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    Un pibe de 92 años

    Carlos Maggi (1922-1915)

    Fue abogado, historiador, ensayista, dramaturgo y periodista. Y como nada parecía alcanzarle, también fue libretista de radio, autor de canciones y, ya con noventa años, guionista de la ópera Il Duce junto a Mauricio Rosen­cof. Pero por sobre todo, Carlos Maggi le hizo honor a la generación del 45, de la que permanecía como uno de sus últimos sobrevivientes, aquella a la que Ángel Rama había llamado “crítica” y que tuvo una esencia polémica, ensayística y fructífera. Maggi falleció el viernes 15 en Montevideo a los 92 años. Activo y polemista hasta el último minuto de su vida, estaba listo para ir a intercambiar ideas como todos los viernes a La Tertulia, del programa En Perspectiva que dirige Emiliano Cotelo, cuando tuvo un ataque cardíaco.

    Como muchos de su generación, Maggi fue un intelectual precoz. Cuando recién había salido de Preparatorios, escribió un ensayo sobre Artigas con su amigo Manuel Flores Mora que ganó un concurso organizado por la Universidad de la República. Ese trabajo se publicó en 1942, año en que también sacó la revista juvenil Apex y aparecieron sus primeros cuentos en el semanario Marcha. A partir de entonces, la figura de Artigas fue una constante en su tarea de investigador y divulgador de la historia. En particular, le interesaba difundir la “biografía india” de Artigas, que él consideraba “oculta” en los textos oficiales de enseñanza y que desarrolló en obras como Artigas y su hijo el Caciquillo (1991) y Artigas y el lejano norte (1999).

    Cuando cumplió 90 años, sus contertulios radiales le rindieron homenaje y lo hicieron hablar, y él resumió así su vida: “He practicado las actividades que me gustan y ninguna que no me gustara. Tuve la suerte de poder hacer lo que se me ha antojado. Creo que todo está vinculado directa o indirectamente a la literatura, pero dentro de la variedad de cosas que hice nunca me negué a la vida, cuando vi una posibilidad le dije que sí, si me gustaba la agarraba con entusiasmo”.

    Las circunstancias familiares lo obligaron a trabajar desde muy joven. Cuando murió su padre, se convirtió en jefe de familia y comenzó a escribir libretos humorísticos para radio y para el semanario Marcha. Entre sus múltiples trabajos, fue funcionario de la Biblioteca Nacional y colaboró con el diario batllista Acción. También frecuentaba las reuniones en el Café Metro, donde integraba una ronda de intelectuales. Allí, junto a Flores Mora, tuvo su primer encuentro con Juan Carlos Onetti, de cuya obra, igual que la de Paco Espínola, fue un impulsor.

    “También estudia Derecho, se recibe, se casa. Llegará a ser abogado del Banco República, a tener casa propia en Carrasco y un rancho hermoso en Punta del Este, a lograr la fama literaria como narrador, como dramaturgo, como ensayista popular. No habrá de perder la sonrisa pero debajo de ella asomará cada vez menos la mueca del grotesco, el rencor y hasta el resentimiento que le hizo en sus primeros años ser tan agresivo”. Estas palabras las escribió Emir Rodríguez Monegal en 1966, y hacen referencia al artículo Bueno, yo les dije, que Maggi había publicado en Marcha con cuestionamientos a algunos críticos de su generación. Entre ellos se encontraba el propio Rodríguez Monegal, además de Carlos María Moreno y Alsina Thevenet.

    En el polémico artículo, Maggi se había enojado con Rodríguez Monegal por sus críticas a Juan José Morosoli, al que consideraba un escritor que no sabía adjetivar. “Y nos enojamos con Rodríguez Monegal por razones literarias. Por razones culturales. No había tensión política”, explicó el historiador en entrevista con la revista Socio Espectacular.

    Cuando ya habían pasado las “tensiones”, Rodríguez Monegal señaló que Maggi había escrito el primer best seller uruguayo: Polvo enamorado (1951), “que apareció en una época en que no había editoriales prácticamente y nadie vendía un ejemplar de autor nacional”. También aclaró que fue con sus obras de teatro que comenzó a ser un escritor famoso. La trastienda, La biblioteca, El apuntador, La noche de los ángeles inciertos, fueron las primeras de su larga lista de dramaturgia que continuaría durante décadas.

    Pensar lo que uno quiere.

