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Hizo sus primeras armas en los dos grupos claves de la escena independiente uruguaya fundados por Taco Larreta: Club de Teatro y Teatro de la Ciudad de Montevideo (TCM). Debutó en 1953 en Medea, la encantadora, obra de José Bergamín escrita especialmente para ella cuando el literato español vivía exiliado en Montevideo, y se despidió de las tablas en 2014 en Conversaciones con mamá, dirigida por Mario Morgan. La actriz uruguaya Dahd Sfeir Neffa, nacida el 20 de julio de 1932 en el seno de una familia libanesa afincada en Montevideo, y conocida en el medio teatral como “Ducho”, falleció en la madrugada del lunes 17.
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Integró una de las primeras generaciones de la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD), cuando era conducida por su fundadora, Margarita Xirgu, pero no se licenció. Sus más de 50 protagónicos le valieron una veintena de premios, entre ellos varios Florencio: con Santa Juana, de Bernard Shaw, ganó en 1962 en Buenos Aires el premio Talía a la mejor actriz extranjera; 30 años después recibió la Medalla de Oro del festival de Caracas, compartida con la actriz sueca Bibi Andersson; en 2008 fue nombrada Ciudadana Ilustre de Montevideo y en marzo pasado fue una de las homenajeadas por el Mes de la Mujer, dedicado al teatro. Asimismo, en paralelo a la actuación, se dedicó a la docencia de inglés y de actuación y llegó a ser inspectora de Literatura y Teatro en Educación Secundaria.
Además de numerosos clásicos de Pirandello, Brecht, Laferrere y Valle Inclán, estuvo en El Galpón en una muy recordada versión de Las tres hermanas, de Chéjov, a cargo de Atahualpa del Cioppo. Con Sergio Otermin hizo La dama del perrito, de Chéjov y Las troyanas, de Eurípides, entre otras. Otro mojón de su carrera fue ¿Quién le teme a Virginia Woolf?, dirigida por Larreta en 1965, por la que ganó el Florencio. Incursionó en el canto, dirigida por Roberto Fontana y Cuque Sclavo, en Tiempo de tango, y nunca dejó de cantar.
En 1971 se unió al Teatro Circular en Los fusiles de la Patria Vieja, una relectura de Los fusiles de la Madre Carrar, de Brecht, que levantó polvareda en tiempos de alta crispación social, con las calles uruguayas tomadas por guerrilleros revolucionarios, escuadrones policiales y tanquetas militares.
Durante la dictadura se exilió en Argentina, España y Suecia, donde cofundó el Teatro Latinoamericano Sandino de Estocolmo. Por esos años se presentó con Los Olimareños y Daniel Viglietti en el recital Cantando a propósito. Una de esas giras la llevó por toda España, de norte a sur, con un homenaje a Mario Benedetti, acompañada por Alberto Magnone al piano. “A mí me gusta tener música de fondo siempre, haga lo que haga. La música penetra más en la gente y le da otro color a la palabra”, dijo la actriz, entrevistada en 2014 por el portal Visión Ciudadana.
Según cuenta Jorge Pignataro en su Diccionario biográficodel teatro uruguayo, cuando Sfeir vivió en Madrid, Bergamín hizo representar Medea, la encantadora en el Teatro María Guerrero de Madrid, con ella como protagonista, “en reciprocidad a la hospitalidad que Uruguay le brindara al autor durante la dictadura franquista”.
Regresó a Uruguay en 1985 y poco después volvió a emigrar, esta vez a Venezuela, donde se integró a El Nuevo Grupo y también fue laureada como la mejor actriz. En su etapa otoñal se afianzó como recitadora, cuentista y cantante, labor que le deparó numerosas presentaciones en festivales europeos. En 1996 se convirtió en la primera uruguaya en ganar el premio Helen Hayes, en Washington, por Mano a mano, recital poético con obras de Idea Vilariño y Mercedes Rein y dirección de Jorge Curi, estrenado con gran éxito en 1987 junto a Alberto Candeau en el Notariado, y que tuvo 21 funciones en la capital estadounidense, con Rubén Yáñez.
Durante los últimos años estuvo muy disminuida a causa de la fractura de una vértebra, por lo que se valió de un bastón para actuar. “Mientras pueda hablar y se me oiga, seguiré actuando”, decía. Mario Morgan la dirigió por primera vez en 1999, en El hombre inesperado, de Yasmina Reza, y estuvo a cargo de su último trabajo el año pasado en Conversaciones con mamá, donde actuó sentada en un sillón. El director destacó a Búsqueda el contraste entre uno y otro trabajo: “En el 99 estaba en su plenitud. Era una obra donde el lenguaje era muy importante y a ella le importaba mucho la palabra. Era muy minuciosa y obsesiva para estudiarla, investigaba mucho los textos originales y las traducciones. En el 2014 fue muy distinto porque luchaba contra impedimentos físicos muy serios; hacía un esfuerzo muy grande”. Dahd Sfeir está en los primeros recuerdos teatrales de Morgan: “Doña Rosita la soltera (de García Lorca, en 1956) fue una de las primeras obras que vi, en la pequeña sala de Club de Teatro en la calle Rincón. En Raíces (de Arnold Wesker, en 1962), hacía la madre, un papel maravilloso, que me quedó grabado a fuego”.
Uno de esos recitales poéticos muy recordados es La edad del viento, dirigida por Villanueva Cosse, de 1985, que recorrió todo el país. En cada ciudad, daba charlas y actuaba en escuelas y liceos: “Fui a actuar a unos galpones en Tarariras y Minas de Corrales. Iba la gente a caballo a ver la función. Se quedaban en el caballo, porque no había más asientos, ya que solo contaban con unos cuantos tablones. Al final yo les decía: ‘Bueno, ¡terminó!’. Y me gritaban desde los caballos: ‘¡Repita algo!’ ¿Te das cuenta? ¡Era divino! Uno siente un placer enorme en poder comunicar algo que realmente sea significativo para el público”.