Aunque puede decirse que es casi nominal, entre sus reservas, el Banco Central del Uruguay (BCU) todavía contabiliza oro. Son monedas acuñadas que a fin del año pasado figuraban en el balance con un valor equivalente a US$ 5,9 millones. Los activos totales a esa fecha rondaban los US$ 15.100 millones.
Hablar de oro como reservas oficiales en Uruguay suena anacrónico para las generaciones actuales, aunque pocas décadas atrás era tema de acalorados debates políticos y técnicos. En 1989, Jorge Batlle propuso venderlas; en esa campaña perdió la elección, pero cuando ganó y fue presidente (2000-2005) el BCU se desprendió de 1.830.000 onzas troy; cada una equivale a 31,1 gramos. “Peleé toda la vida, toda la vida. Fíjese que vendimos el oro. ¡Casi me cuelgan cuando dije que íbamos a tener que vender el oro y lo vendimos, lo vendimos, y lo vendimos al mejor precio de plaza durante mucho tiempo. (…) Una parte del oro está colocado a interés, y lo que no nos daba nada nos da US$ 12 millones por año. Y ayudan. Y después venderemos otra parte para tratar de sacar US$ 12 millones más y juntaremos US$ 24 millones, con lo cual aliviaremos la presión fiscal y movilizaremos las reservas, que son cosas que se tienen que hacer. No hay más nadie (…) que tenga oro ni para las emplomaduras”, justificó el entonces mandatario entrevistado en setiembre de 2000 en el programa Agenda Confidencial, de Canal 12.
Ya a inicios de 1990 el país había empezado a vender sus reservas áureas y ese año terminaron en 2.400.000 onzas troy valuadas en casi US$ 740 millones según estadísticas compendiadas por el Fondo Monetario Internacional (ver cuadro). Un análisis publicado en Búsqueda en 1989 cuantificó las pérdidas del año previo en unos US$ 360 millones, US$ 240 millones por la baja de la cotización y US$ 120 millones por la rentabilidad no percibida que habría generado el haber depositado a interés ese capital (Nº 476).
Después de las ventas de 2000-2001 en el gobierno de Batlle, en 2015 se dieron las últimas enajenaciones, por montos no significativos. De una serie mensual proporcionada a Búsqueda por el BCU puede inferirse que se habrían concretado en el segundo semestre de ese año, durante el segundo mandato de Tabaré Vázquez (2015-2020). “A partir de ese momento se optó por invertir las reservas en instrumentos líquidos de alta calificación y menor volatilidad”, indicó el organismo ante una consulta del semanario.
Hoy lo que se tiene en oro son monedas acuñadas, pero ningún lingote. Presumiblemente están en las bóvedas del edificio sede en la Ciudad Vieja, aunque el BCU contestó que “los lugares de custodia no se informan por razones de seguridad”, desalentando cualquier intento de aproximación a ellas. De todos modos, si los periodistas de la publicación Russia Beyond se sintieron algo decepcionados al visitar el banco central ruso — “si bien muchos imaginarían que los lingotes de oro se apilan en una especie de pirámide (como vemos en películas y programas de televisión), en realidad todo es un poco aburrido” y lo que hay son contenedores reforzados con barras de metal—, es posible que conocer el depósito de custodia de las monedas de oro de Uruguay cause una frustración mayor.
En el BCU, la mayor parte de los activos de reserva actuales —un respaldo con que cuenta el organismo frente a riesgos asociados al mercado cambiario y monetario, el sistema financiero y el sector fiscal— son depósitos o bonos soberanos de países desarrollados invertidos a través de cuatro portafolios con distintos objetivos de liquidez y rentabilidad.
Pero para varios otros bancos centrales el metal dorado cobró un renovado interés. El FMI le dedicó al tema un documento de trabajo publicado en enero, titulado El oro como reserva internacional: ¿Ya no es una reliquia bárbara?, aludiendo a la referencia que John Maynard Keynes hizo del patrón monetario asociado a ese metal. Utilizando datos de 144 países, el estudio analizó las condiciones económicas y los factores geopolíticos como posibles determinantes de la proporción de tenencias áureas oficiales.
Conforme con esa investigación, después de moverse lentamente a la baja durante la mayor parte de las últimas cuatro décadas, las posesiones oficiales de oro aumentaron desde la crisis financiera mundial de 2008-2009. Identificó 14 “diversificadores de activos”, definidos como países que compraron oro e incrementaron su participación en las reservas globales totales en al menos cinco puntos porcentuales durante las últimas dos décadas. Pero en contraste con la diversificación de las reservas de moneda extranjera, que fue llevada a cabo por los bancos centrales de países avanzados y en desarrollo por igual, los diversificadores hacia el oro fueron exclusivamente de economías emergentes. En ese grupo están, por ejemplo, Kazajstán, Bielorrusia, Turquía, Uzbekistán, Hungría, Irak, Argentina y Qatar.
Sede del Banco Central. Foto: Nicolás Garrido / Búsqueda
Refugio y sanciones
A pesar de la finalización en 1971 (con algunas excepciones técnicas) del requisito de que las entidades oficiales conviertan sus obligaciones monetarias en oro a un precio fijo, las tenencias del sector oficial tendieron lentamente a bajar después del cambio de siglo, con la creciente participación de las monedas que refleja la acumulación de reservas (ver recuadro en página 22). A pesar de esto, el oro todavía representa alrededor del 10% de las reservas internacionales totales en todo el mundo, una proporción que creció lentamente en los años recientes. De hecho, en julio-setiembre de 2022 los bancos centrales mundiales agregaron US$ 20.000 millones en oro a sus carteras. Este fue el mayor aumento trimestral en la demanda oficial de oro en 55 años completos según el Consejo Mundial del Oro.
