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    Un palacio que merece ser rescatado

    El Salvo afronta problemas financieros y vecinos denuncian que una administración usó el dinero de la contribución inmobiliaria con otros fines, sin previo aviso

    Con raíces sólidas que se hunden en los inmigrantes que llegaron a Uruguay a principios del siglo XX, testigo silencioso de tertulias literarias y de habitantes vinculados a la cultura, el Palacio Salvo tuvo que afrontar en 2013 una situación financiera complicada, al tiempo que se publicaba el libro “Historias del Palacio Salvo”, profusamente ilustrado y que traza un recorrido documentado por los derroteros que siguió el emblemático edificio.

    El 26 de diciembre pasado el Directorio del Salvo firmó un convenio con la Intendencia de Montevideo (IM) para comenzar a abonar una deuda, que se generó en el Directorio anterior por contribución inmobiliaria, que hoy se resume en $ 29.541.986. Se pagó la primera cuota, de 952.000 pesos. De esta manera, los accionistas del Salvo, que funciona como una sociedad anónima y no como propiedad horizontal, debieron abonar el doble de gastos comunes: si un pequeño accionista pagaba $ 2.500, ahora sacó del bolsillo $ 5.000. La deuda real era de $ 54 millones, monto que se aminoró con una quita de la Junta Departamental de Montevideo.

    La IM estudia exonerar seis millones de pesos de lo que el Salvo adeuda, y también exonerar toda la contribución del 2014, dependiendo de las acciones que se emprendan para mejorar la situación del edificio.

    Según señaló a Búsqueda un pequeño accionista del Salvo, los copropietarios creían que el dinero abonado a la administración cubría la contribución inmobiliaria, sin embargo se dijo que fueron usados para reparaciones del edificio. La deuda con la IM comprende los años 2001 a 2013, período en el que efectivamente los accionistas pagaron la contribución. “No podemos hablar de estafa, porque no sabemos. Lo que sí sabemos es que nadie nos informó que no se le estaba pagando a la IM ni qué destino tenía ese dinero. Entonces, nosotros vamos a pagar durante cuatro años algo que ya pagamos. Y si el convenio cae porque alguien no paga, empieza otra vez la rosca de moras y vamos a tener sobre nosotros un monstruo de multa”.

    Algunos vecinos sostienen que no ha sido clara la administración de estos fondos y que incluso se podría haber caído en una “ilegalidad”.

    Según esta fuente, a algunos accionistas les resultará imposible mantener el pago durante cuatro años. Y pinta un panorama aún más oscuro cuando agrega que quienes no abonaron esta vez, “irán a Jurídica de la IM o se les cobrarán recargos, con el riesgo de perder el apartamento”. Para abonar esta primera cuota se contó, incluso, con el apoyo de 300.000 pesos de un accionista mayor.

    El nuevo Directorio del Salvo, con el profesor y ex director del Archivo General de la Nación, Abelardo García Viera al frente, comenzó a regir en agosto de 2012. “En ese momento había deudas con UTE, OSE, Antel y Banco Hipotecario, y había convenios por caer. Y como somos consumidores altos, también eran importantes las multas y recargos. Saldamos todo y hoy estamos saneados”, señaló García Viera a Búsqueda. Según explicó el profesor —propietario de tres de cuatro torretas del edificio—, la administración anterior arrastraba mes a mes un déficit de $ 100.000, por lo cual se decidió aumentar 20% de los gastos comunes y tomar medidas de ahorro sobre todo en la electricidad, así como dejar de trabajar con portería y limpieza tercerizada y cesar al administrador.

    En 2001, 2002 y 2003 se consiguió exonerar el 75% de la contribución inmobiliaria, en 2004 y 2005 hubo una exoneración total. Al tratarse de un monumento histórico por su valor patrimonial, no pagaría contribución, pero perdió esa categoría al ser calificado de “edificación inadecuada” debido a los riesgos de que cayeran materiales salientes del edificio, lo que fue subsanado retirando esas partes.

    El secretario del Directorio, Juan Carlos Islas, se encarga actualmente de las finanzas y dijo a Búsqueda que por tratarse de un edificio de hormigón armado de 85 años, su estructura se ha visto influida por el entorno e incluso por el clima, originando riesgos de desprendimientos. Para regularizar su situación, debió invertir en refacción de la fachada y realizar actividades culturales. Ahora buscan “madrinas y padrinos” que puedan apoyarlos económicamente, señaló Islas.

