Una mujer olvidada con una historia para armar

escribe Silvana Tanzi 
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Ella subió al escenario, depositó un libro en el suelo, sacó un arma de su cartera y se disparó. Allí, en un Teatro Solís vacío, quedó su cuerpo tendido en medio de una extraña escenografía. Se llamaba María Inés Chredjian, pero todos la conocían por su nombre artístico: Armen Siria. La actriz de origen armenio-sirio se suicidó en el mediodía del 17 de mayo de 1966, a los 41 años. El hecho fue portada de la prensa sensacionalista, sin embargo, las autoridades teatrales hicieron silencio y lo sepultaron en la frialdad de un acta de carácter administrativo.

Armen Siria perteneció a la primera generación que egresó de la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD) y al elenco de la Comedia Nacional. Sin embargo, su figura es prácticamente inexistente en la historia del teatro uruguayo. Esto ocurrió hasta ahora, porque mañana, viernes 3 a las 21 horas, se estrena el unipersonal Armen, escrito y dirigido por Mariella Chiossoni y con la actuación de Susana Souto, que rescata del olvido a la actriz y las circunstancias que rodearon su misterioso suicidio.

Con Armen, que también irá el sábado 4 a las 21 y el domingo 5 a las 20, se abre el ciclo Nosotras en la Delmira (ver recuadro), que continuará con representaciones en el interior: el viernes 10 en el Teatro Macció de San José, el viernes 17 en el Complejo Cultural Politeama de Canelones y el sábado 25 en la Casa de la Cultura de Maldonado. Fuera del ciclo, la obra tendrá funciones en el Teatro Victoria los jueves 16, 23 y 30.

Chiossoni, ahora jubilada de Secundaria como profesora de Literatura y como coordinadora de Artes Escénicas y Audiovisuales, es actriz egresada de la EMAD y ha sido docente de teatro en talleres de la Intendencia de Montevideo. También egresada de la EMAD, Susana Souto ha tenido un recorrido diverso: actriz, directora, dramaturga y gestora cultural con el proyecto artístico Teatro para el Fin del Mundo y en el Centro Cultural Casa de la Pólvora del Cerro. Ahora con Armen está regresando al escenario. Directora y actriz conversaron con Búsqueda sobre el proceso de investigación y dramaturgia de la obra y sobre su peculiar protagonista.

“El proceso de creación empezó en 2020 cuando en plena pandemia quise ponerme a escribir. Entonces recordé que una vez Ricardo Prieto (fallecido en 2008) después de un ensayo de una de sus obras, El huésped vacío, en la que yo estaba trabajando, se refirió al suicidio de una actriz de la Comedia Nacional en el Teatro Solís. Su nombre me quedó en la memoria, pero no volví a él hasta que me puse a pensar sobre qué escribir”, contó Chiossoni sobre el origen de Armen.

En ese momento de encierro y virtualidad, poco encontró sobre la actriz en sitios de Internet. Había solo referencias mínimas y periféricas referidas al hecho de sangre y algún blog que la recordaba. Entonces recurrió al Centro de Investigación, Documentación y Difusión de las Artes Escénicas (Ciddae) y recibió por correo electrónico programas de las obras en las que había trabajado y varias fotos.

Esa fue la primera aproximación a su protagonista. Después vino una etapa de entrevistas telefónicas. En ese momento quedaban vivos cuatro integrantes de la generación de Armen: Adhemar Rubbo, que falleció en 2022, Estela Medina, Nelly Antúnez y Juan Jones. “Hice dos entrevistas telefónicas con Nelly y con Juan que fueron muy reveladoras porque ambos tenían recuerdos lúcidos y muy vivenciales de Armen como compañeros de la EMAD y de trabajo. Fueron entrevistas muy movilizadoras. Cuando recuperamos la presencialidad fui al Ciddae, y ahí sí terminé de redondear la dramaturgia. Me encontré con actas de la Comisión de Teatros Municipales donde se hacía referencia al hecho y con mucha prensa de la época”.

La portada del diario amarillista Al rojo vivo es impactante: muestra a Armen, una mujer muy alta, al lado del cantante Charles Aznavour, un hombre de baja estatura, a quien presentó cuando vino a dar un espectáculo en Montevideo. El titular que acompaña la foto dice en letras de imprenta sensacionalistas: “Armen Siria ríe con Aznavour; luego se mata”.

