Viaje ilustrado

Hablar del “sello” Umberto Eco es apropiado porque salvo en la tapa y en uno de los capítulos, en este libro el nombre del autor no aparece, ni siquiera figura en el prefacio o en los créditos. Todo indicaría que el escritor de 82 años es quien coordina y dirige la edición, pero que en la redacción de este volumen, como también sucedió en los anteriores, intervinieron varias manos. 

Para los griegos, con sus dioses pasionales y vengativos, todo fue materia para la mitología, desde El Olimpo a Troya, desde el palacio de Agamenón a Itaca y los sitios visitados por Ulises en sus viajes. De eso se trata el capítulo “Las tierras de Homero y las siete maravillas” que acompañan bellísimas reproducciones, entre ellas, “Ninfas y sátiro” (1873) de William-Adolphe Bouguereau, el mosaico “La nave de Ulises con sus compañeros”, del siglo III d. C., y un mapa del mundo tal como lo conoció Homero. Muchas veces a través de los mapas se les dio vida a los lugares imaginarios y se los representaba como vistos desde el cielo, en una época en que no se solía andar por esas alturas.

“Quién y cuándo puso en Gibraltar las columnas de Hércules? ¿Y realmente empezaba allí el Far West de los antiguos griegos? (…) Cuanto más lees más se puebla de temores el canal: es una de las zonas del Mediterráneo con la mayor concentración de monstruos, tragedias y naufragios que jamás se haya imaginado y descrito”, dice un artículo, firmado por Sergio Frau en el 2012, acerca del estrecho de Messina. Varios textos de autores clásicos (Plinio, Julio César, Homero, entre otros) y contemporáneos complementan la narración central del libro. Si bien aportan variedad y erudición, también le dan al trabajo un estilo fragmentario en el que se pierde la calidad narrativa.

Entre estos textos se encuentra uno firmado por el propio Eco en 2011 sobre la pirámide de Keops en Egipto, que más que una tumba era “un enorme laboratorio matemático y astronómico cuyas mediciones debían transmitir a la posteridad un saber científico poseído por los antiguos constructores y perdido más tarde”. Más allá del valor informativo, este texto de Eco es tedioso y poco atractivo a la lectura con su despliegue de datos y sus descripciones de perímetros, longitudes y pulgadas.

En cuanto a las tierras idílicas, todas las religiones las pensaron y ubicaron en el origen de los tiempos, cuando los seres vivían en un estado de inocencia y satisfacción. Así, el Paraíso terrenal aparece en la “Biblia”, pero también en los libros del “Corán”, en las leyendas taoístas, en el hinduismo y en el budismo. El Bosco imaginó el jardín de las delicias y entonces pintó  “Visiones del más allá, el Paraíso terrenal y la ascensión al empíreo”, una obra impactante incluida en el libro, con ángeles y seres que ascienden hacia un embudo luminoso que los atrae. Una obra de ciencia ficción del siglo IV.

“Entre todas las tierras legendarias y a lo largo de los siglos, Atlántida es la que más ha estimulado la fantasía de filósofos, científicos o cazadores de misterios”, dice el autor en el capítulo destinado al continente desaparecido, y supuestamente hundido en el mar. Pone entre sus ejemplos las menciones de Platón en sus “Diálogos”,  la obra “Nueva Atlántida” (1627) de Francis Bacon, donde plantea que la antigua Atlántida era América, y por supuesto, “Veinte mil leguas de viaje submarino” de Julio Verne. Pero lo más atractivo de este capítulo son las imágenes, especialmente la de Thomas Cole, “El curso del imperio. Destrucción”, una obra de 1836 que ha sido interpretada como la Atlántida en ruinas.

Si la Atlántida inspiró la fantasía del lugar perdido, las islas de la Utopía despertaron las ansias por llegar al lugar perfecto que, se sabe, no existe. Tomás Moro lo describió en “Utopía” (1516) como unas islas protegidas por montañas y un puerto con buena circulación para las naves, y Tomás Campanella le dio dimensión física en “La ciudad del sol” (1602).  Pero para deleitarse con un texto sobre un lugar inhallable hay que leer “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” , un relato que escribió Jorge Luis Borges en 1940 sobre “un planeta desconocido, con sus arquitecturas y sus barajas, con el pavor de sus mitologías y el rumor de sus lenguas, con sus emperadores y sus mares”.

De las tierras de Homero al País de Jauja, de las Islas de Salomón a la selva de Tarzán de Edgar Rice Burroughs. Lo que Eco propone es un nuevo viaje hacia la maravilla, una travesía fascinante si se sigue a través de las imágenes más que de las palabras.

“Historia de las tierras y los lugares legendarios”, de Umberto Eco, $ 1390, 478 páginas.