Casi la cuarta parte de la demanda mundial de 2022 —la más alta en diez años— provino de bancos centrales y otras instituciones; el resto fue para uso por fabricantes de joyas, o su disposición en barras y monedas o en tecnología. El precio spot (en el mercado presente) de la onza subió hasta casi US$ 2.000 en mayo, luego cayó a US$ 1.629 en noviembre y rebotó en torno a US$ 1.900 en el cierre del año pasado y las primeras semanas de 2023. Son valores altos si se compara con los US$ 500 de principios de la década de 1980 o los US$ 280 de comienzos de los 2000.
Las recientes fuertes compras de oro por parte del sector oficial suscitaron comentarios y análisis de medios especializados, como The Economist. Pero según el estudio del FMI, no se trata de un fenómeno tan inusual y el mayor uso de oro como reserva había revertido su caída anterior hace ya más de diez años, alrededor de la crisis de 2008-2009. Los investigadores documentaron dos conjuntos de factores que contribuyeron a la revalorización de ese activo por parte de los bancos centrales. En primer lugar, se considera un refugio seguro en épocas de alta incertidumbre económica, financiera y geopolítica, y cuando los rendimientos de las divisas de reserva son bajos, dos condiciones que han prevalecido en los últimos años. Es que, popularmente, el oro es percibido como una cobertura contra la inflación de precios —que reapareció incluso en el mundo desarrollado de la mano de la pandemia de Covid y la guerra en Europa del Este— y como una alternativa de diversificación de cartera, una estrategia que tiene un valor especial en entorno volátiles. Además, el oro se ve favorecido por razones arraigadas en la historia, como ser considerado más respetable e inspirador de confianza que invertir, por ejemplo, en diamantes, litio u otras materias primas.
En segundo lugar, el oro se percibe como un activo de reserva seguro y deseable cuando los países están sujetos a sanciones financieras que los exponen a congelamientos e incautaciones. El Banco de Rusia aceleró sus compras del metal luego de la anexión rusa de Crimea en 2014. Tras la invasión a Ucrania, los países del Grupo de los Siete impidieron que sus bancos hagan la mayoría de los negocios con contrapartes rusas y negaron a la autoridad monetaria de Rusia el acceso a sus reservas en divisas colocadas en bancos centrales y comerciales extranjeros.
Entre 1999 y 2021 Rusia fue el mayor comprador de oro (60,7 millones de onzas, con los que acumuló 74 millones al final del período que representaban la quinta parte de sus reservas totales y equivalían a 36% de su PBI). Le siguieron China (49,9 millones de onzas adquiridas) y, con bastante menos, Turquía (17,4 millones), India (12,7 millones), Kazajistán (11,1 millones) y Uzbekistán (10,0 millones). Suiza (-49,8 millones), Francia (18,9 millones) y el propio FMI (13,0 millones) se destacaron como vendedores.
Al argumentar acerca de la hipótesis de que las sanciones financieras tuvieron su incidencia, los autores del documento señalan: “Los escépticos sostendrán que el oro también tiene desventajas. Los valores financieros brindan una protección más efectiva contra la inflación y la volatilidad económica y financiera. El oro es costoso de transportar, almacenar y asegurar. Es costoso de usar en transacciones. No genera intereses. Sin embargo, puede prestarse en depósito a plazo, de la misma manera que pueden prestarse monedas en la cartera de reserva del banco central. Puede generar una rentabilidad cuando se utiliza en swaps (compensación de intercambios de oro por divisas en fechas al contado ya plazo acordadas ejecutadas con contrapartes privadas o bancos centrales asociados). Sin embargo, los bancos que actúan como contrapartes en transacciones de préstamos y swaps esperan que el oro sea depositado en el Banco de Inglaterra, el Banco de la Reserva Federal de Nueva York o un depósito reconocido operado por una de las principales bolsas de oro, lo que reintroduce el riesgo de sanciones. Repatriar oro, como lo han hecho Rusia, Venezuela y otros, limita así su uso”, responden.
También mencionan algunas pruebas, aunque más limitadas, de que la reciente tendencia oficial hacia el oro responde positivamente al riesgo geopolítico global capturado por un índice de conflictos interestatales y ataques terroristas. Mientras que los países avanzados responden más al riesgo geopolítico, los emergentes lo hacen sobre todo frente a la incertidumbre de la política económica.
Algunos observadores no dudan en ver en la tendencia a la acumulación de oro por parte de ciertos países movimientos de piezas en el tablero geopolítico mundial que buscan darle jaque al dólar estadounidense. “Estamos en el tránsito de un modelo financiero a otro que se va a basar en los productos básicos, las commodities y el oro. (...) Los turcos están comprando oro como si no hubiera un mañana. ¡Hay que aprender de los turcos, hay que aprender de los argentinos!”, afirmó en un reciente comentario en sus plataformas el analista español José Luis Cava, fundador de BolsaCava y autor del libro El arte de especular. Según él, 2023 “podría ser el año del oro” como parte de una tendencia a medio y largo plazo “claramente alcista” en su valor.
Economía
2023-02-08T20:28:00
2023-02-08T20:28:00