    “Una persona que está en la política pierde la posibilidad de pensar lo que quiere”, explicó rotundo Maggi cuando le preguntaron en La Tertulia por su vínculo con la política y el Partido Colorado. “Siempre he sido un espectador, un comentarista de la política, más que un actor. Hay una diferencia muy grande entre estar en la lucha política y verla de afuera y opinar. Los artículos que publico son políticos, pero yo trato de ver lo que está pasando, entender y sacar conclusiones, que es distinto. El cortejo político va en el corso y yo miro desde un balcón”, agregó.

    Seguidor desde muy joven de Luis Batlle, con quien tenía una relación afectuosa, Maggi se definía como batllista, pero mantenía sus distancias. Amigo de Julio María Sanguinetti, asumió al comienzo de su mandato en 1985 la dirección del Canal 5, pero su cargo duró muy poco y terminó renunciando. “Pensé que con la transmisión se podía hacer una obra fantástica. Pero fue muy difícil porque los intereses privados son muy importantes y en ninguna parte del mundo los canales oficiales pueden levantar cabeza. (…) No era un lugar para mí”, contó en El Espectador.

    Como librepensador, Maggi fue amigo de Zelmar Michelini, Líber Seregni, Mauricio Rosencof y Jorge Batlle­. Con Michelini habían sido compañeros de Secundaria y lo siguió en la fundación del Frente Amplio. Por esta adhesión perdió su trabajo en el Banco República, aunque él consideraba que nunca había hecho política.

    Otro de sus alejamientos fue en el 2003, cuando renunció a la comisión de ética creada por el entonces intendente Mariano Arana para investigar los casos de corrupción denunciados dentro de la IMM. Maggi consideró que había sufrido una “proscripción por razones de opinión” por parte de Tabaré Vázquez, en ese momento presidente del Frente Amplio (ver Búsqueda Nº 1.188).

    Las declaraciones de Maggi a diferentes medios, apuntaban al malestar de Vázquez y de otros integrantes de la izquierda por su designación. El diario La Juventud había calificado a Maggi como uno de los enemigos más “arteros” de la izquierda y “defensor de las privatizaciones”.

    “Ya estuve proscrito, destituido, acusado de seispuntista y preso durante la dictadura, así que estar proscripto de nuevo, por razones de opinión, acusado de forista (…) no me hace sufrir. Lamento que los prohombres que tienen el mayor poder de decisión dentro del Frente Amplio no acepten de buena gana que en un órgano de control haya personas que no sean sus correligionarios y que dediquen su actividad a ejercer el pensamiento libre”, escribió Maggi en una carta que le envió a Arana explicando su renuncia.

    El día de su muerte, el ahora presidente Vázquez envió una carta a sus familiares en la que destacó las cualidades intelectuales de Maggi y agregó que “fue un ser humano excepcional, pródigo en su sabiduría”.

    El Pibe incansable.

    Llevó adelante la colección Capítulo Oriental, que con 45 números es uno de los mejores registros de la historia literaria del país, y por sus obras de teatro ganó en varias ocasiones el Premio Florencio Sánchez al autor nacional. Sus análisis sociales y políticos eran continuos en la radio, en entrevistas escritas y en su columna Producto culto interno, del diario El País.

    Protagonizó acciones audaces, como sentarse con las dos puntas del espectro político, el comandante del Ejército, Hugo Medina, y el tupamaro Rosencof, para integrar el Inpan, un instituto que llevaba alimento a los escolares. Eso fue en la segunda Presidencia de Sanguinetti.

    Maggi era viudo de la también escritora María Inés Silva Vila, otra integrante de la generación del 45. Con ella tuvo dos hijos: Marco Maggi, artista plástico, y Ana María Maggi, abogada, que le había dado dos nietos.

    Todos lo conocían como El Pibe, un apodo surgido en su familia y que luego usaron sus amigos y conocidos. “Fue un tío mío, hermano de mi madre, Miguel se llamaba, cuando yo tenía dos o tres años y se estrenó en Montevideo la película de Chaplin, por bromear me vistió como el Pibe y me sacó fotos con el jockey, los pantalones cortos con el tirador. Se divirtieron con eso”, contó Maggi en su última entrevista concedida a Brecha, el 30 de abril.

    Su velorio fue el sábado 16 en el Salón de los Pasos Perdidos. Y nadie podía creer que ese Pibe tenía 92 años.