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    Uruguay aprovecha postura más favorable de Brasil a la apertura comercial y la fisura de su “pacto proteccionista” con Argentina

    El gobierno uruguayo avanza en sus negociaciones bilaterales con China para firmar tratados de libre comercio. Y aunque la legitimidad de ese proceso es cuestionada en la interna del Mercosur, para Marcel Vaillant, profesor grado 5 en Comercio Internacional e Integración Económica en la Universidad de la República, que las cosas sigan su curso es un indicio de que Brasil “está avalando” a Uruguay.

    En el socio del Mercosur más grande y líder de la región “algo cambió” en materia de apertura comercial, dice Vaillant. Brasil parece estar dejando atrás el “pacto proteccionista” que tenía con Argentina.

    La firma de un acuerdo con China, agrega, es importante, pero no debería ser un hecho aislado. Por eso le parece importante el anuncio de que Uruguay buscará sumarse al acuerdo global y progresivo para la Asociación Transpacífica (CPTPP, por sus siglas en inglés).

    Vaillant, que asesora en temas de política exterior al Partido Independiente, espera que el proceso que vive Brasil no se detenga, de lo contrario, las aspiraciones uruguayas estarán en riesgo. “Si los brasileños cambian, estamos en el horno”, concluye.

    A continuación, un resumen de la entrevista de Vaillant con Búsqueda.

    —¿Qué balance hace de la primera mitad del gobierno en términos de política exterior?

    —Es muy evidente que en el año 2021, con el liderazgo del presidente de la República en distintos eventos, Uruguay volvió a plantear y puso en primer punto de la agenda que quería recuperar su autonomía de relaciones con terceros mercados para gestionar acuerdos comerciales. Al respecto, ocurrieron distintos eventos: destaco la reunión con Bolsonaro en Brasil y las declaraciones posteriores, la cumbre asociada al aniversario del Mercosur en marzo del año pasado, los consejos del Mercado Común que hubo a lo largo del año, en donde se planteó eso de distintas maneras, y haber empezado este proceso de invitar a negociar a otros países con, supuestamente, el mayor avance relativo con China, con ese estudio de factibilidad que acaba de terminar el mes pasado. Y el reciente anuncio, que me parece de una relevancia de primer orden, del presidente de que va a solicitar la adhesión al acuerdo Transpacífico.

    —Usted habló del rol del presidente en política exterior y no de la Cancillería. ¿Por qué?

    —Porque me preguntaste en este gobierno y yo destaqué eso.

    —¿Le parece que el rumbo de la política exterior que lidera el presidente tiene consenso en el gobierno y en el sistema político? ¿O está liderando desde lejos y el resto lo alcanzará luego?

    —Los liderazgos tienen que tener algo innovativo sobre el resto, pero también se tienen que apoyar sobre los hechos. Creo que los hechos positivos lo que están indicando es que las oportunidades del país están por el lado de la apertura. Dentro de la coalición de gobierno y en la coalición opositora creo que hay mucho menos discrepancias en este tema de las que manifiesta el ruido político. Y en cualquier encuesta que se haga el sentido común del Uruguay está en que las oportunidades del país están en mayores niveles de apertura.

    Uruguay es una economía pequeña, tiene una vocación de apertura, está inserto en una región con las dos economías emergentes más cerradas del planeta; hay un registro nuevo, que creo que es la novedad: en Brasil algo cambió, definitivamente, algo cambió en materia de apertura. Es con este gobierno de Bolsonaro, pero conjeturo que va a durar, que no va a haber reversiones con los cambios de gobierno. Recientemente, salió un trabajo que se llama Integrar para crecer, de un think tank de Río de Janeiro, en el que están prácticamente todos los economistas relevantes en materia de comercio, política comercial y economía internacional, muchos de ellos pertenecen a diversos partidos brasileños. Quizás es un consenso inicial académico, pero también hay sectores empresariales; pero que establece que Brasil, si quiere crecer, tiene que abrirse.

    —Hay actores políticos que defienden la integración regional como primer paso para luego buscar acuerdos fuera del Mercosur.

    —Esa es, definitivamente, una falsa oposición. ¿Por qué la región no se integró? El pacto proteccionista entre Argentina y Brasil tiene como componente fundamental la no integración al mundo, el no abrirte al mundo. Hemos hecho un trabajo en donde analizamos los costos de comercio intrarregionales y extrarregionales que va a presentar este jueves mi colega y coautor Pedro Moncarz. Lo que se observa es que las economías que más se integran intrarregionalmente son las que lo han hecho más extrarregionalmente. Decir que nos tenemos que integrar primero entre nosotros y mantener los niveles de protección extrazona es una mentira, es una falsedad. ¿Por qué nos integramos poco entre nosotros? Porque tenemos economías proteccionistas. Eso es típicamente una cuestión de nivel ideológico, de ideas que son antiguas, que son de los 60. Quizás en su momento fueron oportunas, pero hoy son anacrónicas.

