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En el transcurso de 30 años en los que se intercaló un gobierno blanco, dos colorados y tres frenteamplistas, Uruguay logró avances sostenidos —aunque a diferente ritmo— que le permitieron a su población tener una vida más larga y saludable, aumentar el acceso a la educación e incrementar el nivel de ingresos para solventarse. Los progresos en esas dimensiones están reflejados en el Índice de Desarrollo Humano (IDH), cuya trigésima edición fue publicada el martes 15 por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
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El propio IDH fue cambiando su metodología a lo largo del tiempo e incorporando índices complementarios para tener en cuenta otros indicadores relevantes relacionados con el desarrollo humano de los países y adecuarse a preocupaciones de cada tiempo (ver recuadro). El más reciente es el que ajusta el índice por “presiones planetarias” (PHDI, por sus siglas en inglés), asociado al concepto de “inequidad intergeneracional” por las consecuencias ambientales a futuro del uso de energía de fuente fósil, que castiga el posicionamiento alcanzado por Uruguay.
El nuevo IDH y los demás índices son una imagen del desarrollo humano antes de la pandemia de Covid-19, ya que se basan en datos disponibles para 2019 o años anteriores; los impactos económicos y sociales del coronavirus se verán en su edición de 2021, previsiblemente con una evolución negativa. Aunque se estila ubicar a modo de ranking según el IDH —calculado en esta última edición para 189 países y territorios reconocidos por las Naciones Unidas—, es engañoso comparar posiciones a lo largo del tiempo debido a las revisiones y actualizaciones.
El IDH se centra en tres dimensiones básicas del desarrollo humano: una vida larga y saludable (medida a través de la esperanza de vida al nacer), acceso al conocimiento (número promedio de años de escolarización) y un estándar de vida digno (estimado a partir del ingreso nacional bruto per cápita expresado en dólares internacionales constantes de 2017 convertidos utilizando tasas de conversión de paridad de poder de compra). Su valor para Uruguay en 2019 —la nueva medición— es de 0,817, lo que posiciona al país en una categoría de desarrollo humano muy alto y lo ubica en el puesto 55 del ranking. En 1990 el índice era 0,694, un aumento de 17,7%.
Entre 1990 y 2019 la longevidad en el país se incrementó en 5,3 años; el promedio de años de escolaridad lo hizo en 1,8 años; en tanto, el ingreso nacional bruto per cápita más que se duplicó (104,3%) en esas tres décadas.
Algunas de estas dimensiones asociadas con el desarrollo de las personas no dependen solo de las políticas tomadas por los gobiernos. Por ejemplo, la esperanza de vida al nacer puede elevarse debido a avances científicos internacionales o reducción de costos de medicamentos o tratamientos médicos. También puede ser relativizado el mérito en torno a un incremento en el ingreso per cápita del país si ello deriva de factores externos positivos, como un ciclo de altos precios de las materias primas exportables o de bajas tasas de interés. Aun así, malas decisiones de los gobernantes podrían llevar a desaprovechar esos “vientos de cola”. Del mismo modo, es probable que lograr progresos en ciertos indicadores sea más fácil que en etapas más avanzadas, por ejemplo, en materia de escolaridad.
La evolución histórica del IDH muestra progresos en todos los períodos de gobierno desde 1990, aunque a distinto ritmo. El mayor aumento en su valor se dio a fines del siglo pasado, durante la segunda administración de Julio María Sanguinetti (4,4%), y el menor en la última gestión del Frente Amplio, cuando Tabaré Vázquez repitió en la presidencia (1,4%), analizó Búsqueda.
Otras dimensiones
Como medida promedio de estos logros, el IDH esconde la desigualdad en la distribución del desarrollo humano entre la población del país.
En 2010 se introdujo el IDHD, que toma en consideración las iniquidades en todas las dimensiones del IDH al “descontar” cada uno de los valores promedios de las dimensiones según su nivel de pobreza; el IDHD es, básicamente, el IDH ajustado por desigualdad, y esa “pérdida” en el desarrollo humano puede ser expresada como un porcentaje. Así, si bien el IDH fue 0,817, cuando el valor es descontado por desigualdad, cae a 0,712, lo que representa una pérdida de 12,9% debido a la desigualdad de la distribución de los índices dimensionales del índice.
Género
En 2014 se incorporó la dimensión de género; el índice de desarrollo relativo al género mide desigualdades en los logros de las tres dimensiones básicas del desarrollo humano para hombres y mujeres. En 2019 el IDH femenino para Uruguay fue de 0,814, en contraste al 0,801 para ellos, lo que arroja como resultado un Índice de Desarrollo relativo al género de 1,016.
A su vez, el año pasado se adicionaron a esta medición considerando otras variables relativas a la desigualdad de género, como la salud reproductiva, la participación en la política (“empoderamiento”) y la actividad económica remunerada. Contemplando todo esto, el valor del índice de Desarrollo de Género para Uruguay fue de 0,288, lo que lo posiciona en el puesto 62 entre 162 países. Eso refleja el hecho de que poco más de la quinta parte de las bancas en el Parlamento era ocupado por legisladoras y que el 58,8% de las mujeres adultas alcanzó al menos nivel de educación secundaria (en comparación al 54,6% de los hombres). Además, la participación femenina en el mercado laboral era del 55,6%, frente al 73,3% de la masculina.
Ambiente
La nueva edición del Informe de desarrollo humano del PNUD pone énfasis en la cuestión ambiental: las personas y el planeta están entrando en una era geológica “completamente nueva, el ‘antropoceno’ o era de los seres humanos”. Para mostrar una perspectiva “menos idílica y más sincera sobre el progreso humano”, a modo “experimental” presentó un IDH ajustado por los niveles de emisión de dióxido de carbono y la huella material de los países.
Como reflejo de su dependencia de los combustibles fósiles, más de 50 países abandonan el grupo de desarrollo humano muy alto, aunque otros, como Costa Rica, Moldavia y Panamá, suben al menos 30 puestos. Para Uruguay, el IDH ajustado por las “presión sobre el planeta” (el PHDI) fue de 0,704 con los datos al 2019, una diferencia de 13,8% respecto al índice sin considerar el factor ambiental que lo lleva a perder 20 puestos en el ranking.