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    Uruguay prioriza medidas de adaptación al cambio climático en la Contribución Nacional Determinada, que fija metas ambientales

    El documento, con horizonte a 2030, incrementa las exigencias de reducción de gases de efecto invernadero; de cara al aumento de frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos propone “fortalecer los sistemas de información”, “los instrumentos normativos” y los “de planificación”

    El gobierno uruguayo presentó ante la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático su segunda Contribución Nacional Determinada (CND2) el pasado 30 de diciembre. El documento, que pretende marcar una hoja de ruta hacia 2030, tiene como objetivo atender las disposiciones establecidas en el Acuerdo de París para que los países reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y, paralelamente, lograr acciones concretas de adaptación ante los efectos del cambio climático.

    Las políticas de adaptación al cambio climático son aquellas que ayudan a mejorar la infraestructura de los países de cara al aumento de la frecuencia e intensidad de eventos extremos.

    La CND2 llega un par de meses después de otro movimiento relevante del gobierno en la misma materia: la emisión del primer bono “verde”, indexado al resultado de su comportamiento ambiental.

    El documento modifica algunos aspectos de su antecesora, presentada en 2017. Por ejemplo, plantea los nuevos objetivos globales de mitigación en términos absolutos en lugar de vincularlos al crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) como sucedía antes. Además, incorpora un objetivo relacionado al consumo de hidrofluorocarbono (HFC), un gas que hasta ahora no estaba contemplado.

    Los compromisos específicos relacionados a la producción de carne aumentan y se establecen las medidas de adaptación al cambio climático “como prioridad política”. Así lo explicó a Búsqueda el consultor en políticas públicas, economía y finanzas sostenibles de la Dirección Nacional de Cambio Climático, Juan Labat.

    El experto señaló que es importante analizar las CND “de forma amplia”, dado que el Acuerdo de París establece tres grandes objetivos relacionados a mitigación, adaptación y movilización de fondos. Al presentar este instrumento, indicó, se busca dar un mensaje político a la comunidad nacional y a la internacional.

    “Lo importante es la adaptación, y para eso se establecen una cantidad de objetivos y medidas”, explicó Labat. Entre ellas, se pretende “fortalecer los sistemas de información para la toma de decisiones”, “reducir los impactos del cambio climático en los sistemas socioecológicos, disminuyendo las pérdidas y los daños en las diversas áreas y sectores productivos”, y “fortalecer las alianzas para la gobernanza climática, los instrumentos normativos y de planificación”, señala el documento.

    Según Labat, en la actualidad hay una suerte de “desequilibrio” entre el importante desarrollo cuantitativo y de conocimiento que existe acerca de las medidas de mitigación y los escasos recursos que se destinan a las políticas de adaptación de los países. Es por eso, explicó, que en el documento se buscó que las medidas que establecen hacia dónde quiere ir Uruguay en esa materia, “se conecten con una meta global” en la que los países trabajan actualmente.

    Recientemente el ministro de Ambiente, Adrián Peña, reconoció que la adaptación era “el gran problema de Uruguay” y planteó la posibilidad de emitir un bono atado a metas de adaptación con el fin de conseguir más apoyo para hacer frente al cambio climático.

    En esa línea, la CND2 buscó transmitir un mensaje vinculado al financiamiento insuficiente que reciben los países en desarrollo para la implementación de medidas de adaptación. Uruguay estableció, por ejemplo, metas atadas a “medios de implementación adicionales específicos”, es decir, a que consiga apoyo internacional para alcanzarlos.

    Reducciones

    Otro de los puntos claves de la nueva CND son los aspectos de mitigación del cambio climático, donde se fijan los objetivos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. “Si bien no nos podemos quitar responsabilidad, el impacto de Uruguay en las emisiones globales es muy bajo. Es por eso que se plantean dos tipos de objetivos: los incondicionales, que son vinculantes, y los condicionales, que no lo son”, dijo Labat.

    Entre los primeros, Uruguay establece los valores máximos históricos de emisión de los tres principales gases: dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. Por ejemplo, se habilita a Uruguay a emitir hacia 2030 un máximo de 9.237 gigagramos de CO2. Además, se propone reducir 10% el consumo de HFC, un gas agotador de la capa de ozono vinculado a sistemas de calefacción. Labat consideró este adicional como “un paso más” que amplía “el compromiso”.

    Al mismo tiempo, mientras que el documento de 2017 planteaba a 2025 objetivos de emisiones por unidad de PBI, es decir, en términos relativos, esta segunda versión del documento los presenta en términos absolutos de emisiones de cara a 2030, señaló el economista.

    “Eso es un avance considerable y una fortaleza muy importante. A nivel internacional la realidad es que éramos de los pocos países que planteaban las metas en términos de PBI”, argumentó Labat. Y agregó: “Más allá de que esto para nosotros no es neurálgico, entendemos que para el espíritu del Acuerdo de París es un paso robusto que va a ser valorado”.

    Estrategia

    Existen indicadores tradicionales y estratégicos para Uruguay, referidos a las emisiones de gases de efecto invernadero generados a través de la producción de carne vacuna, sector que concentra el principal volumen de emisiones en el país. La CND2 aumenta en un 2% las metas planteadas antes: por un lado, establece reducir 35% la intensidad de emisiones de metano por unidad de producto; por otro, plantea reducir 36% la intensidad de emisiones de óxido nitroso por unidad de producto.

    “Entendimos que se podía ser un poco más ambiciosos”, señaló Labat.

    Otro punto estratégico está asociado a la conservación y aumento de carbono respecto al uso del suelo. En esa línea, el documento propone siete objetivos. Entre ellos plantea “mantener el 100% de la superficie de bosque nativo del año 2012, el 100% de la superficie efectiva en manejo de plantaciones forestales del año 2020 y el 100% de la superficie de plantaciones forestales con destino a sombra y abrigo del año 2018”, indica el documento.

    En tanto, el climatólogo y docente del Departamento de Sistemas Ambientales de la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República, Mario Caffera, dijo a Búsqueda que “si bien se está prometiendo bastante” en el sector agropecuario en comparación con otros países, entiende que “se puede hacer algo más en sinergia con el Convenio Internacional de Biodiversidad, además de aumentar la resiliencia de los productores” a través de diferentes alternativas.

    Por ejemplo, opinó que “además de mantener incondicional el remanente del bosque nativo” se deba prometer aumentarlo “incondicionalmente” en un 2% a 3%, lo que entre otras cosas aumentaría la cantidad de carbono retenido.

    El economista, sin embargo, aseguró que esta CND “es robusta” y, si bien “es alcanzable, también es exigente”.

    “A Uruguay no le interesa plantear objetivos que sean superambiciosos pero que luego no sean alcanzables. Tienen que ser cosas que con cierto esfuerzo y con cierta apuesta de política pública se puedan lograr”, afirmó.

    La CND fue elaborada de manera conjunta entre el Ministerio de Ambiente, el Ministerio de Industria, Energía y Minería y el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca y, posteriormente, puesta a consulta pública.