• Cotizaciones
    lunes 20 de enero de 2025

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    Una bomba de tiempo llamada Lydia

    Sin contar al drama español Alcarrás, Tár es la mejor película que puede verse hoy en cines uruguayos. Es, además, uno de los estrenos con mayor duración en la cartelera, superado solo por Avatar: el camino del agua. Dura 158 minutos. Y lo vale por cada uno de ellos.

    La premisa es directa, la ejecución compleja y el resultado inolvidable. Concebida, escrita y dirigida por Todd Field, director de En el dormitorio y Secretos íntimos, Tár parte desde el cenit profesional de la directora de orquesta Lydia Tár, interpretada por Cate Blanchett, nominada al Oscar por esta actuación. Desde allí, en lo alto de una montaña rusa de suspenso, empieza una gloriosa caída.

    Para su estudio de personaje, Field construyó un laberinto de puro suspenso. Su recorrido explora una vida en la que la ambición, los secretos y la mortalidad de su protagonista se apilan para crear el contrapeso, inevitable quizás, del éxito a partir de mentiras.

    Ambientada de forma claustrofóbica en los entretelones del mundo de la música clásica, la película va reuniendo los pétalos marchitos del poder y retrata los mecanismos colaborativos que se perpetúan para llevar, y mantener, a alguien en el trono.

    La cima desde donde se para Lydia es altísima. Lo primero que se conoce de ella, además del impecable porte con el que es entrevistada en un evento público, es un listado de sus innumerables éxitos. En la secuencia de inicio y en uno de los juegos que la película hará al combinar elementos de la ficción y de la realidad, el periodista Adam Gopnik, una figura histórica de la revista The New Yorker, dialoga con la genia musical y sobre ella, dice: “Si están aquí, entonces saben quién es ella. Una de las figuras musicales más importantes de nuestra era. (...) Lydia Tár ha escrito música para teatro y cine, y es una de los quince ‘EGOT’, lo que significa haber recibido al menos uno de los cuatro principales premios del entretenimiento: un Emmy, un Grammy, un Oscar y un Tony. (...) En el año 2013, Berlín eligió a Tár como directora principal, en sustitución de Andris Davis. Ella ha permanecido allí desde entonces. Al igual que su mentor, Leonard Bernstein, Tár tiene una afinidad particular con Mahler, cuyas sinfonías grabó durante sus grandes temporadas…”.

    Esa es solo una pequeña muestra del talento inconmensurable de Lydia. Esta presentación de grandes éxitos se extiende y también lo hace la entrevista, advirtiendo que el tiempo, y su manipulación, serán dos de las ideas elementales para comprender la ambiciosa propuesta de Field.

    Tras un montaje que permite conocer parte de los lujos en la vida de Lydia —se ve cómo se confecciona su ropa a medida con un sastre de élite, cómo se eligen los lápices y cuadernos especiales para sus anotaciones musicales—, la premisa de un arco triunfal queda establecida. El personaje encabezará, junto con la Filarmónica de Berlín, la conclusión de uno de sus proyectos más ambiciosos: la grabación de la Quinta Sinfonía de Gustav Mahler.

    Pero Lydia no es una heroína ni su película una aventura. Tár es una oda macabra al vicio de lo performático y una crítica al culto a las personalidades y su lugar en una sociedad regida por la apariencia.

    Field es un maestro de las ilusiones y un apasionado por la posibilidad de significados propulsados por ideas visuales que, en varias escenas, alejan a la obra del territorio del drama psicológico y lo acercan, sin vueltas, al terror. Ha hecho de su aclamado regreso al cine (su última película fue estrenada en 2006) una película difícil de absorber y comprender, por completo, en un único visionado. El cineasta dice haber aprendido de la mano de Stanley Kubrick y, a juzgar por el resultado, fue un buen alumno.

    Esta reseña también se ve contaminada por el carácter engañoso de Tár. Si bien la secuencia de la entrevista puede tomarse como el puntapié narrativo de la historia, existe una escena que la antecede.

    La historia comienza no en un espacio público, sino en uno privado y a través de otro rasgo visual clave para una película plagada de espejos y reflejos: la pantalla de un teléfono. Se ve cómo un celular filma a Lydia mientras duerme en un jet privado, acurrucada en un cómodo sillón de una pieza con su cuerpo sobre la pared y con sus ojos tapados por un antifaz. La pantalla del teléfono nos muestra que este momento está siendo transmitido en vivo, mientras en un diálogo dos personas anónimas se burlan de ella. Lydia, en esta pantalla dentro de una pantalla, se encuentra sola y acosada.

    La sensación de vigilancia constante se traslada al propio espectador, a medida que los rasgos más oscuros de la intimidad de Lydia comienzan a contaminar su vida. Momentos en su estudio u hogar que comparte con su esposa Sharon (Nina Hoss), primera violinista en su filarmónica, se ven intervenidos por sucesos tenebrosos: figuras femeninas sin rostro que la observan a la distancia, gritos que se oyen en el bosque donde se ejercita, metrónomos que comienzan a funcionar sin motivo aparente… Quién o qué provoca estos sucesos no está del todo claro.

    La ambigüedad, otra de las cualidades que parecen atraer a Field, va cobrando fuerza a medida que Lydia se acerca a la guillotina más popular de estos tiempos: la cancelación. Ella, una mujer lesbiana que ha conquistado al masculino mundo de la música académica, esconde otro rostro debajo de su máscara de esplendor: es una depredadora que ha construido su imagen a partir de prácticas nefarias. Lydia, quien nació como Linda y proviene de Staten Island, uno de los sitios menos glamorosos del estado Nueva York, es un monstruo que se ha devorado a varias víctimas en su ascenso. La mayoría, al parecer, fueron jóvenes músicas que se encontraban bajo su ala.

    El monstruo, sin embargo, no se alimenta por sí solo. En la entrevista introductoria se ven ya algunos de los mecanismos que rodean a esa construcción. Mientras se repasa el currículum de la homenajeada, otro plano muestra a su asistente Francesca (Noémie Merlant, coprotagonista de Retrato de una mujer en llamas) repitiendo palabra por palabra el discurso del conductor. El artificio se revela y Field da vuelta otra carta más en su truco: Lydia no solo es una genia musical, sino también una genia en la construcción de su propio mito en un escenario (el arte del siglo XXI), que así se lo pide.

    “Si quieres bailar la mascarada, debes servir al compositor. Tienes que sublimarte a ti mismo, a tu ego y, sí, a tu identidad. De hecho, debes pararte frente al público y Dios y borrarte a ti mismo”, le dice la protagonista a un alumno en otra de las escenas cruciales de la película, tan impactante que merece ser vista sin conocimiento previo sobre su naturaleza. Hay un regocijo absoluto en deleitarse, en ver cómo Blanchett, una actriz exquisita que aquí se consagra en lo que será uno de sus roles más recordados en su carrera, se borra ella a sí misma para construir un personaje cuya autenticidad y ferocidad ha provocado que varios se pregunten si Lydia Tár existe de verdad. La respuesta es que sí, Lydia Tár existe. Lo hace durante casi tres horas, y gracias a la labor de Field, y Blanchett, lo hará durante muchas décadas por venir.