    —¿Se puede escapar Uruguay a ese pacto proteccionista de los vecinos?

    —En Brasil algo está cambiando. El problema de Argentina es que hay una confusión de visiones y perspectivas, tanto en el gobierno actual como en la oposición. Sigue habiendo una confusión en relación con la integración al mundo cuando se ve que la Argentina tiene las oportunidades en la apertura, basta mirar la capitalización de mercado de Mercado Libre. Las oportunidades de Argentina son evidentes y, sin embargo, no existe un consenso y nadie se atreve a hablar de apertura con claridad. En Brasil eso ha ocurrido. Y Brasil no solamente ha declarado y tiene relato, sino que ha hecho cosas concretas. Primero, lo que está haciendo Uruguay sería imposible en un contexto de no haber bajado el “costo Brasil” de hacer un acuerdo con Uruguay. Es decir, Brasil de algún modo, o más que de algún modo, está avalando lo que Uruguay está haciendo. Este año, previo a la cumbre del Mercosur, hubo un protocolo adicional al acuerdo de complementación que genera una gran innovación en la relación del comercio regional entre Uruguay y Brasil: permite marcar origen en zonas francas. Eso es un gesto de apertura. Brasil pidió la adhesión al acuerdo de compras de la OMC. Ha sido muy ambicioso en la negociación del acuerdo con Singapur. Por primera vez en la vida propuso un acuerdo con una liberalización de lista negativa. Además, quiere entrar a la OCDE. En Brasil algo está cambiando en esa dirección. Creo que esto le da verosimilitud al hecho de que lo que está haciendo Uruguay en el contexto del Mercosur es algo que está alineado con el líder de la región. Considerando que esto es un tema de relaciones internacionales y de real politik, no un tema de reglas, ¿no? Todo el análisis de si Uruguay tiene derecho de negociar con terceros fuera del Mercosur desde el punto de vista normativo es una discusión y un enfoque totalmente equivocado. Totalmente equivocado. El Tratado de Asunción es un acuerdo en un anaquel. El Mercosur es un acuerdo de facto, los hechos lo han demostrado. No es nada sutil lo que estoy diciendo. Entre las reglas y la real politik, el Mercosur ha sido moldeado por las relaciones internacionales y por los poderes relativos como un acuerdo que consolidó el pacto proteccionista entre Argentina y Brasil. Eso cambió definitivamente porque el líder del bloque está mostrando una dirección distinta. Uruguay en esto va para adelante, Argentina va para atrás.

    —Es un contexto internacional más complejo, con China y Estados Unidos enfrentados y una guerra en Europa. ¿Sigue siendo fácil y conveniente buscar una apertura comercial sin importar con quién?

    —La geopolítica es una restricción y una oportunidad. Y eso tiene que partir de identificarse con lo que somos, un país ultrapequeño en términos de capacidades. Uruguay está en este lado del planeta y su política internacional tiene líneas de larga duración que no están en cuestión ni deberían estar. El hecho de que lo comercial pasa la barrera y condiciona lo político y lo restringe, que es el temor que se ha manifestado con el TLC con China, tiene que ver con el balance comercial y con construir una oportunidad sobre el hecho de que no vamos a ser un actor geopolítico importante. Nunca vamos a tener la relación que tiene Australia con China, por decir algo. No tenemos submarinos en el Pacífico y no vamos a estar en el mar de China. Lo que nunca debemos fomentar es una dependencia comercial de destino con nadie, con nadie. Una economía pequeña lo que tiene que tener es una fuerte capacidad de sustitución de orígenes y de destinos, de dónde comprás y dónde vendes. Las dependencias comerciales en términos de relaciones internacionales se pagan. Por eso, una vez que uno extrovierte hacer un acuerdo con alguien, lo que han hecho todas las economías pequeñas es hacerlo con todos. Por eso es tan importante el Transpacífico si anunciás un acuerdo con China. Tener un acuerdo con China y solo con China es algo que definitivamente no es conveniente. Y subordinar esas líneas de política exterior de larga duración a intereses puramente comerciales también es algo peligroso. El anuncio del Transpacífico es muy importante en esa dirección, pero también en otras, en lo que significa desde el punto de vista de la transformación del Uruguay hacia adentro.

