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No es muy común en estos tiempos que las viejas películas vuelvan a las salas de estreno porque después del video, el cable, el DVD y el Blu-ray parece que todo el mundo las tiene que haber visto, no como antes que había que reponer una copia nueva luego de varios años de espera. Pero claro, ahora hay nuevos anzuelos para atraer público, y con la inversión necesaria (que no es poca plata), se procesa el filme en 3D y listo. Ya lo hizo Disney con sus mayores éxitos propios (“La Bella y la Bestia”, 1991; “El rey León”, 1994) y los de Pixar (“Toy Story”, 1995; “Toy Story 2”, 1999; “Monsters Inc., 2001; “Buscando a Nemo”, 2003). Lo hicieron Tim Burton con “El extraño mundo de Jack” (1993) y George Lucas con “Star Wars: Episodio 1” (1999).
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Cuando la 3D se instaló por tercera vez en Uruguay (hubo intentos previos en 1953 y 1983) con “Viaje al centro de la Tierra” (2008) había una sola sala equipada con el nuevo sistema digital (el Hoyts Punta Carretas), pero en 2012 se exhibieron 34 películas en 3D en varias salas y al 31 de agosto de 2013 ya iban 24. No sorprende entonces que Steven Spielberg, esa especie de rey Midas del cine, haya salido al rescate de uno de sus filmes más exitosos como Jurassic Park (1993) para volver a lanzarlo en sistema tridimensional, razonando que sus dinosaurios generados por computadora seguían estando vigentes. No se equivocó, porque es raro que Spielberg se equivoque.
Es que esa película ya ocupa un sitial privilegiado en la historia del cine porque estableció algo novedoso en su momento: figuras animadas con tanta perfección, volumen y textura que parecían reales, sesenta años después de la memorable “King Kong” original, que ahora parece (y es) un artículo de museo. Así como “El cantor de jazz” (1927) quedó como la primera película parlante (no lo era) y “Feria de vanidades” (1935) como la primera en Technicolor (tampoco lo era), esa comodidad de establecer títulos que por su solo recuerdo sean capaces de marcar algún cambio fundamental en el cine distinguió a Jurassic Park como la primera película moderna de animación digital, olvidando que “2001: Odisea del espacio” de Stanley Kubrick (1968) y “La guerra de las galaxias” de George Lucas (1977) ya habían sido precursores modelos dignos de imitar.
Entonces lo que queda para analizar es si Jurassic Park sigue pareciendo una buena película con 3D o sin ella. Por cierto que el impacto ya no es el mismo, luego de lo que ha hecho Peter Jackson en su enorme “El señor de los anillos” (2001-2003) y en la nueva “King Kong” (2005). Nadie se va a sorprender con esos dinosaurios que siguen luciendo muy reales y temibles, pero la historia que reconstruye Spielberg a partir de la novela de Michael Crichton es lo que realmente importa y lo que sobrevive veinte años después, con sus imágenes remozadas y luminosamente presentadas (por lo menos en la sala del Grupocine Torre de los Profesionales, donde no se sufren las oscuridades habituales de las proyecciones tridimensionales de Montevideo). Había que temer por esa frustrante posibilidad, pero en este caso no se da. Menos mal.
La película tuvo un par de secuelas en 1997 y en 2001 (ahora se anuncia una cuarta parte para 2014, aunque Michael Crichton falleció en 2008) y ninguna de ellas se acercó al original. La segunda, “El mundo perdido”, parecía una remake de “King Kong”, con un tiranosaurio rex trasladado a San Diego y provocando destrozos en la ciudad. La tercera, que ni siquiera dirigió Spielberg, era una repetición de la primera. O sea que la original es la que sigue importando, y vale porque tiene personajes, porque maneja el suspenso y el terror con mano maestra, porque encara el tema con seriedad sin dejar de lado el humor y plantea un par de preguntas que conviene pensar: si es lícito alterar las leyes de la naturaleza pasando por encima de Dios (o de quien sea) y si es posible que los dinosaurios recreados artificialmente por medio de su ADN vuelvan a habitar un mundo que hace millones de años los vio extinguirse por alguna razón, cuando ni siquiera existía el género humano. Esa convivencia podría ser explosiva, como se comprueba después.
Claro que la historieta que incluye esos temas filosóficos se las arregla para ser entretenida y jugar con personajes reales y creíbles. El arqueólogo de Sam Neill, alucinado con esas criaturas que siempre le han apasionado y renuente a aceptar la compañía de dos niños (Joseph Mazzello, Ariana Richards) a los que aprenderá a proteger y a querer cuando las cosas se salgan de cauce. El anciano millonario que inventó todo ese mundo prehistórico y lo ubicó en una remota isla del Caribe (Richard Attenborough) para explotarlo como atracción turística “sin medir gastos”. El cínico experto en el tema (Jeff Goldblum), que desconfía del experimento y verá confirmados sus peores temores. Y finalmente la ironía de que todo se complique hasta la catástrofe por culpa de un error humano, o mejor dicho por mano de un inescrupuloso empleado (Wayne Knight) que sabotea el sistema para sacar provecho propio sin medir las consecuencias.
En suma, lo que el hombre construye poniendo la ciencia por encima de la lógica y de la prudencia, otro hombre lo destruye y restablece sin querer el orden natural como un castigo divino. El mensaje no pasa inadvertido y es un elemento más de una película que se sigue viendo con interés y que no parece antigua para nada. Porque su permanencia va más allá de la técnica (a la que le debe mucho, no vale dejar de reconocerlo) y revela la mano de un director mayor, que maneja su asunto con convicción y compromiso. Y eso siempre está un paso más allá de la simple artesanía.
“Jurassic Park”. EEUU, 1993. Dirigida por Steven Spielberg. Escrita por Michael Crichton y David Koepp. Con Sam Neill, Laura Dern, Jeff Goldblum, Richard Attenborough, Joseph Mazzello, Ariana Richards, Samuel L. Jackson, Wayne Knight, Bob Peck, Martin Ferrero. Duración: 127 minutos.