En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
El 1º de febrero de 2013, Netflix liberó su primera serie original de un tirón: House of Cards. Los 13 capítulos de la primera temporada estuvieron disponibles el mismo día, todos a la vez, para los abonados al servicio de streaming. La jugada fue arriesgada pero estaba sustentada en un hecho fácilmente comprobable que Netflix supo explotar con la emisión de otras ficciones previamente desarrolladas para televisión: la inmensa mayoría del público que consume producciones televisivas lo hace a través de la web, recurriendo a transmisiones instantáneas, viendo varios capítulos de forma sucesiva durante un mismo día, cuando quiere o cuando puede, como quien lee una novela. La manera como ingresó House of Cards al público —y la manera como el público ingresa a la serie— determinó la consolidación de un paradigma que venía gestándose desde el lado de los consumidores y no desde los productores, emisores y distribuidores. Desde el próximo martes 30 estará disponible la quinta temporada.
, regenerado3
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
House of Cards nació cuando el director David Fincher le ofreció al guionista Beau Willimon realizar la adaptación de la homónima serie británica de la década de 1990 —también en Netflix—, basada en una novela de Michael Dobbs, House of Cards, publicada originalmente en 1989 y traducida al español en 2014. El libro conforma una trilogía que se completa con To Play the King y The Final Cut, también llevadas a la televisión por la BBC. Dobbs usó Ricardo III de Shakespeare como plataforma y desarrolló la historia inspirándose en los años que trabajó con Margaret Thatcher. Parece que no la quería mucho.
Willimon también tenía experiencia en la política. Estuvo en las campañas al Senado de Charles Schumer y Hillary Clinton. En 2004 acompañó a Howard Dean en las internas del Partido Demócrata. Tenía treinta y tantos y una nominación al Oscar por el guion de Secretos de Estado, de George Clooney, cuando fue convocado por Fincher para escribir sobre lo que hacen los políticos cuando nadie los ve. En Secretos de Estado, un thriller que gravita en torno a los entretelones de unas enmarañadas elecciones internas del Partido Demócrata, la política establece el marco: en el corazón del filme se activan otros asuntos. Y es lo que precisamente Willimon afinó en House of Cards. También siguiendo a Shakespeare.
La serie acompaña a Frank Underwood (Kevin Spacey en papel a medida), político que no titubea en llevar a cabo cualquier procedimiento (mentir, manipular, inculpar, traicionar, matar) con tal de lograr sus cometidos. Y, como se verá, llega lejos. Underwood es un villano astuto, inteligente, entrador. Como Ricardo III (que Spacey interpretó en Inglaterra y EEUU), Frank tira abajo la cuarta pared y habla y hace confesiones y hasta comentarios cínicos y divertidos al espectador, suministrándole información incómoda y volviéndolo una especie de cómplice. “No podemos dejar de identificarnos con él”, escribió Paula C. Blank en The Washington Post: “De lo contrario nos identificaríamos con los tontos”. El imbatible Underwood está casado con Claire (Robin Wright), que es, como se lo indicaron a la actriz cuando comenzaron a ensayar, la Lady Macbeth de Ricardo III. Ingeniosa, inteligente, fría y seductora, tiene una impresionante capacidad para transformar la energía oscura de sucesos adversos en viento a favor. Los Underwood no tienen hijos pero no están solos. Hay un grupo de colaboradores, agentes de seguridad y personal de confianza, una periodista con mucha curiosidad —y hambre de poder—, un reportero devenido ciberterrorista, y una fauna política de lo más variada que incluye un presidente medio salame y una congresista que se casa de apuro para proyectar su campaña presidencial. Hay intrigas, alianzas, tensiones. Y algunos cadáveres. Hay una fotografía comprometedora de un pasado vinculado al Ku Klux Klan. Y un ex soldado soviético que sobrevivió a un fusilamiento e integró el KGB y que ahora es presidente de Rusia —y que si quiere, gana por goleada un casting para némesis de James Bond.
La modélica puesta en escena evidencia que el asunto va en serio. A veces demasiado: en su necesidad de reafirmarse como la ficción que trata asuntos pesados, House of Cards se toma demasiado en serio a sí misma. No le ha ido mal: lleva acumuladas 165 nominaciones a diferentes galardones y ha sido premiada en 26 ocasiones. Emmy para Fincher, Globo de Oro para Wright, dos premios del Sindicato de Actores para Spacey, uno del Sindicato de Escritores para Willimon, que dice no leer reseñas porque estimulan su lado más competitivo y mezquino.
Willimon fue guionista de 23 episodios y productor ejecutivo de los 52 capítulos que componen las primeras cuatro temporadas. En rigor, ofició como showrunner: configuró el universo y los arcos dramáticos supervisando a un equipo de guionistas para mantener la coherencia interna del relato. Se reservó la escritura completa del primer y último episodio de cada temporada. Así fue hasta que se marchó a la competencia, Hulu, para escribir una serie de ciencia ficción. La quinta temporada ya no cuenta con él ni como guionista ni como responsable de mantener la coherencia de este relato dividido en 52 episodios.
¿Y qué ha sucedido a lo largo de estas 52 entregas? Bastante. O más que bastante. Diagramar algo que se asemeje a un resumen condensado arroja sucesos y acciones en apariencia incompatibles, con sus correspondientes colisiones y coaliciones entre un realismo de intimidante densidad con jugadas que pretenden impactar pero con una resolución que culmina en el callejón de los bolazos. A pesar de su notable manejo de la tensión y el drama, a pesar de la densidad que han alcanzado algunos personajes (como el de Claire), hubo algunos que fueron quitados del medio de maneras poco sutiles, otros que regresaron borroneados con los codos y reinventados siguiendo patrones que contradicen lo que parecía su propia naturaleza, y escenas pretenciosas involuntariamente ridículas.
Frank, que causa fascinación y repulsión, sigue siendo el gran llamador. “Queríamos comenzar con un monstruo”, contó Willimon. “Luego, con el tiempo, revelar que realmente tiene elementos muy humanos. Frank no se ve a sí mismo como una mala persona. No creo que pase mucho tiempo cuestionándose acerca del bien y el mal. La naturaleza no piensa en términos del bien o el mal”. Ahí la clave. El bien y el mal son construcciones humanas. House of Cards se acerca a los hechos desde la mirada de personajes que operan en el mundo de una manera más primitiva. Más animal. Tramas como las que se desarrollan en House of Cards ya se tejieron en la realidad del antiguo Egipto, en el Imperio romano o en el zarismo ruso. Fueron ilustradas en textos sagrados, en la tragedia griega y, claro, en Shakespeare, en particular Macbeth y Ricardo III, que conforman la materia primordial del ADN de la serie.
El liderazgo, la dominación y la sumisión, las luchas de poder y las disputas territoriales, las lealtades y las venganzas, las traiciones, los juegos de seducción, las tácticas y las estrategias de supervivencia pueden verse en experimentos como Gran Hermano, en los documentales más básicos sobre la vida animal de Discovery Channel, en la cotidianidad del ambiente laboral y familiar. Y en la política. House of Cards tensa esas acciones a niveles que, dado el ambiente donde se producen, pueden parecer extremos. Pero están en la naturaleza. Y Willimon se ataja: “En la historia de la humanidad han rodado muchas cabezas para que otra gente ascienda al trono”.