Mariella Chiossoni (directora) y Susana Souto (actriz). Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS

Un símbolo de dos tierras

De padres armenios provenientes de Marash, la historia familiar de Armen es la de los inmigrantes desplazados por la guerra. Ella nació en Arepo (Siria), donde sus padres habían ido a refugiarse. Pero nuevamente tuvieron que huir, y cuando Armen tenía tres años se subieron a un barco que los trajo a Montevideo. Una vez aquí, se afincaron en Sayago. “Nos ayudó muchísima gente de la comunidad armenia y estamos en contacto con los sobrinos. La familia nos abrió las puertas”, recordó Chiossoni. En el libro Entre la historia y la memoria: los armenios de Marash en Urguguay, Gustavo Zulamian cuenta la travesía que, como tantos armenios, vivió la familia de Armen. El libro tiene un espacio dedicado a la actriz.

El nombre artístico que eligió ha cobrado con los años una resonancia terrible cargada de simbología, dado el sufrimiento permanente de Siria y también de Marash, recientemente epicentro de un terremoto. Una de las personas que más ha colaborado con la directora y la actriz como asesora en cultura armenia es Anahit Aharonian. “Ella tiene una teoría sobre el apodo. Dice que había una actriz armenia muy importante, que tenía el nombre Armén, que a su vez también era un seudónimo. Pero yo creo, y esto es algo mío, que de alguna manera ella une el nombre de sus dos tierras: Armenia y Siria. Me gustó ponerle Armen a la obra, porque esta es una historia que hay que armar y en la que tenemos muchas preguntas sin respuestas”, dijo la directora.

En Montevideo, Armen se casó dos veces y nunca tuvo hijos. Primero se casó con un actor uruguayo, compañero de generación. Después con un militar que murió con grado de mayor poco tiempo antes de que ella se suicidara. Pero estos datos biográficos no aparecen en la obra. Para la directora su condición de actriz era el primer nivel con el que ella y Souto podían conectarse. “La obra tiene tres ejes. El primero es la actuación: qué implica ser actriz, exponerse, estar en un escenario. El segundo es el suicidio. Y el tercero es ‘la armenidad’, que es el de la otredad, ser otra, ser distinta”.

En la piel de Armen

El unipersonal es un formato exigente, los actores están solos en el escenario con una gran exposición. Souto nunca había hecho un unipersonal, salvo cuando era estudiante en la EMAD, aunque dirigió dos.

“El proceso para mí fue mucho más rico de lo usual porque cuando me llamó Mariella el texto no estaba escrito. Estaba la idea en unas cinco páginas, y a partir de esas páginas empezamos a improvisar, a trabajar una dramaturgia actoral. Todo fue muy orgánico porque el texto y la historia se fueron metiendo en mi cuerpo. Mariella venía de hacer una entrevista o de investigar en el archivo y me contaba lo que descubría. En ese sentido fue muy vivencial. Las actrices no solemos tener esa chance”.

Ponerse en la cabeza de una mujer de otra época fue su mayor desafío, más que la técnica para representarla. “Para mí lo más difícil fue comprender al personaje, llegar a entender el lugar que ella le daba a su ser en el escenario. El que creemos que ella le daba. Es la tesis que se defiende en la obra: para ella era vital estar en el escenario. ‘Si no estoy en el escenario, no soy’, eran sus palabras. En ese sentido, es donde me cuesta más acercarme a Armen. A mí me gustan todos los lugares del teatro, incluso el atrás, la iluminación, la docencia. Soy más mujer de teatro que actriz, Armen era más actriz”.

Otro de los desafíos fue aprender el acento armenio, que tiene muchos sonidos guturales. De nuevo aparece el nombre de Anahit Aharonian, quien le enseñó a Souto una canción de cuna armenia que canta en escena o algunas frases en ese idioma.

Armen era una mujer muy grande, medía cerca de un metro ochenta. Nelly Antúnez le comentó a Chiossoni que en la época decían que era una “come hombres”. “En realidad era muy tímida, pero por su presencia daba una señal muy distinta a como ella era. Creo que en la Comedia la encasillaron en ese rol”.

Si bien Armen tuvo papeles importantes, como el de Amelia en Los muertos, de Florencio Sánchez, o en En esta noche se improvisa, de Pirandello, en general los roles más destacados los tenían otras mujeres de la Comedia. A Armen le asignaban personajes de mujeres más grandes, como el de Dolores en Barranca abajo, que representó cuando tenía 28 años, y su personaje, que era el de la madre de familia, tenía unos 40. La crítica no le fue favorable, decía que no tenía ni la edad ni el físico para ese papel.

