El debate, que se había postergado por años, fue acalorado, con público en las gradas del Senado de Chile que aplaudía sobre todo las intervenciones opositoras a la ratificación del Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (TPP-11 o CPTPP, por su sigla en inglés).
Quienes votaron en contra alegaron que el acuerdo “debilita” a las empresas públicas, que “garantiza a los inversionistas” el poder demandar al Estado si sus ganancias futuras se ven afectadas por cambios regulatorios o reformas y que no asegura una mejor inserción exportadora de las pymes chilenas ni conduce a un modelo de desarrollo más justo. Del otro lado, un bloque principalmente de derecha, retrucó señalando que hubo “campañas de desinformación” acerca del tratado atribuyéndole que desprotegerá a los trabajadores, que “lloverán demandas” de multinacionales o que se cortará el abastecimiento de medicamentos genéricos, cuando la realidad —según ellos— es que gracias al TPP-11 unos 3.000 productos gozarán de preferencias de acceso a otros mercados y se exportarán US$ 1.200 millones anuales adicionales.
En esa sesión del 11 de octubre pasado la incorporación de Chile fue votada por los senadores: ahora el gobierno del presidente Gabriel Boric, que cuando era diputado se oponía a ello, negocia “cartas laterales” (side letters) con los 10 países de ese bloque buscando exceptuarse del capítulo referido a la solución de controversias. Después de eso, si no hay ninguna gambeta política, debería depositar el documento de adhesión ratificado por el Congreso.
Mientras Chile da esos pasos finales, Uruguay inició su camino intentando plegarse al TPP-11, aunque con dudas fuera e incluso en algunos ámbitos del propio gobierno acerca de cuánto se podrá avanzar, según consultas efectuadas por Búsqueda. En la noche del miércoles 30 de noviembre (hora uruguaya, el mediodía del jueves 1º en Wellington), el canciller Francisco Bustillo entregó a las autoridades de Nueva Zelanda —depositario de los documentos del tratado— la carta en la que se pide la adhesión al tratado, que además de ese país firmaron Australia, Brunei, Canadá, Chile, Malasia, México, Japón, Perú, Singapur y Vietnam, un espacio que representa cerca del 13% del Producto Bruto Interno (PBI) mundial y un mercado de unas 480 millones de personas.
“Más oportunidades para nuestro país y nuestra gente. Un Uruguay abierto al mundo“, escribió anoche en Twitter el presidente Luis Lacalle Pou, después de que Bustillo entregó la solicitud. Luego, el comunicado de la Cancillería destacó los “intereses compartidos” y coincidencias expresadas en el encuentro entre Bustillo y el ministro de Comercio y Crecimiento de las Exportaciones de Nueva Zelanda, Damien O´Connor.
Como la intención de negociar un tratado de libre comercio (TLC) con China, este paso forma parte de una estrategia que busca una mayor inserción comercial de Uruguay en el mundo. El gobierno defenderá técnicamente su propósito de sumarse al TPP-11 con dos informes, uno elaborado a través del Banco Interamericano de Desarrollo por el consultor chileno Andrés Rebolledo —un exministro de Energía y experto en relaciones internacionales— y otro coordinado por Marcel Vaillant —un especialista en comercio exterior que en la última campaña electoral asesoró al Partido Independiente— que recoge visiones del ámbito académico nacional, dijeron varias fuentes a Búsqueda. Sin entrar en detalles, el presidente aseguró semanas atrás que ambos documentos avalan la conveniencia de adherir a ese acuerdo.
El propósito de sumar a Uruguay al TPP-11 no estaba escrito en Lo que nos une —el programa de gobierno de Lacalle Pou presentado en la campaña del 2019— ni en el documento programático multicolor, aunque en ambos se enuncia la intención de abrir mercados y hacer alianzas por fuera del Mercosur. En octubre, el mandatario eligió un foro empresarial, en Punta del Este, para dar la novedad.
“Lo vemos viable, por eso damos el paso de presentar la carta, lo cual no quiere decir que sea de un día para el otro, y por eso insisto en el concepto, que creo que todo gobernante debe tener: mirar los resultados inmediatos porque la gente vive hoy, pero tener la mirada más allá de los resultados inmediatos y aspirar y ser ambiciosos en cuanto al rumbo que toma el país. En este caso lo que tiene que ver con lo que implicaría ingresar al bloque del CPTPP, la agenda del CPTPP está alineada con nuestra agenda, para llegar a ser miembro tenemos que recorrer un camino y Uruguay está dispuesto a recorrer ese camino”, señaló la ministra de Economía, Azucena Arbeleche, en El País del domingo pasado.
Del Frente Amplio se conocieron hasta ahora análisis más de corte político que técnico. Para Ariel Bergamino, excanciller y presidente de su Comisión de Relaciones Internacionales, “hay mucho de improvisación y tal vez de inmadurez, de desconocimiento del mundo”, en la política exterior del gobierno. “Pensar que el Mercosur va a mejorar porque revoleamos el poncho y pegamos unos gritos: ‘Ah, ¿no te gusta, no lo flexibilizás? Bueno, me voy a negociar con China’ y ‘no te gusta que negocie con China, me voy al Transpacífico’. No te gusta la sopa, entonces dos platos”, dijo en Brecha del 25 de noviembre. También cuestionó que el gobierno no haya hecho públicos los “estudios técnicos preliminares de Cancillería” y del ámbito académico, y dijo desconocer si se realizaron consultas previas con la sociedad civil respecto de la eventual adhesión al TPP-11.
El canciller Francisco Bustillo entregó la carta de solicitud de adhesión al acuerdo Transpacífico al Ministro de Comercio y Crecimiento de las Exportaciones neozelandés, Damien O’Connor. Foto: Cancillería.