    El año pasado fue removida la antena en desuso de Canal 4, debido a que generaba vibraciones sobre la estructura. “Hicimos un poco los deberes que teníamos pendientes”, dijo Islas. “Nos perjudica que al ser monumento histórico no puede tener publicidad en su fachada, porque hay empresas muy importantes que quisieron publicitar”.

    Según García Viera, de acuerdo a la Ley de Patrimonio 14.040, el Estado debería aportar un 50% de la manutención del bien patrimonial, cosa que no sucede. El Directorio solicitó a la Comisión del Patrimonio dinero para la restauración del vitraux, pero la comisión respondió que no había fondos, dijo García Viera.

    Tanta vida.

    Otro aspecto de este edificio icónico para la ciudad y que reina sobre la Plaza Independencia desde 1928, diseñado por el arquitecto Mario Palanti, es su valorización: el rescate de lo que fue, apartando un poco los ojos de los mármoles, los trozos de escalera, las lámparas y tantos otros elementos que fueron robados con los años. Esta es la óptica de “Historias del Salvo”, escrito por la docente de Literatura Mariela García y el licenciado en Comunicación Daniel Elissalde. Ellos reviven la admiración y el atractivo que infunden las curvas y cúpulas del Salvo, con los materiales costosos y abundantes con los que se construyó.

    “Es un edificio que se hace mirar por fuera. Y tiene un halo de misterio, de lugar raro, especial. Eso fue lo primero que nos sedujo: cómo llegó a ser un ícono de la ciudad”, contó Mariela García a Búsqueda. La construcción fue espectacular para la época, emplazada en un lugar que ya tenía un peso significativo específico, donde había estado la confitería La Giralda.

    “A su vez, los terrenos estaban sobre la plaza más importante de la ciudad, con una visibilidad como pocas en Montevideo”, cuenta García. El Salvo supera los 100 metros de altura, se construyó sobre un terreno de más de 1.800 metros cuadrados y tiene más de 400 apartamentos.

    “Entrar al Salvo es encontrarse en un pequeño gran mundo”, señala García. En él habitan tantas cosas y tan diversas que es increíble. Además de casas de familia, hay negocios, estudios de cine, Radio 30, inmobiliaria, un billar, oficinas inteligentes, estudios de grabación”, apunta García. En su origen, fue pensado como hotel de lujo, por eso los apartamentos a veces son pequeños y algunos habitantes se las ingenian para darle más de un uso a un espacio. “Tiene una estructura muy laberíntica y es muy lindo recorrerlo”, agrega la autora.

    El libro tiene dos partes. La primera relata la historia de la familia Salvo, la arquitectura de la época, los “años locos”, la vida de Palanti y su esotérico Palacio Barolo, el primo del Salvo que está en Buenos Aires. En el segundo tramo se habla de las historias concretas que lo habitaron, del teatro que se montó en el subsuelo y de las tertulias literarias, entre otras cosas.

    La recorrida por sus pasillos es una aventura. En algún piso se siente un penetrante olor a churrasco a través de una puerta entreabierta, donde una madre cocina detrás de juguetes rosados. Un cartel con luces rojas y amarillas indica dónde queda la Casa del Billar, que funciona ahí desde 1985.

    Elissalde y García valoran el porvenir del Salvo: la idea de reinaugurar su mirador, de hacer visitas guiadas, de instalar una biblioteca, la necesidad de restaurar el gran vitraux a la salida del salón de fiestas que luce oscuro y con riesgo de desprenderse, la restauración de unas puertas pesadas y majestuosas que se habían sacado del Pasaje Andes y que hoy yacen en el piso, bajo llave.

    A lo más empinado de la torre se sube por escaleras pequeñas. Caños, cables y el polvo acompañan la escalada. Pero el premio es grande: luego de una sensación de sopor y encierro, se emerge a la cima de la ciudad como si se tratara de la escotilla de un submarino, por un espacio donde caben dos personas. Se siente el viento fuerte y se ve un alucinante paisaje con barcos y grúas en el puerto, destaca —rojiza— la Iglesia del Cerrito de la Victoria e incluso se divisan unos cerros del este a la distancia.

    “Se va a sostener y va a mejorar: va camino a eso. Lo hemos visto mucho peor. Este proceso que se inició es para bien”, concluye Mariela García, con entusiasmo.

    Laura Gandolfo