Un disparo, un libro y después el olvido

Tanto la directora como la actriz son cautas sobre los motivos que pueden haber llevado a Armen al suicidio. “No nos arriesgamos a decir lo que no podemos comprobar, pero abrimos puertas”, comentó Chiossoni.

En su investigación encontró algunas versiones que no son del todo exactas, por ejemplo, la que afirma que la Comedia no quiso renovarle el contrato. “Ella en determinado momento tuvo un conflicto con su trabajo, no sabemos por qué, y dejó la Comedia. Alrededor de 1962 se terminaron los roles que ella tenía y comenzó a dirigir grupos de la colectividad armenia. Hay un programa de una de esas obras que tenía cerca de 40 personas en el escenario con música de Coriún Aharonián”.

Armen estaba muy involucrada con la comunidad armenia. Allí la veían como una figura emergente que había logrado consolidar su carrera y fue esa comunidad la que mantuvo viva su memoria, a diferencia de la otra comunidad, la teatral. Cuando Armen quiso regresar a la Comedia el trámite no fue sencillo y en el momento de su suicidio no había tenido respuestas.

Suicidarse en el Solís, que en ese momento estaba en refacciones, es otro de los grandes símbolos en la historia de Armen. Además diseñó su propia escenografía, como si fuera el montaje de una obra que la tuviera como protagonista. Una de las fotos que Chiossoni encontró en la prensa la muestran tendida en el escenario rodeada por tres hombres que la miran. Al principio pensó que era la escena de una obra, pero era el cuerpo de Armen, que aún no había sido retirado.

Souto recuerda que como parte de la investigación hablaron con la ONG Último Recurso. “Una de las cosas que nos decía la psicóloga es que los suicidas suelen montar escenas pensando en la persona que las va a recibir al otro día”.

La escena que montó Armen incluía un ejemplar de El hombre mediocre, de José Ingenieros, que ella dejó allí con anotaciones y una dedicatoria muy reveladora. Al parecer ese libro pertenecía a Justino Zavala Muniz, director de la Comisión de Teatros Municipales. “Personalmente pienso que el hombre mediocre es Justino”, aclaró la directora como una conjetura que también tiene la familia. “Una persona que estaba en una situación depresiva probablemente se hubiera suicidado en la intimidad de su hogar. Ella dejó una señal, no solo con su cuerpo”.

Lo curioso es que la directora ganó con esta obra un premio a la trayectoria del Fondo de Estímulo a la Formación y Creación Artística (Fefca) que lleva el nombre de Justino Zavala Muniz. “Tengo la estatuilla en mi casa. Algo me está diciendo”, comentó.

Después del suicidio vino el silencio tanto en la Comedia Nacional como en la EMAD. Souto habló con una técnica del Solís y dice que ella y sus colegas sí la tienen presente. “Me decía que, si hubiera sido un hombre, tendríamos un busto en el escenario. Parece burdo, pero hay un primer corte que tiene que ver con haber sido mujer. Más allá del tabú del suicidio, que podría ser motivo de silencio, si hubiera sido hombre, no hubiera pasado tan desapercibido”.

Chiossoni agrega otra interpretación. “En ese momento ella era un problema para la Comedia porque quería volver y por algo no le renovaban el contrato o no admitían el trámite. Entonces dijeron: ‘De esto no se va a hablar más’”.

En el libro Sin maquillaje, de Fernanda Muslera, sobre historias de la Comedia Nacional del siglo XXI, hay un testimonio de Miguel Güida, quien de niño vivió en el teatro y recuerda el suicidio de Armen. “Nosotros sentimos el estruendo porque fue un balazo en un teatro vacío y con acústica, y además mi madre siempre dejaba la puerta abierta para que corriera el aire. Sentimos gritos y vino mi padre y le pidió a mi madre que no me dejara salir. Yo me escapé por el paraíso y la vi tirada en el piso con el charco de sangre”.

La mancha de sangre permaneció por mucho tiempo en el escenario, como si Armen no quisiera ser olvidada. Ahora vuelve de la mano de dos mujeres y actrices que parecen decirle con Borges: “Solo una cosa no hay. Es el olvido”.

Vida Cultural
2023-03-02T00:22:00