Transformaciones
Vaillant respalda la intención de adherir al TPP-11 con un enfoque más amplio que el de la “gran zanahoria” de conseguir vender a esos países con aranceles rebajados, y valora los potenciales efectos de “transformación del Uruguay hacia adentro” que traería asociados. Para el país, con base económica agroalimentaria, “no entrar a los mercados en condiciones preferenciales como acceden sus competidores es simplemente suicida. Ya nos pasó. El sector cítrico perdió el mercado europeo cuando nuestros rivales exportadores, como Sudáfrica e Israel, empezaron a entrar en condiciones preferenciales. Esa es la explicación del almacenero, no es la única que importa, pero la del almacenero es la que se entiende en Uruguay. Y es lo mínimo. Esa es la no pérdida, es el control de daños. Pero eso es lo mínimo. No son los millones de dólares de aranceles a la carne por lo que vamos a ganar con China, son los efectos dinámicos de la apertura los que importan, porque son los que tienen que ver con el crecimiento. Y eso es lo que buscamos: crecimiento y mejora de la eficiencia productiva”, sostuvo ese profesor grado 5 en Comercio Internacional e Integración Económica de la Universidad de la República.
Ese potencial efecto transformador al que forzaría la adhesión al TPP-11 fue ponderado como un aspecto positivo para el país por varios expertos y fuentes del gobierno consultadas, aunque algunos señalaron que implica reformas difíciles de digerir políticamente, en especial en materia de patentes y de apertura de negocios hoy en manos de los entes.
En esa línea opinó también el decano de la UCU Business School de la Universidad Católica, Marcos Soto, en una columna publicada esta semana en El País. Un aspecto “clave a evaluar es que es un acuerdo cerrado”, por lo cual “Uruguay debería adherir en todo o en nada, siendo algunas de las disposiciones, sobre todo lo que refiere a propiedad intelectual o compras estatales, de mínima controversiales para nuestra industria, por ejemplo, la farmacéutica. Por ello un estudio de impacto profundo y de acceso público es clave”, opinó.
Aunque es un entusiasta promotor de una apertura económica al mundo, Ignacio Bartesaghi se expresó cauto acerca de gestión para adherir al TPP-11. “No lo veo tan fácil”, porque el único que dice que hay que avanzar es el Partido Nacional, afirmó ese especialista en Relaciones Internacionales y también profesor de la UCU en la última edición de Crónicas.
Advertencia
Otro escollo a superar no es de política interna sino regional: “Brasil, como siempre, va a hacer su trabajo” para tratar de mantener mañatado a Uruguay en el Mercosur, estimó una fuente. Con Luiz Inácio Lula da Silva otra vez como presidente desde enero próximo, esa postura se intensificará, coincidieron dos economistas que siguen estos asuntos. Es un escenario que, de hecho, quedó planteado el miércoles 30 de noviembre, presagiando tensiones para la cumbre presidencial del bloque del martes 6, en Montevideo: “Ante acciones del gobierno uruguayo con miras a la negociación individual de acuerdos comerciales con dimensión arancelaria y teniendo en cuenta la posible presentación” para la adhesión al CPTPP, los coordinadores de Argentina, Brasil y Paraguay ante el Grupo Mercado Común avisaron en una nota conjunta que sus gobiernos “se reservan el derecho de adoptar las eventuales medidas que juzguen necesarias para defender sus intereses en los ámbitos jurídico y comercial”.
Pocas horas después, en una rueda de prensa en el marco de la inauguración de la amplición de una planta de Maltería Oriental, Lacalle Pou ratificó la decisión de solicitar la adhesión al TPP-11: “La vamos a hacer, nos sentimos en todo nuestro derecho”. El presidente agregó que han sido “muy frontales” al exponer la postura uruguaya a los socios y señaló que el asunto se conversará en la cumbre con sus pares. “Va a estar entretenida”, dijo.
Para Soto, salvo que Uruguay logre de sus socios del Mercosur una “elevada excepción”, pretender perforar el arancel externo común al adherir a un espacio económico que representa el 13% PBI global, “por contranatura, debería implicar una salida” del bloque sudamericano. Relativizó, además, las eventuales bondades del TPP-11 para el sector exportador. Alegó que el perfil productivo de algunos países integrantes del acuerdo es competitivo con la producción nacional, con otros ya está vigente un TLC “sin mayores impactos” en el flujo comercial, como con México o Chile. Con Canadá y Singapur el Mercosur tiene avanzadas las negociaciones en el primer caso y concluidas en un TLC en el segundo. “De modo que gran parte de los beneficios formales esperados con varios de los mercados relevantes podríamos obtenerlos por otras vías”, alegó ese académico y socio de la consultora Cibils Soto.
Las estadísticas muestran que el 2022 se perfila como un buen año para las exportaciones de mercaderías de Uruguay a los 11 países signatarios del TPP, que hasta mediados de noviembre arañaban los US$ 600 millones, aunque eso no llega a ser el 6% del total. A Brunei y a Nueva Zelanda se vendió por menos de 1 millón de dólares, y México, el mejor posicionado entre los firmantes del tratado, se ubicó décimo en el ranking global de destinos, con US$ 189 millones (ver cuadro).
Al igual que Uruguay desde este jueves, hay otros aspirantes a plegarse al TPP-11, algunos ya con notas de adhesión presentadas —Reino Unido, Ecuador, Taiwán, China y Costa Rica— y otros que solo han expresado deseos de sumarse, como Tailandia y Corea del Sur. Pero hoy solo el pedido británico está siendo considerado.
Una fuente se mostró escéptica acerca de la postulación uruguaya; será un largo camino con cuestiones de política doméstica y mercosuriana a resolver. “Eso, suponiendo que nos responden la nota”.