres paros respiratorios al mismo tiempo. Entonces se volvió importante aumentar también la cantidad de personal médico.
Los CTI del Maciel y la Asociación Española pudieron disponer de una mayor cantidad de personal, pero ese no fue el caso en el Hospital de Clínicas. En ese centro funcionaban, antes de la pandemia, entre 12 y 14 camas de medicina intensiva, cifras que resultaban “bastante bajas en relación a la cantidad y calidad de enfermos” que recibían, reconoció a Búsqueda Ignacio Aramendi, médico intensivista grado 3 del CTI del hospital universitario. El número de camas creció casi 40% por los requerimientos de la pandemia y llegó a 24. Esas camas quedarán operativas en el futuro porque, según Aramendi, “era una necesidad que tenía el hospital”.
Los faltantes no fueron de tecnología ni de infraestructura, pero sí de personal médico y de enfermería en el Clínicas. “Los recursos humanos no vienen en un contenedor en un barco, y requiere tiempo formar gente, no se consigue de un día para el otro. Estuvimos sobrepasados de trabajo, tanto el personal médico como no médico, enfermería, licenciados, todo el equipo de salud. Eso pasó acá, en el Hospital de Clínicas, y en todo el sistema”, agregó.
La última ola de contagios de Covid, que comenzó a fines del año pasado con la llegada de la variante ómicron, no generó tanta cantidad de ingresos de pacientes en CTI porque se trató de una mutación del virus de menor gravedad y, además, llegó en un momento de altos porcentajes de vacunación. Pero ómicron fue y es la más contagiosa hasta el momento, y logró cifras récord de infecciones diarias. El personal sanitario no estuvo ajeno a esa ola. Médicos y enfermeros empezaron a contagiarse y otra vez hubo faltantes de personal. Algunos debían permanecer en sus casas por haber contraído la enfermedad, pero otros por contacto con casos positivos.
Con o sin apoyo de nuevo personal contratado, los equipos de salud de los CTI sufrieron la sobrecarga y el estrés de jornadas laborales que parecían eternas y sin pausas, de ver morir a muchos pacientes y, en algún caso, a algún compañero de trabajo. Tener que ver eso y seguir trabajando, sin un minuto para el duelo.
Foto: Pablo La Rosa/ adhocFOTOS
“El paciente en el medio”
En los CTI del Hospital Maciel, el Clínicas y la Asociación Española hoy sobran camas. Los internados por Covid-19 son cinco en el primero, dos en el segundo y siete en el último. Aramendi recobró algo de calma cuando los casos diarios de Covid comenzaron a descender, pero “hasta hace un par de semanas” la situación era complicada. Se mostró algo pesimista respecto a cómo quedarán los CTI del país en cuanto pase la pandemia, y dijo que le “cuesta encontrar algo positivo”. Según él, la saturación que provocó el coronavirus hizo que la “calidad asistencial” en la medicina intensiva bajara “algo”. “Los procesos, la forma de trabajar que teníamos antes, se vieron sobrepasados durante la pandemia y eso se refleja en la calidad de asistencia que tenemos ahora. La sobrecarga de trabajo hace que, por ejemplo, la seguridad de los pacientes sea menor. Está en nosotros encontrar la forma de volver a aplicar una medicina intensiva más segura”, reflexionó.
El personal de CTI fue insistente en recuperar las instancias de visitas a los pacientes por parte de sus seres queridos. En la actualidad, el Hospital Maciel, el Clínicas y la Asociación Española las permiten en ciertos horarios, con mayores o menores restricciones según el caso. En el Maciel, mientras se avanza hacia una salida de la pandemia, se apuesta a volver a hacer partícipe al paciente y a la familia en su propia asistencia. “El mayor desafío para nosotros es transformarnos hacia una nueva cultura centrada en el paciente y que cada vez que discutamos entre trabajadores y profesionales lo hagamos con él en el medio”, dijo Barbato.