    —¿A qué se refiere?

    —Si Uruguay no hiciera nada con el Transpacífico o China, eso no quiere decir que no pueda hacer nada en política comercial, porque la apertura comercial primero que nada es unilateral. El tema de los acuerdos es un instrumento de la apertura comercial, pero no es el único. Es una herramienta beneficiosa porque tiene una gran zanahoria: te mejora el acceso al mercado. Para Uruguay, país agroalimentario, no entrar a los mercados en condiciones preferenciales como acceden sus competidores es simplemente suicida. Ya nos pasó. El sector cítrico perdió el mercado europeo cuando nuestros rivales exportadores, como Sudáfrica e Israel, empezaron a entrar con condiciones preferenciales. Esa es la explicación del almacenero, no es la única que importa, pero la del almacenero es la que se entiende en Uruguay. Y es lo mínimo. Esa es la no pérdida, es el control de daños. Pero eso es lo mínimo. No son los millones de dólares de aranceles a la carne por lo que vamos a ganar con China, son los efectos dinámicos de la apertura los que importan, porque son los que tienen que ver con el crecimiento. Y es eso lo que buscamos: crecimiento y mejora de la eficiencia productiva del país.

    "Uruguay es una economía pequeña, tiene una vocación de apertura, está inserto en una región con las dos economías emergentes más cerradas del planeta; hay un registro nuevo, que creo que es la novedad: en Brasil algo cambió, definitivamente, algo cambió en materia de apertura. Es con este gobierno de Bolsonaro, pero conjeturo que va a durar, que no va a haber reversiones con los cambios de gobierno"

    —¿Cree que en este período de gobierno se va a concretar la firma de un acuerdo con China u otro hito de esa magnitud?

    —Más que la firma, el hito al que nos estamos acercando, pero que todavía no está en la mano, es a construir la expectativa de que esto no tiene vuelta. El punto no es cuándo se hace o se ratifica, estas cosas son largas y dan tiempo para hacer lo necesario, el hito es cuando la expectativa de que esto no tiene vuelta y de que es verosímil, se construye. Porque aparte eso también va a derramar a los vecinos. Esto cambia la matriz de incentivos de la región. Con que esto se consolide y se vuelva irreversible, y se empiecen a tomar las decisiones tendientes a su concreción, quienes se oponen se van a dar vuelta y mañana van a querer pasarnos por arriba. Argentina, que es nuestro principal rival en esto y dice que se opone, cuando ocurra va a hacer exactamente lo contrario. Va a cambiar todo.

    —Pero entonces usted cree que Uruguay va a superar la oposición que pueda imponer el Mercosur.

    —Pasar, puede pasar cualquier cosa, porque todos los hechos en el futuro tienen una probabilidad positiva. Lo que interpreto es que si no pasa nada hoy, va a pasar mañana. Porque, si no pasa nada en la dirección de la apertura comercial, estos países no tienen un buen destino. Entonces, como los incentivos están para que tengan un buen destino y para que haya mejor comercio y mejor integración regional y para que Brasil recupere el crecimiento y pueda, de algún modo, simplemente por el hecho de pensar que el futuro va a ser mejor que el pasado, los fundamentos mueven en esa dirección.

    —En una reunión organizada por la Federación de Industriales del Estado de San Pablo, Lula da Silva cuestionó el aumento de la presencia china en la economía brasileña. ¿Es una señal que le preocupa?

    —No sé qué va a hacer Lula, como asesores tiene ángeles y demonios en este tema. Pero también sabe que tiene que darle oportunidades de crecimiento a su país, porque si no se hunde. Tengo la expectativa de que en Brasil algo cambió, que va a durar, y eso es la oportunidad que Uruguay tiene. Porque efectivamente si Brasil se opone en términos de relaciones internacionales, ese es un costo, no de acuerdos, no de normas, es un costo de real politik muy difícil de levantar para Uruguay. Porque, por más que Uruguay quiere hacer un acuerdo, el otro no va a querer. Ya le pasó al Frente Amplio, le pasó con Suiza, con Colombia, con Perú. Eso claro que es clave y es fundamental. Sin ese cambio aperturista en Brasil, capaz que en Uruguay no se hubieran atrevido a hacer lo que están haciendo ahora. Y creo que es un proceso que va a durar. Si los brasileños cambian, estamos en el horno. Por una cuestión simple: somos 3 millones y pico de habitantes y no le importamos mucho a nadie.